Apuntes para una crítica de El hobbit

Apuntes para una crítica de El hobbit

Por | 9 de enero de 2013

1.- Cuando Borges escribió que antes «no había (sin duda felizmente para los niños) literatura infantil» naturalmente no contaba con las adaptaciones de la literatura infantil al cine, medio que en Occidente, y en particular en el mundo anglosajón, ha tratado a los niños como tarados irredentos. En el periodo 2012-14 los espectadores del cine de gran comercio estaremos frente a la traducción incómoda de un universo infantil a un universo infantil. Claro, incómoda, sobre todo para quienes leyeron El hobbit a la edad en la que había que leerlo, porque se convierte un texto que intenta descolocar la literatura infantil en una película –una ñoñería– donde hasta lavar platos tiene que ser divertido. La ñoñería es un signo de los tiempos y cuando se trata de niños peor: todo tiene que estar digerido y tener distinciones bien marcadas entre el bien y el mal. Da miedo incluso que Thorin no sucumba a la avaricia en el momento que eso sucede porque es un rey y un héroe, aunque sea un rey y un héroe enano.

2.- El libro de Tolkien trata de cómo las personas nimias juegan un papel a su medida en la historia, por eso, ni Bilbo Baggins ni ninguno de los enanos puede matar al dragón. La película apunta a convertirse en una épica; al parecer, le único género infantil además del de las Princesas. Una prueba de ello es que ya se buscó un enemigo a la altura de Thorin: el orco Azog. Thorin, en la versión fílmica, le corta un brazo a Azog en la Batalla de Azanulbizar, y descubre de la peor manera que no estaba muerto como él pensaba. Seguramente en la última batalla habrá un encuentro climático entre ellos dos para que Thorin, que es un rey y un héroe, no acabe frente a enemigos informes como en el libro y como debe de pasar en una guerra común y corriente. Si ha de quedar algún indicio del lugar de los nimios en la película seguro será en Bilbo. (Dato freak: Tolkien mata a Azog en la batalla en que Jackson y sus secuaces lo dejan vivo, y no a manos de Thorin sino de un tal Dáin.)

3.- El hobbit tiene apenas unas 200 páginas, claramente insuficientes para nueve horas de cine o más. Para ello se ha inventado eventos (casi todo en la aparición del mago Radagast, por ejemplo) y se ha descolocado otros (el Consejo Blanco, por ejemplo). Lo que extraña es que Peter Jackson tan fiel al texto de El Señor de los Anillos haya optado por alterar tanto éste. O no. Justamente eso es lo que no extraña y no extraña por algo tan sobado que hasta molesta decirlo: el concepto de trilogía es un negocio redondo –aunque, claro esta trilogía no es una trilogía sino una película dividida en partes. Y para que el negocio sea redondo parece se está optando por todas las apuestas seguras dentro de los parámetros de la épica infantil. Lástima, porque aun apegándose al texto El hobbit era una apuesta comercial asegurada.

4.- ¿Valdrá la pena escribir una crítica en forma de El hobbit?

 

Este texto se publicó originalmente en la edición web de la primera etapa de Icónica (iconica.cinetecanacional.net, 9 de enero de 2013), y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.


Abel Muñoz Hénonin dirige Icónica como parte de las funciones que desempeña como subdirector de Publicaciones y Medios de la Cineteca Nacional e imparte clases en la Universidad Iberoamericana. Coordinó junto con Claudia Curiel el libro Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012).