Las aventuras de Tintín: El secreto del

Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio

Por | 1 de junio de 2012

Si los remakes, precuelas y secuelas poseen una reputación polémica, ya ni hablar de aquella que poseen las adaptaciones fílmicas de cómics o historietas. Sin duda, la oleada de adaptaciones de cómics al cine que se ha dado en la última década ha sido tan condenada por cinéfilos y críticos porque perciben esta literatura como algo mísero, de baja calidad y que empobrece la narrativa fílmica. Por supuesto, si se aventuraran a explorar la diversa oferta de este arte secuencial tendrían otra perspectiva. De menos deberían preguntarse si es justo condenar al cine cuando ha comenzado a poner interés en la historieta, cuando podrían haberlo hecho ya desde que el cine comenzó a explotar la novela como materia prima de sus historias… Es decir, además de que no hay medios puros, el cine es, igualmente, un medio de naturaleza refritera.

Dejando claro lo anterior, podemos decir que Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio (The Adventures of Tintin: The Secret of the Unicorn, 2011), se trata de una notable y motivante carta de amor a un medio extraordinario, la historieta, además de un tributo a una obra de arte del pasado siglo: la serie de Tintín, historieta belga con más de 80 años de haber sido creada por Hergé, y que durante un periodo de más de cuatro décadas evolucionó marcadamente a la par de que desarrolló su narrativa pictográfica.  Un tándem, compuesto por Steven Spielberg (Cincinnati, 1946) y Peter Jackson (Wellington, Nueva Zelanda, 1961), en la dirección y producción, y otro, no menos geek, compuesto por Edgar Wright (Poole, Inglaterra, 1974), Steven Moffat (Paisley, Escocia, 1961) y Joe Cornish (Londres, 1968) en el guión. Todos ellos, fans declarados de la serie de Hergé, son los responsables de este filme, basado en el álbum El secreto del unicornio, que data de 1944. 

El resultado, tanto en captura de movimiento como en 3D, es un espectáculo visual y sonoro que respeta en su justa medida la obra original, adaptándola de forma notable al cine, y cuyo motor es la admiración por una obra de arte. Y como el tributo es sincero, no erraron en el camino.

 

Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 1, verano 2012, p. 60) y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.


Mauricio Matamoros Durán, coeditor de Icónica, está a cargo de la hemeroteca del Centro de Documentación de la Cineteca Nacional.