Into the Abyss

Into the Abyss

Por | 1 de enero de 2013

En el cine estadounidense más extendido, donde usualmente la espectacularidad representa un vistoso envoltorio para los discursos oficiales –encubiertos en la ensoñación tecnológica o las fantasías sociales–, los indicios de un lavado de cerebro sistemático tiñen buena parte de las narrativas. Into the Abyss (2011), uno de los dos documentales del ya mítico realizador alemán Werner Herzog que abordan el sistema carcelario y la lógica punitiva en el sur de Estados Unidos (el otro es On Death Row, también producido en 2011), fermenta las ideas de libertad y justicia que alimentan al discurso hollywoodense convencional para arrastrarnos a uno de los lados oscuros del poliedro cultural de aquel país. En ejemplar acto de combustión cinematográfica, la intrusión de Herzog  en el escenario de un crimen siniestro ocurrido más de diez años atrás, disecciona una forma particular del American way of life y pone en evidencia, así, el absurdo de un sistema social que se eclipsa en la falta de sentido.

En octubre de 2001, sólo un mes después de que los ataques al World Trade Center de Nueva York y otros centros de poder en la Unión Americana conmocionaran a la comunidad internacional –que atestiguó por televisión o internet la crisis global del capitalismo desde al menos uno de sus puntos más representativos–, en Conroe, una pequeña ciudad al este de Texas, dos jóvenes asesinaron a sangre fría a una mujer en la cocina de su casa. El motivo del asesinato, efectuado con una escopeta de alto poder, fue el robo de un auto deportivo (un feísimo Camaro rojo) estacionado en la cochera de la residencia. Como parte del mismo objetivo, esa misma noche, Michael Perry y Jason Burkett, los asesinos (ambos en los linderos de los veinte años de edad), acabaron también con la vida de dos conocidos más, e igual que como hicieron con la mujer, ocultaron sus cuerpos en las inmediaciones de la localidad.

Hasta aquí, el caso abordado por Herzog (Múnich, 1942) en Into the Abyss, podría alimentar la trama de un capítulo televisivo de investigación criminal en Discovery Channel. Los materiales de archivo utilizados en la reconstrucción de los hechos y los testimonios a cuadro de familiares de las víctimas y policías, mantienen a la película en una dimensión descriptiva. La ya conocida y muy particular visión del director alemán, autor de algunas de las incursiones más arriesgadas en el cine de los últimos ¡cuarenta años!, se encargará de complejizar, apenas superado el sobrevuelo descriptivo, los motivos y las implicaciones de lo sucedido en Conroe, poniendo especial énfasis en la idea, siempre errática, de justicia para un sector de la población que se sume en la violencia secreta: ojo por ojo… la nada.

A través de íntimas entrevistas con ambos acusados del multihomicidio, Burkett cumpliendo una condena de por vida en una prisión federal, y Perry a menos de una semana de ser ejecutado en un pabellón de la muerte de Texas, el filme de Herzog transita a un territorio distinto: se convierte en una especie de estudio interior de la violencia social de un sector cultural, y critica, de paso pero enérgicamente, el recurso de la pena capital como mecanismo de justicia legítima auspiciada por el Estado. Perry y Burkett, cada uno desde su propio cautiverio, interactúan con la mirada del director para adquirir una dimensión abstracta que los distancia de la simplicidad maniquea. Su humanización, proporcional a la exploración filosófica a la que tanto ellos como nosotros (los espectadores de toda obra herzogiana) somos sujetos, no responde a un enfoque ético deliberado o a una posición moral; parece tratarse, más bien, de una forma particular de perplejidad en la que por un momento y en medio de la sala oscurecida, nos encontramos.

Into de Abyss podría no ser la pieza más sofisticada en la filmografía de uno de los directores que ha llevado al cine a una de sus formas más impredecibles, sin embargo, no nos defrauda. Como casi todas las películas del autor de El hombre oso (Grizzly Man, 2005), logra degradar la rigidez de nuestros conceptos más primarios para aniquilar, sin concesiones, toda posibilidad de una visión unilateral.

 

Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 3, invierno 2012-13, p. 63), y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.


Gustavo E. Ramírez Carrasco es el editor web de Icónica. También es redactor en el área de Publicaciones y Medios de la Cineteca Nacional.