Las razones del corazón
Por José Antonio Valdés Peña | 1 de junio de 2012
Sección: Crítica
Temas: Arturo RipsteinLas razones del corazónPaz Alicia Garciadiego
Desde que comenzaron su mancuerna creativa hace poco más de veinticinco años, el cineasta Arturo Ripstein (ciudad de México, 1944) y la escritora Paz Alicia Garciadiego (ciudad de México, 1949) han efectuado una odisea única a través de los senderos del melodrama fílmico, el género más prolífico de nuestra historia. Pero su mirada es a través del espejo negro de la tragedia, por lo cual las madrecitas abnegadas del melodrama clásico terminan en el universo ripsteiniano provocando la destrucción de su propia sangre, como ocurre en Principio y fin (1993) o Así es la vida… (1999). El amor llevado a los extremos del romanticismo en ese mismo mundo se transfigura en amores echados a perder que llevan a sus protagonistas a la desolación y la muerte, como en Mentiras piadosas (1988) o Profundo carmesí (1996).
Las razones del corazón (2011) es un nuevo eslabón en este rosario. Inspirada en Madame Bovary, la máxima heroína de Gustave Flaubert, la cinta no intenta ser una puesta al día del texto sino una reflexión sobre el peso real del adulterio en el mundo moderno y el enfrentamiento de la protagonista –magistralmente encarnada por Arcelia Ramírez– con sus culpas como mujer, amante y madre. Filmada en un contrastado blanco y negro que remite a los clásicos del melodrama cinematográfico, Ripstein se adentra en las venas de un personaje para quien su carne es como un disfraz, y que desea a toda costa escapar de una realidad asfixiante, similar a una cadena perpetua.
Rodeada por un México reconocible, la protagonista de Las razones del corazón se entrega a su pasión dolorosa con los mismos vicios de su gemela literaria, intentando vivir a toda costa, recurriendo incluso a la humillación o el absurdo, en una fantasía que se desmorona ante la realidad, entre un amante menguante y un marido apocado, entre una hija que reclama amor y acreedores que piden su paga. Porque en el universo ripsteiniano no hay salidas. Porque ese mundo carece de los colores brillantes de las utopías. Porque la vida es canija y no hay forma de echar la para atrás.
Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 1, verano 2012, p. 59) y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.
José Antonio Valdés Peña es jefe de la Redacción del área de Publicaciones y Medios y vocero del área de Programación de la Cineteca Nacional. Conduce la sección “Miradas al cine” del noticiero matutino de Canal Once e imparte clases en el Centro de Estudios en Ciencias de la Comunicación.
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