Lego: La película
Por Abel Muñoz Hénonin | 1 de abril de 2014
No cabe duda de que el fin de Lego: La película (The Lego Movie, Chris Miller y Phil Lord, 2014) es reforzar el auge que la juguetera ha tenido desde que comenzó a lanzar productos de marca registrada (La guerra de las galaxias, El señor de los anillos…) ni de que retomó un modelo comprobado, el del niño que requiere que uno de sus padres valide sus necesidades. Aun así, al ironizar sobre la propia marca (El señor de los anillos se parodia en Media Zelanda, por ejemplo) o sobre el consumo (los personajes compran Café Supercaro como parte del ritual de la felicidad diaria regulada por un manual) y al tener dos niveles narrativos (la aventura épica rota constantemente y con elegancia por los sonidos que un niño haría mientras juega –por ejemplo, cuando se desprende parte de un edificio y el sonido incidental es algo tipo «diiiiru-diiiiru»– y por la consciencia que tienen los juguetes de un mundo externo, más grande que ellos) plantea una complejidad digna de atención y que permite la apertura del relato heroico para convertirse, a fin de cuentas, en una historia sobre la ruptura del control.
Es necesario revelar el final –si esto le molesta absténgase de terminar. Un padre exitoso (convertido en el villano de la épica, el Señor Negocios) tiene un envidiable muestrario de legos que quiere mantener inmóvil, ordenado; pero su hijo lo interviene y crea, reordenando la piezas conforme su imaginación se lo dicta, una serie de aparatos insospechados para romper las reglas del coleccionismo. El padre pasa del enojo a la aceptación de la apropiación al ver las necesidades de su hijo. Una película normal habría terminado aquí. Sin embargo, el padre, en un acto democrático permite también que su hija menor use los juguetes. La niña crea monstruos, hermosos por su construcción torpe, que vienen a invadir el mundo creado por su hermano mayor, rompiendo con las nuevas reglas (el nuevo sistema de control) planteadas por él.
No hay orden perfecto. Y eso suele aprenderse cuando un niño se rebela contra las reglas de juego de los demás.
Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 8, primavera 2014, p. 55), y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.
Abel Muñoz Hénonin dirige Icónica e imparte clases en la Universidad Iberoamericana. Coordinó junto con Claudia Curiel los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental (2014).
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