Heroínas o “mujeres bellas y fuertes

Heroínas o “mujeres bellas y fuertes”

Por | 2 de febrero de 2016

Cada vez vemos más personajes femeninos fuertes en las películas y series de televisión; sin embargo, la simple categoría -o lugar común- de “mujeres fuertes” se queda corta frente a la complejidad que exige la construcción de un personaje multifacético y desemboca, en muchos casos, en ciertos estereotipos que siguen sobreviviendo a pesar de la bandera de la diversidad. Pareciera que, para poder representar a un personaje poderoso, la mujer sigue viéndose sujeta a ciertos parámetros socioculturales. Vemos heroínas cuyas dos características principales son la fortaleza y la belleza; como si la primera fuera reforzada gracias a la segunda, como si no pudiera existir un personaje femenino admirable si no es visualmente placentero para las audiencias.

La representación femenina no puede ser abordada de manera exclusivamente cuantitativa. No sólo se trata del número mujeres que aparecen en pantalla, sino también de cómo son descritas y los papeles que juegan en las historias. En esta oleada de filmes o series que ostentan un empoderamiento de las mujeres, ¿por qué es tan importante que las mujeres empoderadas sean, además, bellísimas? Por un lado, habría que tomar en cuenta que muchos de estos productos siguen siendo realizados por hombres; por otro, habría que preguntarnos hasta qué punto las audiencias han incorporado ciertas expectativas alrededor de aquello que van a ver en la pantalla. Tal vez un cambio radical es demasiado arriesgado en términos de mercado. Posiblemente, entonces, estas representaciones estereotipadas de la mujer también existen en gran medida como respuesta a las exigencias de los públicos. Se trata de un ciclo que exige ser modificado gradualmente. El problema es profundo y opera por razones arraigadas y complejas –pienso, entre varios otros ejemplos, en la reciente estrategia de Mattel que ahora fabricará Barbies de distintas tallas y la aversión natural de algunas niñas que formaron parte del focus group de la empresa–, la mirada del público condiciona el consumo, y, a su vez, existe una industria que ha ido educando esta mirada.

El tema está en el carácter icónico de las heroínas: para alcanzar a sus contrapartes masculinas no parece suficiente que sean listas, hábiles o fuertes; también deben ser –generalmente– bellas y comportarse bajo ciertas ideas preestablecidas de femineidad. Se trata entonces de mujeres infalibles que ya no son sólo el objeto sexual de un protagonista masculino, ahora son el estandarte de toda una lucha por el empoderamiento de género, un estandarte idealizado, simbólico y admirable. En épocas de concientización feminista, parece que el mensaje adquiere cierta proyección especial al ser llevado por mujeres bellas admiradas por las audiencias: pensemos en Emma Watson o Jennifer Lawrence, actrices que originalmente encarnaron sus respectivos papeles como heroínas dentro de los productos pop, y que ahora se dedican a señalar este tipo de problemáticas en la industria cinematográfica y en la sociedad. La ficción les otorgó cierta credibilidad y cierta voz que ahora es proyectada a favor de una causa, a favor de su concepción de la equidad.

Estos esfuerzos por transformar la representación de la mujer como sujeto –mujeres atractivas, sí, pero con capacidad de decisión y acción–, en un primer momento, son valiosos; sin embargo, cada vez se ven más insuficientes. La evolución de la representación femenina debería aspirar a un momento en el que el físico de las heroínas no sea un factor crucial en su éxito. Pensemos en tres personajes popularizados en 2015 por historias de acción: Jessica Jones (Kyrsten Ritter en Jessica Jones, Melissa Rosenberg), Rey (Daisy Ridley en Star Wars: El despertar de la fuerza, Disney), e Imperator Furiosa (Charlize Theron en Mad Max: Furia en el camino, George Miller). Se trata de mujeres que refuerzan el poder femenino de manera más o menos consciente: en el caso de Rey, vemos a una mujer con una fuerza que va descubriendo paulatinamente y que la coloca como una amenaza frente a los enemigos; en los otros dos casos, los personajes toman una postura totalmente deliberada frente al patriarcado. Las tres están superando un pasado traumático: nuevamente, la historia de Rey es menos clara hasta ahora, ya que no sabemos bien qué le sucedió a su familia; mientras que los conflictos de los otros dos personajes se remiten indiscutiblemente a dos figuras masculinas específicas que condensan el antagonismo. Finalmente, en distintas medidas, las tres parecen distanciarse de los perfiles de heroínas típicamente femeninas y sensuales como la Mujer Maravilla o la Viuda Negra: son mujeres que, según su construcción, no se preocupan por su apariencia y que, a través de recursos visuales como el vestuario y ciertos rasgos físicos, intentan proyectar una imagen alejada de la figura sexualizada de la mujer. Siendo el último caso el más radical (hasta el grado de la mutilación), las actrices seleccionadas para interpretar estos papeles todavía responden a un rango bastante acotado de rostros y figuras aceptables por el mercado. Sí, son mujeres fuertes, pero parecen seguir siendo filtradas en función de qué tan bellas o femeninas se alcanzan a ver a pesar de haber sido maquilladas con heridas y tierra. Además, estos personajes se desenvuelven en dos tipos de mundos: universos habitados casi en su totalidad por hombres, como en el caso de Rey, o universos que ostentan figuras femeninas todavía sexualizadas. Las preconcepciones de belleza y femineidad se disfrazan con más esmero, pero siguen estando ahí.

Esto no es extraño: a final de cuentas se trata de productos de entretenimiento destinados a ser vistos y consumidos por un público, figuras icónicas, imágenes de mujeres fuertes que serán proyectadas en una pantalla y reproducidas una y otra vez –la figura del héroe también es atravesada por una serie de estereotipos, aunque en este caso me enfoco específicamente en la figura femenina por su reciente auge y aparente evolución. Reconozcamos que se están dando pasos importantes a favor de la representatividad y los límites cada vez se ven un poco más desafiados, pero todavía no podemos hablar de heroínas verdaderamente diversas en la cultura pop.

Las heroínas son necesarias en esta sociedad con hambre de equidad. Adoptar una postura en defensa de la figura femenina es necesario, en un primer momento, como respuesta al desequilibrio actual en las representaciones culturales. Pero la discusión no concluye ahí. Tal vez, lo que realmente hace falta para dar el salto a una diversidad satisfactoria es el diálogo, la conjunción de miradas, la complementación de puntos de vista. Personajes como los aquí descritos representan acercamientos respetables que, sin embargo, siguen desenvolviéndose en función de muchas de las restricciones que aparentan superar. El riesgo existente radica en que, frente a la presente ilusión de diversidad, lleguemos a un punto de conformidad y dejemos de cuestionar estas representaciones. Hace falta dejar de categorizar superficialmente en función de las exigencias del mercado y aspirar, entonces, a personajes complejos y sólidamente descritos: heroínas que estén lo suficientemente bien construidas como para que el hecho de que sean mujeres y ocasionalmente sean bellas no sea el eje principal de su fortaleza.


Agradezco a Abel Muñoz Hénonin, Nabucodonosor Melgarejo y Jorge Hidalgo Chagoya por el diálogo y la retroalimentación para este texto.


Ana Laura Pérez Flores es licenciada en Comunicación Social por la UAM-X y coordinadora editorial de Icónica.