Los adioses

Los adioses

Por | 30 de agosto de 2018

Rosario, siendo una joven estudiante, conoce a un hombre que se convertirá en su gran amor. Él, Ricardo, se va con otra para después dejarla y regresar. Pasan los años, Rosario se reencuentra con Ricardo, decide perdonarlo y hacer una vida a su lado. Rosario sufre, resiste e intenta conciliar en igual medida. Ricardo no parece más que un lastre. Mientras tanto, ella da clases y escribe. Rosario deja a su gran amor (no es un spoiler, es historia). Al final, nos quedamos en puntos suspensivos mientras Rosario nos interpela con la mirada. La película termina. Sabemos, también por la historia y el texto antes de los créditos, que Rosario Castellanos siguió haciendo cosas grandes hasta que murió joven. Los adioses resume así un capítulo que pretende retratar a una de las voces más prominentes de la literatura y el feminismo latinoamericanos pero, ¿realmente podemos hablar de un retrato cabal, de una representación justa?

El conflicto constante que vemos en pantalla es la tensión entre la ideología de una mujer y su vida privada al lado de un hombre que encarna todo aquello a lo que se opone. El amor, un amor doloroso, que más que un apoyo o una compañía, funciona como un yugo.

Rosario Castellanos (Karina Gidi/Tessa Ia) conoce a Ricardo (Daniel Jiménez Cacho/Pedro de Tavira) en la universidad. Él, rápidamente, se ve atraído por su inteligencia, por sus letras y su aparente altivez. Con saltos en el tiempo, la cinta parece indicar que su relación no evolucionó mucho a través de los años –está ahí el claro ejemplo del montaje simultáneo con la pareja joven y la pareja adulta teniendo relaciones sexuales, ambos Ricardos seductores, atrevidos; ambas Rosarios aparentemente desarmadas en su pudor y deseo frente al hombre amado. Hubo, entre un episodio y el otro, años de aprendizaje y experiencias que no se ven reflejados. Hay un hueco que sabe a falta de respeto frente a una mujer que, como todas, como todos, es una persona hecha, completa, sin necesidad de que sea establecido como eje conductor de su vida su relación con otro.

Las intenciones de Los adioses (Natalia Beristáin, 2017) en cuanto a la recuperación de una voz clave en la historia de la lucha feminista latinoamericana son valiosas, sin duda. Pero la representación de Castellanos cae en uno de los grandes vicios de las representaciones de las mujeres en una época tan sedienta de reivindicación. No es suficiente con observar la superficie, tampoco con caracterizar como villanos a los otros que, al igual que una mujer que pugna por defender los derechos de las mujeres, parten de una educación patriarcal que, para ser derrocada, hace falta desmenuzar, cuestionar. Ni Ricardo tendría que ser la encarnación absoluta de la opresión, ni Rosario una víctima indefensa de sus sentimientos. Hay mucho más ahí que exige ser abordado, sobre lo que es indispensable reflexionar si el objetivo es plasmar, aunque sea en un breve episodio, los matices y dificultades de ser mujer en el siglo XX, u hoy.

En la secuencia donde sucede el clímax de la cinta, se empalma un discurso pronunciado por Rosario en el Día Internacional de la Mujer de 1971 con su conflicto con la maternidad y la violencia de su pareja. Los fragmentos elegidos son conmovedores y acompañan a la perfección lo que el personaje está sufriendo en el momento. Pero citar siempre es tramposo. Ni una obra puede ser abarcada honestamente a partir de una cita, ni la vida de una mujer puede ser representada a partir de su conflicto con su marido. Justo después de uno de los fragmentos recitados por Karina Gidi, Castellanos escribe lo siguiente –que no aparece en la cinta–:

Si nos proponemos construir un feminismo auténtico, pero sobretodo, eficaz, tenemos que partir de otros postulados, el primero de los cuales sería la investigación acuciosa, el conocimiento lo más exacto y puro que pueda alcanzarse del complejo de cualidades y defectos, de carencias y atributos, de aspiraciones y limitaciones que definen a la mujer.

Es cierto que no hay biografía que pueda ser lo suficiente extensiva, en cada intento habrá algo que quede fuera. Pero sobre Los adioses pueden plantearse una serie de dudas clave: ¿habría sido mejor retomar un periodo más corto de la vida de Castellanos para alcanzar mayor profundidad en el retrato? Y, aún más importante, ¿son las humillaciones, los daños, lo único que vale la pena rescatar para construir a una mujer fuerte en la pantalla? ¿Es suficiente un final aparentemente satisfactorio o empoderador para retratar la lucha de toda una vida?


Ana Laura Pérez Flores edita Icónica y es asistente editorial en Cal y Arena. @ay_ana_laura