Sobre Alien, protofeminismo, violencia s

Sobre Alien, protofeminismo, violencia sexual y misoginia

Por | 14 de junio de 2017

Después de ver Alien: Covenant me queda claro que todo lo que Ridley Scott logró con Alien y, hasta cierto punto, con Prometeo, quedó en el pasado. La trama que las vincula deja de tener sentido en la película más reciente y me he provocado migrañas tratando de entender cosas como por qué, cuando el capitán se infecta con el xenomorfo, tarda menos de un minuto en salir de su cuerpo, pero cuando alguien más se infecta –tanto en Alien: Covenant (2017) como en todas las demás películas– el proceso de incubación tarda mucho más tiempo. No intenten responder estas preguntas.

En cambio quiero atraer su atención a otro asunto. Alien logró algo que muy pocos filmes habían logrado antes de su época: un protofeminismo que, estoy segura, ha ayudado a crear roles para mujeres que antes no existían. Además logra hablar de la violencia sexual de una forma completamente original.

Es un hecho que Dan O’Bannon, el escritor de Alien, tenía el propósito de hacer una analogía sobre la violación sexual. Durante una entrevista en el documental The Alien Saga (Brent Zacky, 2002), dice: «Voy a atacar a los hombres. Voy a usar imágenes que harán que los hombres en la audiencia crucen sus piernas. Violación oral, partos. Esta cosa inserta sus huevos en tu garganta». Si a esto se le agregan los diseños creados por el artista suizo H.R. Giger (Coira, 1949), que asemejan órganos reproductivos, es evidente la intención de la película. Salvo cintas mucho más explícitas, como Teeth (Mitchell Lichtenstein, 2007), hay muy pocos filmes que logran recrear el terror con el que las mujeres vivimos a diario de una forma que pueda ser entendida por hombres.

Aunque el propósito original de O’Bannon (San Luis, Misuri, 1946) haya sido crear terror, la película termina siendo una herramienta poderosa para hablar sobre la violencia sexual –en especial si fingimos que no existe la última escena, en la cual Ripley termina venciendo a la criatura en ropa interior. Nunca dije que Alien fuera una cinta feminista: Ridley Scott termina haciendo lo mismo que hace George Lucas con Leia en la escena con Jabba the Hut en El regreso del jedi (Star Wars: Episode VI – Return of the Jedi, 1983): sexualizar a su único personaje femenino. La diferencia es que en Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979) Ripley es la heroína.

Este personaje supuestamente fue escrito para un hombre, y lo mejor que pudieron haber hecho fue contratar a Sigourney Weaver para interpretarlo. No sólo es el personaje más lógico en la película completa, sino también el prototipo para las heroínas del presente y, lo mejor de todo: no tiene una contraparte masculina o un interés amoroso. Sus enemigos son el xenomorfo y el patriarcado. Y les parte la cara a ambos.

Hay varias analogías muy poderosas alrededor de la violencia sexual tanto en Alien como en Prometeo (Prometheus, 2012). En lugar de Sigourney Weaver tenemos a Noomi Rapace interpretando a Elizabeth Shaw, una científica en busca del origen de la vida. Al igual que Ripley es ignorada a pesar de ser obviamente la persona más cuerda en la tripulación, pero a diferencia de Ripley, es infectada por su esposo sin saberlo durante el sexo. En uno de los momentos más emblemáticos de esta serie, Shaw descubre lo que está sucediendo y decide usar una máquina para hacerse una cesárea, hasta que descubre que sólo está calibrada para hombres –¡sorpresa!–, así que decide hacerse otro tipo de operación para sacar a la criatura que está incubando. No sé si Scott (South Shields, 1937) estaba intentando hacer referencia a la autonomía sexual de las mujeres, o la falta de autonomía, pero es una escena increíblemente poderosa.

Haciendo eco está el personaje interpretado por Charlize Theron, de hija indeseada que nunca podrá hacer a su padre orgulloso, y el padre misógino, Peter Weyland (Guy Pearce), quien decide crear a David –el androide interpretado por Michael Fassbender. Todo lo que lo rodea es bastante obvio, desde el nombre hasta las referencias a Byron y Shelley para regresar en círculo completo a la creación y destrucción de vida. Lo que sigue es casi dolorosamente predecible: ya sea por su obsesión con este personaje o su necesidad por darle un origen a la serie, Scott decide que David, y por lo tanto el hombre que lo creó, es el origen del mal y la destrucción. Es un poco gracioso, porque si nos tomamos esta premisa en serio, significa que el origen de todo lo malvado es la misoginia, ya que Weyland no hubiera creado a David si no fuera un hombre amargado que odiaba a su hija. Fin.


Aurora Tejeida tiene una maestría en periodismo de la Universidad de Columbia Británica. Colabora en varios medios canadienses y mexicanos.