Alias Grace

Alias Grace

Por | 26 de julio de 2018

¿Por qué nos fascinan tanto las mujeres asesinas? Esta es una de las preguntas que se plantea Margaret Atwood en Alias Grace, libro que recientemente fue adaptado a una miniserie. Aunque fue inspirado por la historia real de un asesinato brutal cometido por una mujer y un hombre en la recién unificada colonia británica de Canadá en 1843, Atwood (Ottawa, 1939) escribe en 1996 durante el juicio de una pareja de Toronto que había sido acusada de asesinato, y ahora, la serie nos recuerda en muchos sentidos el circo mediático que siguió en su momento a Amanda Knox.

La adaptación del libro estuvo a cargo de la actriz, directora y guionista Sarah Polley (Toronto, 1979), y fue coproducida por Netflix y la CBC. En la miniserie seguimos la historia de Grace Marks (Sarah Gadon), una sirvienta e inmigrante irlandesa que es acusada, junto con otro sirviente, James McDermott, del doble asesinato del dueño de la casa y otra criada que, además, era su amante.

A diferencia de McDermontt, quien es sentenciado a muerte, Grace Marks recibe cadena perpetua. Su belleza y buen comportamiento atraen a un grupo de simpatizantes adinerados que están convencidos de su inocencia, quienes eventualmente contratan a un psiquiatra que deberá determinar si es culpable o no. Es durante estas sesiones donde nos enteramos de la vida de Grace, el horrible viaje en barco de Irlanda a Canadá y de la dualidad permitida a las mujeres de pocos recursos durante el siglo XIX (o de sirvienta virginal o servidora sexual).

Pero Grace no es una narradora confiable, aunque asegura no recordar lo que sucedió el día del asesinato no hay que olvidar que está contándole su historia a la persona que determinará si es culpable o no, aprovechándose de su papel como víctima en múltiples ocasiones. Durante su narración descubrimos a otro personaje, Mary Whitney (Rebecca Lidiard), una sirvienta con la cual comparte habitación cuando recién empieza a trabajar. Mary es la otra cara de la moneda: no es tímida, parece saber cómo funciona el mundo y nunca se comporta como una víctima. Ella es quien le advierte a Grace de los peligros de tener una relación física con los amos, a pesar de que ella tenía una relación con el hijo de la dueña de la casa. Al igual que el psiquiatra, Mary Whitney es uno de los personajes ficticios creados por Atwood para la novela. Y su muerte, causada por un aborto mal hecho, no sólo es una crítica fuerte a la falta de derechos reproductivos, sino una pieza más de la historia. Grace olvida abrir la ventana de la recámara tras su muerte, posiblemente «atrapando su espíritu en nuestro mundo».

La serie, al igual que el libro, es un ejercicio sobre cómo contamos historias, usando los diseños de los edredones tejidos a mano como una metáfora de la construcción de una historia a partir de piezas individuales. La serie salta del presente a un pasado que a veces se presenta como un sueño o una alucinación. Sólo al final podemos intentar ver el cuadro (o el edredón) completo, y siempre se presta a interpretación.

Visualmente y en términos de edición, Alias Grace mantiene al espectador preguntándose qué es real y qué no lo es. El episodio final logra algo extraordinario: otorga un cierre mientras que, gracias a un pañuelo, deja una serie de preguntas abiertas: ¿estaba Grace poseída por el espíritu de Mary?, ¿habría sufrido un brote psicótico?, ¿es todo esto una gran actuación para ganar su absolución?

Margaret Atwood es mejor conocida por sus distopías, libros como Onyx y Crake y El cuento de la criada, que se desarrollan en un futuro aterrador. En contraste, Alias Grace (2017) es un ejercicio de ficción histórica como crítica del presente. Al final, el punto no es si Grace Marks es o no culpable –esto se presta a interpretación y la misma Atwood nunca ha divulgado su opinión personal– lo que nos queda es otra pregunta , ¿por qué nos parece entretenido ver a una mujer sufrir?


Aurora Tejeida tiene una maestría en periodismo de la Universidad de Columbia Británica. Colabora en varios medios canadienses y mexicanos.