La casa Emak Bakia

La casa Emak Bakia

Por | 1 de abril de 2013

Toda película, cualquiera que sea la fórmula utilizada para su construcción, representa una búsqueda, y toda búsqueda, cualquiera que sea el objetivo que la motive, involucra un camino que modificará irreversiblemente el sentido que le dio lugar. A mediados de los años veinte, el fotógrafo, pintor y artista multimediático Man Ray se embarcó en una búsqueda particular cuyos fines concretos probablemente no iban más allá de la experimentación formal con un medio que parecía tener posibilidades infinitas; la deconstrucción narrativa del cine era el camino que debía conducir a su liberación expresiva. En ese contexto, donde la subversión estética e ideológica del dadaísmo, el futurismo y otras vanguardias dotaba de sentido a la obra de pioneros de la experimentación fílmica como Dziga Vértov, Hans Richter o Jean Vigo, sin imaginarlo, con Emak-Bakia (1926), uno de los cortometrajes dirigidos y fotografiados por él en la década de los 20, Ray sentaba también las bases de una búsqueda arqueológica y emotiva futura a través de la imagen en movimiento.

A Ray y a Oskar Alegria, director de La casa Emak Bakia (2012), documental que se erige sobre la búsqueda de la casa en la costa vasca en donde el artista estadounidense filmó su película de 1926, no los une ninguna clase de lazo geográfico o cultural. De existir, su única filiación podría delinearse, tal vez –sólo tal vez–, a través de la constitución poética de una forma de mirar y percibir el mundo como una sucesión espaciotemporal lúdica. Mientras Ray ensaya con la experiencia cinematográfica en su capacidad plástica (movimientos de cámara, manipulación atípica en la puesta en escena e intervención física del material fílmico) con el fin de detonar la poética intrínseca de los objetos y las situaciones registradas, Alegria (Pamplona, 1973) recicla sus métodos para poner en práctica una provocación audiovisual a la complejidad del azar; ambos experimentos son notables, sorprendentemente complementarios, y presentan juntos, una potente superposición de ideas con más de 80 años de distancia entre sí.

Con sólo tres planos como referencia en Emak-Bakia (imágenes breves de la entrada principal, las columnas estilizadas de un balcón y un paneo de la playa en la que se ubicaba), la tarea de encontrar la casa donde fue filmada la película de Ray en un pueblo sin registro ni memoria de ella no era en absoluto una tarea fácil. Para desarrollar La casa Emak Bakia, Alegria, periodista, fotógrafo, documentalista y cronista de viajes para El País (entre otras cosas), inicia su búsqueda en Biarritz para irla expandiendo poco a poco a través de hallazgos y coincidencias por varias ciudades de Europa. Si bien las digresiones constantes, a medio camino entre la exploración poética personalísima y la recolección frenética de pistas, desvían por tramos la crónica azarosa de este seguimiento inusual, la dirección en su conjunto conduce a la misma idea: el destino y el azar como poderosas fuerzas subyacentes a la naturaleza caprichosa y circunstancial del mundo.

Del hallazgo material de la casa, cuyo nombre, Emak Bakia –que significa “déjame en paz” en euskera–, fue tomado por el filme experimental de 1926, al encuentro con una princesa rumana de casi cien años que la habitó –coleccionista de estampillas postales de elefantes y prima del escritor ruso Vladimir Nabokov–, la película de Alegria nos sumerge en un torrente de descubrimientos que rebasa por mucho el sentido de la búsqueda original. Al lado de un estilo narrativo que divide la trama en segmentos ilustrativos de una idea que va tomando cuerpo, la intervención de cada uno de estos descubrimientos por parte del autor (a partir, por ejemplo, de la integración de elementos sonoros construidos junto con los hallazgos documentales, y que se integran a él de manera orgánica) conforman un bloque difícil de definir, pero cuya consistencia y potencia final son innegables.

 

Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 4, primavera 2013, p. 46) y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.


Gustavo E. Ramírez Carrasco es el editor web de Icónica. También es redactor en el área de Publicaciones y Medios de la Cineteca Nacional.