Tierra de cárteles
Por Abel Cervantes | 16 de julio de 2015
Probablemente el cuarto documental de Matthew Heineman (Washington) es el trabajo audiovisual más trascendente que se ha dado a conocer sobre el narcotráfico en México. A través de una afilada crítica, el director estadounidense retrata a dos personajes fascinantes y complejos –el médico José Mireles, líder de las autodefensas de Michoacán, y Tim Foley, jefe de una organización cazainmigrantes– al tiempo que analiza la tensión entre la ciudadanía, el gobierno y el narco mexicanos.
Si el género documental deambula entre el ensayo audiovisual y el reportaje periodístico, Tierra de cárteles (2015) aprovecha las mejores herramientas de ambos para proyectar un relato tan fascinante como estremecedor. Como si se tratara de un pasaje de Breaking Bad (2008-13), en la primera secuencia del filme se aprecia a un grupo de personas haciendo metanfetaminas. La fotografía es deslumbrante: el humo que se desprende de uno de los botes donde se prepara la sustancia se esparce en el páramo como una silueta resbaladiza y etérea. No obstante, la cinta no intenta embellecer un panorama oscuro: la voz que narra los acontecimientos pertenece a uno de los químicos, que, desafortunadamente, también forma parte de la Policía Rural de Michoacán.
La cámara de Heineman no vacila en comportarse como la de un periodista que se filtra en las batallas de una guerra que se disputa a balazos. Además, consigue de primera mano los testimonios de los protagonistas de la región. ¿Cuál es la diferencia entre este relato y el que pudo haber hecho algún periodista? Quizá ninguno. No obstante, el director estadounidense logra utilizar a la lente como un arma de denuncia que sin quererse objetiva observa analíticamente la realidad sin favorecer a ningún bando. Igualmente, las muertes registradas en el filme evitan ser mostradas desde perspectivas sensacionalistas. El final de la película está íntimamente relacionado con Rebelión en la granja de George Orwell, en donde los bandos que anteriormente se despreciaban y denunciaban la corrupción del otro se confunden hasta que es imposible distinguirlos. El grupo que encabeza Mireles finalmente se integra a las filas de la Policía Rural de Michoacán, acusada de colaborar con el narco. Por su parte, Mireles deshonra sus principios. Mientras que Foley también puede ser visto como un exdrogadicto que no puede integrarse a la sociedad que dice amar. Una cinta encantadora y, paradójicamente, cruel.
Abel Cervantes es comunicólogo y editor de las revistas Código e Icónica. Colaboró en los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental (2014) con un ensayo sobre Carlos Reygadas y otro sobre Juan Carlos Rulfo, respectivamente. Es profesor en la UNAM.
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