Sobre la otra Hermione y la hegemonía d

Sobre la otra Hermione y la hegemonía de la imagen

Por | 29 de diciembre de 2015

Cuando se anunció que la actriz negra, Noma Dumezweni (Suazilandia, 1969), interpretará a Hermione en la secuela teatral de Harry Potter, se desató una serie de comentarios manifestando opiniones encontradas. Es poco lo que se sabe sobre Harry Potter and the Cursed Child (J.K. Rowling, Jack Thorne y John Tiffany): la obra retoma la historia en donde se quedó el séptimo episodio de la saga y girará alrededor de Albus, el hijo mayor de Harry, y el conflicto que se desata en él al verse obligado a cargar con el peso de la figura que representa su padre. A juzgar por esto y las limitaciones que implica una puesta en escena teatral en comparación con la producción cinematográfica, es evidente que se trata de otra faceta dentro del mismo universo; entonces, ¿por qué se desató semejante debate a raíz del anuncio?

La historia de Harry Potter como fenómeno cultural es reciente y ha evolucionado en un plazo relativamente corto. Entre la publicación del primer libro, Harry Potter y la piedra filosofal (Harry Potter and the Philosopher’s Stone, 1997), y el lanzamiento de su adaptación cinematográfica pasaron escasos cuatro años. Existe una generación de lectores que tuvo acceso a la historia antes de que existieran los referentes cinematográficos; existen también otras generaciones cuyo primer acercamiento al universo de Harry Potter fue a través de las películas. Incluso si hubieran decidido leer los libros antes de verlas, el fenómeno mediático termina dirigiendo la lectura en cierto grado. Muy probablemente, conocieron los rostros de Daniel Radcliffe, Rupert Grint y Emma Watson antes de leer las descripciones de Harry, Ron y Hermione.

Si nos remitimos estrictamente a los datos otorgados por el libro, son pocos los casos en los que se especifica la raza de algún personaje como factor fundamental en su construcción –en el caso de los Weasley, por ejemplo, resulta importante el hecho de que sean una familia enteramente pelirroja. En la primera aparición de Hermione, nos es descrita como «una niña con voz mandona, cabello café rizado y abundante, y grandes dientes incisivos». Nada sobre la piel: cada lector tiene la libertad de crear su propia versión del personaje. Por otro lado, a lo largo de la historia se hace énfasis en su condición de «sangre sucia» –«mudblood», término despectivo que se utiliza para señalar a los descendientes de padres «muggle», o no magos–: desde el principio es objeto de otro tipo de discriminación y esto detona un conflicto importante en ella. La discriminación en el mundo mágico no tiene que ver con la tez, pero sigue respondiendo a cuestiones genéticas e ideas de pureza que conforman así un vínculo importante con el mundo fuera de los límites de la ficción. Resulta irónico que ahora, en espera de la secuela, haya quien se oponga a esta nueva representación exigiendo continuidad respecto al ícono cinematográfico.

Me viene a la mente la revelación de hace algunos años sobre que Dumbledore sería gay.² A partir de esto, se desató toda una controversia entre los fans (una de ellas preguntó vía Twitter por qué nadie lo había notado, a lo que la autora respondió: «¿Quizá porque la gente gay… parece gente?»³). El lector de un texto literario necesariamente debe concebir imágenes, mientras el espectador de cine no puede hacerlo al ser éstas parte de su materia: si un lector promedio es propenso a asumir ciertos datos que no fueron explicitados, los encargados de adaptar una obra literaria al lenguaje cinematográfico están aun más expuestos a este riesgo –la interpretación popularizada puede dirigirse así hacia zonas que poco tienen que ver con el universo original. Se vuelve necesario pensar hasta qué punto el público ha incorporado en su imaginario la cultura visual proveniente de aquello proyectado en las pantallas y hasta dónde los límites definidos condicionan otro tipo de manifestaciones artísticas. Finalmente, las películas son una lectura más del texto; mientras la obra de teatro, aunque se desprende de la misma historia, es, a su vez, todo un nuevo texto.

Hablar acerca de los debates sobre la preferencia sexual de Dumbledore o la raza de Hermione pone sobre la mesa otras discusiones mucho más amplias: es necesario revisar el tema de la representación de las minorías en las industrias culturales. Un estudio sobre las audiencias de cine y televisión realizado en 2011 arrojó datos que manifiestan la percepción de los espectadores de Reino Unido: predomina la idea de que las minorías étnicas son retratadas normalmente como “piezas simbólicas” a las que les falta una visión más justa y representativa; también existe la opinión de que la preferencia sexual de los personajes gays es utilizada normalmente como su rasgo principal.⁴  En épocas recientes –acentuándose en años posteriores al estudio– han surgido representaciones de los héroes en el cine y la televisión que parecen estar explorando nuevos horizontes: las protagonistas de cintas como Mad Max: Furia en el camino (Mad Max: Fury Road, George Miller, 2015) y Star Wars: El despertar de la fuerza (Star Wars: The Force Awakens, Disney, 2015) son mujeres fuertes; uno de los personajes principales de la serie de Netflix, Orange Is the New Black(Jenji Kohan, 2013-15), es interpretado por Laverne Cox, actriz transexual y negra, por mencionar algunos ejemplos. Tendríamos que preguntarnos entonces, ¿hasta dónde estas nuevas figuras cristalizan un punto de vista realmente incluyente? ¿Se trata de una tendencia o un cambio de enfoque duradero? Habrá que seguir al pendiente de esta potencial diversificación de las miradas y las representaciones.

El caso de la obra de Harry Potter se coloca en un intersticio al tener una audiencia limitada por su condición de espectáculo teatral y, a la vez, remitir a un universo popularizado mundialmente por la serie de películas (Heyday Films y Warner Bros., 2001-11). En la saga, todos saben quién es Harry Potter; fuera de los límites de la ficción, parece que también: la oleada abrumadora de reacciones frente a la noticia nos invita a pensar en asuntos como la hegemonía de la imagen, la inmediatez de los íconos pop y la formación de públicos a partir de todo ello. Tal vez esta decisión incorpore una invitación para el lector/espectador a explorar, nuevamente, otras formas de narrar y recibir historias. Tal vez, también, se pone en incómoda evidencia la supervivencia de estos prejuicios sin sentido.


¹ J.K. Rowling, Harry Potter and the Sorcerer’s Stone, Scholastic Press, Nueva York, 1998, p. 105.

² La autora declaró esto durante una sesión de preguntas y respuestas en el Carnegie Hall de Nueva York. Aquí una de las varias notas al respecto: “Dumbledore was gay, JK tells amazed fans”,The Guardian, Londres, 21 de octubre de 2007.

³ “Una respuesta de J.K. Rowling sobre un Dumbledore gay revolucionó internet”, CNN, México, 25 de marzo de 2015.

Portrayal Vs. Betrayal: An Investigation of Diverse and Mainstream UK Film Audiences, UK Film Council, Londres, abril de 2011.


Ana Laura Pérez Flores es licenciada en Comunicación Social por la UAM-X y coordinadora editorial de Icónica.