Amor mío
Por José Luis Ortega Torres | 19 de mayo de 2016
Sección: Crítica
Directores: Maïwenn
Inesperadamente el Jurado del festival de Cannes 2015 brindó su premio a Polissía (Polisse, 2011), tercer largometraje como directora y guionista de la también bellísima actriz Maïwenn , una suerte de episodio francés alargado de La ley y el orden: Víctimas especiales (Law & Order: Special Victims Unit, 1999 a la fecha), aunque de carga dramática muy superior a la serie televisiva. Ello provocó que de manera automática su siguiente filme, Amor mío (Mon roi, 2015), entrara directo a la Selección Oficial de Cannes 2016, donde Maïwenn se tuvo que conformar esta vez con el premio a la mejor actriz para su protagonista Emmanuelle Bercot, también presente en Polissía como una agente que salvaguarda el bienestar infantil.
Amor mío, también escrita por la propia realizadora, más que la historia de amor convencional que sugiere su título de estreno en México, muestra el cuadro de obsesiones-posesiones-estira-y-afloja de una pareja que se acuesta de repente, tras unas cuantas horas de conocerse. Tony es una mujer entrada en la madurez que andando de antro con su hermano menor y la novia de éste encuentra en la pista de baile a Georgio (Vincent Cassel), un atractivo cuarentón a quien torpemente intenta acercarse con el pretexto de haberlo conocido antes, sin que él la reconozca. No obstante, al final de la noche, él se aproxima a ella y nace entonces una historia de amor a primera vista que, como suele ocurrir, esconde la real personalidad de los inmiscuidos.
Maïween (Les Lilas, 1976) desarrolla su filme a partir de un evento traumático para Tony, donde su cuerpo lastimado es el reflejo físico de su espíritu igualmente quebrado. A partir de secuencias paralelas entre los principales momentos de su pasado compartido con Georgio y su rehabilitación física en un centro médico a pie de playa, veremos el proceso inverso de esta pareja que va del enamoramiento al descubrimiento –cuando la norma casi siempre indica que debe ser al revés– y así descubrimos la simpatiquísima patanería cute del macho dominante, a la par de la dependencia erótico sentimental que alcanza lo patético de la dama anhelante. Eso sí, ninguna de las partes de la pareja puede, ni debe, culpar a la otra: cada uno tiene lo que pide, aunque puede ser menos de lo que merece.
Ambos son seres incompletos que buscan llenar sus carencias: él quiere un hijo, ella se lo da. Ella necesita seguridad tras un primer matrimonio frustrado, él se la proporciona; pero, ¿hasta dónde están dispuestos a curarse mutuamente? Él no abandona sus usos, costumbres y despampanante exnovia, y ella lo acepta. Cede desde su vientre hasta su amor propio y él, gustosamente, también acepta. Parece que no hay compromiso establecido, y sin embargo, las cosas cambian tras el nacimiento de un bebé que los ancla: aunque físicamente están separados por unas cuantas casas o por un continente entero, permanecen más enganchados que nunca. La asfixia se siente y ambos la padecen. No pueden separarse, aunque se dañen.
Pero, si bien es cierto que el juego es de ida y vuelta, será Tony quien más pronto sucumba reiteradamente ante la seducción perversamente inocente de quien ofrece un vaso medio vacío que, de momento –siempre “de momento”– satisface la sed de atención, amor y sexo de Tony. Georgio le llega a restregar en la cara su decisión: «Estás conmigo por lo que soy, te gusto por lo que soy», o algo así… Aquí es donde se entiende mejor que nunca el sentido del título original de la película: Mon roi. Mi rey. Mi señor. Mi amo.
La sumisión no sólo aceptada, sino también pretendida, será y estará hasta el último de los días, aún después de que Tony provoque una ruptura en apariencia desintoxicante a partir de urdir la mentira de un nuevo amasiato, lo que dará a Georgio el golpe final. El macho alfa falsamente desplazado, la ignorará en adelante, y la verá de reojo sólo para conveniencia del vástago, aunque ella juguetonamente le busque la mirada y recorra el rostro de su amor fragmentado, tan roto e incompleto como fue su historia desde el principio de los días. En Amor mío, Maïwenn logra una radiografía dolorosa de una no-historia de amor en los días contemporáneos, segmentada tal y como se segmentan las relaciones cortadas a partir de las individualidades que las conforman, sin llegar ya a ser verdaderamente parejas. Esta propuesta venida desde un punto de vista femenino es, sin dudarlo, refrescantemente nihilista.
José Luis Ortega Torres es fundador y editor de revistacinefagia.com y Subdirector de Publicaciones en la Cineteca Nacional. @JLOCinefago
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