Democracia en blanco y negro

Democracia en blanco y negro

Por | 1 de enero de 2015

El blanco y el negro a los que alude el título no hacen referencia ni a la fotografía ni a la dicotomía racial en un país como Brasil. A principios de los 80 la fotografía en blanco y negro –estética testimonial del siglo XX por excelencia– había cedido su terreno ya al color y el video avanzaba sobre la soberana tecnología televisiva; el mestizaje, o al menos la coexistencia regular de la población negra y la de origen europeo, por otro lado, llevaba largo tiempo consolidada en la geografía social brasileña. La dictadura política que sometía al país desde 1964, sin embargo, se mantenía en el poder, y aunque en esencia ya no ostentaba la fuerza que tuvo a finales de los 60, seguía manteniendo el control tanto de las instituciones estatales como de los principales medios de comunicación, incluida, por supuesto, la poderosa red de televisión Globo (para mayores y actuales referencias, la Televisa de Brasil).

Digamos que de una manera u otra y, por supuesto, en circunstancias variables, la historia reciente de la mayoría de los países latinoamericanos podría sintetizarse a ese sucinto y lamentable relato histórico. Y es, sin embargo, también a partir de las formas populares de resistencia ante estas circunstancias que podemos reconocer ciertos rasgos de identidad.

Pensando desde un sistema de estereotipos, en el concepto cultural de Brasil, el futbol se convierte en un elemento difícilmente disociable, como el rock en el concepto de Gran Bretaña y la tecnología en el concepto de Japón. No es nada gratuito. Sin lugar a dudas, tanto a nivel social como cultural, el llamado por los medios de comunicación «deporte más popular del mundo» se ha arraigado de manera tan profunda en la cultura brasileña que la existencia cotidiana de una parte considerable de su población encuentra en el ritual del juego o la afición una práctica ordenadora del mundo. No exagero: en Brasil, la pertenencia a una “hinchada” constituye un valor prácticamente hereditario que amerita una postura mucho más que deportiva.

En Democracia en blanco y negro (Democracia em Preto e Branco, 2014), el documental de corte histórico y filiación de izquierda del director carioca Pedro Asbeg, alguno de los muchos periodistas y músicos que brindan su testimonio lo dice con toda claridad: «Para mi generación, durante esos años a finales de la dictadura, había tres cosas que importaban en la vida: política, rock y futbol».

Aunque en la película de Asbeg (Londres, 1975) el futbol parece ser el tema central, es en realidad el cruce de estos tres elementos lo que tonifica al argumento. Sí, el futbol ha sido y es –y probablemente será– una especie de religión para el imaginario citadino brasileño, pero también lo es la música, y la conjunción de ambos puede derivar en el surgimiento o fortaleza de una ideología política. En el caso de São Paulo a principios de los 80, la llamada “democracia corinthiana”, un particular movimiento que combinó la potencia musical del rock juvenil (con bandas tipo Talking Heads) con la fuerza repentina de un equipo que insólitamente subió como la espuma de la mano de un director técnico con estudios en sociología: el Corinthians.

Democracia en blanco y negro se enfoca casi principalmente en la figura del líder moral del Corinthians (con la famosa playera a rayas negras sobre fondo blanco del equipo) y su personalidad multifacética: el médico, estrella de futbol y activista prodemocracia Sócrates, un tipo que junto a sus compañeros, un puñado de jugadores profesionales a mitad de camino entre el activismo político y el estilo desaliñado y liviano del rock and roll, influenciaron a una parte importante de la juventud paolista en su rechazo al stablishment conservador del gobierno.

Lo que Asbeg logra mejor en su retrato del equipo y sus estrellas (Wladimir, el negro explosivo cazador furtivo de goles; Walter Casagrande, el centro delantero juvenil con look y temperamento de Robert Plant; y el propio Sócrates) es la definición de un movimiento cultural que convirtió al futbol en brazo atlético de la Tropicália al mejor estilo de Chico Buarque.

 

Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 11, invierno 2014-15, p. 43) y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.


Gustavo E. Ramírez Carrasco es editor en el Departamento de Publicaciones y Medios de la Cineteca Nacional. Contribuyó con un estudio sobre la obra de Pedro González Rubio al libro Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Documental (2014). @gustavorami_