Las buenas maneras

Las buenas maneras

Por | 27 de septiembre de 2018

Sección: Crítica

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Para Clara Macedo, la entrevista de trabajo que tendrá con Ana, habitante de un departamento ubicado en el opulento mall Bosque Cristal de la ciudad de São Paulo, será el inicio de una maternidad tanto inquebrantable como voraz. ¿La razón? El surgimiento de una complicidad fraternal con quien será su jefa, una solitaria y misteriosa joven embarazada cuya verdadera identidad emerge cada noche de luna llena. Esta complicidad tendrá como germen un contrato sentimental marcado por recuerdos y miedos, anhelos y preocupaciones que materializan el lado más amable de la condición humana, aquí presentada dentro de un baluarte envuelto por las diferencias de clase y la solidaridad.

Las primeras escenas de Las buenas maneras (As Boas Maneiras, 2017), dirigida por Juliana Rojas (Campinas, 1981) y Marco Dutra (São Paulo, 1980), muestran el castillo al que llega Clara (Isabel Zuaa): una fortaleza luminosa de paredes claras que contrastan con el color de su piel, la textura de su cabello y el grueso de sus labios. Esta primera parte del cuento de hadas (evidenciado desde los créditos) en el que se sumergirá Clara tendrá como eje la confabulación maternal construida entre empleada y empleadora. La relación entre Ana (Marjorie Estiano) y Clara parece ser simple: se muestran los ultrasonidos de la joven embarazada, las atenciones de su empleada y el surgimiento de un amor marcado por una salvaje carnalidad y una fidelidad ineludible. No obstante, el embarazo de Ana poco a poco adquirirá un rol importante al navegar entre las marcas de una feminidad fraternal de cara a la penumbra de la noche. El resultado es una compasión, más que un temor, surgida desde la figura mitológica del hombre lobo.

Este desarrollo de la primera parte del metraje, que tiene como telón de fondo la brecha social que coexiste en Brasil, se retrata con una gama de colores e imágenes que realzan el tono fantástico de la historia, aunque los realizadores esquivan las marcas morfológicas que muchas veces en los cuentos clásicos se tornan hacia el «…y vivieron felices para siempre». En vez de ello, las dos protagonistas se van sumergiendo en una atmósfera inquietante, hilada por dos mutaciones: una biológica y una psicológica. Ambas transformaciones serán importantes para el desarrollo de la segunda parte del filme.

Después de que Ana se ausenta, la complicidad que en un inicio unió a las dos mujeres se transforma en una alianza entre el amor y la experiencia de los adultos con la volatilidad de las nuevas generaciones. El escenario ya no es el castillo del lujoso mall, sino las casas enclavadas en los barrios paulistas, habitadas por una galería de personajes que enfatiza aún más la parábola social por la que atraviesa Brasil. Ahí Clara criará a Joel, quien lamentablemente heredó los dones de su progenitora. Ya con otro aspecto, la mujer intenta darle al niño una vida saludable. Pero los directores siempre mantienen su advertencia: el fondo sigue siendo un país dominado por el establishment.

Sin que este aspecto marque la directriz del largometraje, los directores configuran una fábula donde converge el aura fantástica de los cuentos de hadas con una realidad política que muchas veces cae en la victimización. Sin embargo, Rojas y Dutra no orientan su relato hacia la crítica social; al contrario, reinterpretan los conceptos morfológicos del cuento clásico literario para traducirlos en una historia que recorta la miseria en favor de un artificio narrativo en el que el cariño y la maternidad surgen como fuerzas motoras para aceptar lo insólito, para abrazar los ojos amarillentos y las garras de un infante que tendrá que sobrevivir a la furia de una sociedad que muchas veces no acepta lo diferente. De ahí que el nacimiento de Joel y los rituales que se le enseñan para ser aceptado, tengan como medio las “buenas maneras” que aprenderá de quien, quizá, verdaderamente es su madre.


Edgar Aldape Morales es asistente editorial en la Cineteca Nacional. Formó parte de Talents Guadalajara 2018.