¿Quién vigila a los vigilantes?

¿Quién vigila a los vigilantes?

Por | 7 de diciembre de 2016

Debe ser terrible. Una persona dice una cosa; otra, lo contrario. No hay imágenes. Los medios de comunicación no pueden mostrar un video que ayude a precisar lo ocurrido. Debe ser terrible tener que argumentar, describir, presentar pruebas, recurrir a la memoria. Y a la palabra. Cerrar los ojos para poder ver. Debe ser terrible. Y debe ser fácil reducir todo a una imagen. Como si un archivo subido a YouTube pudiera sustituir el concepto verdad con las implicaciones semánticas, políticas y filosóficas que posee.

En 2012 Tigre y São Paulo disputaron la final de la Copa Sudamericana. El partido de vuelta se efectuó en Brasil, en la víspera del Mundial que Alemania ganó. Al medio tiempo el equipo argentino se atrincheró en su vestidor y no salió más a la cancha. Fue descalificado. El argumento posterior: un grupo de maleantes apagó la luz, los golpeó y los amenazó con una pistola mientras planeaban la estrategia para tratar de remontar el 2-0 en contra. Los programas deportivos dieron cuenta de los acontecimientos sin decidirse entre felicitar al campeón o defender al agredido. Un comentarista de ESPN México puso en duda lo que sucedió. Habría que buscar los videos para asegurarse de que el equipo argentino no mintiera, dijo.

El 11 de septiembre de 2001 el mundo cambió para siempre. El choque del segundo avión contra las Torres Gemelas fue transmitido en vivo a través de la televisión. Desde entonces, nos hemos acostumbrado a mirarlo todo: accidentes viales, asesinatos, pero también pequeños acontecimientos cotidianos humorísticos o absurdos potencialmente virales. Ahí están «Edgar se cae», la caída de Juan Gabriel en un concierto o el asesinato de José Ramón Fontanet en la colonia Del Valle en la Ciudad de México. Los videos provienen tanto de los ciudadanos como del gobierno, que por ejemplo ha instalado más de 20 mil aparatos de observación en la capital del país. Las fronteras que dividen lo público de lo privado se desvanecen. Lo que antes sucedía entre un grupo de personas ahora puede ser grabado con un celular para proyectarse en todo el mundo, como sucede en Batman: El caballero de la noche (The Dark Knight, 2008), de Christopher Nolan, cuando el personaje interpretado por Christian Bale utiliza los celulares de Ciudad Gótica para crear un radar con el fin de localizar al Guasón. Hermoso, aunque poco ético, menciona el viejo Lucius Fox encarnado por Morgan Freeman.

Como sucede a menudo, el arte llegó a la discusión primero. En 1969 Bruce Nauman realizó su Pieza de videovigilancia: Habitación pública, habitación privada (Video Surveillance Piece: Public Room, Private Room), donde coloca un televisor en la esquina de una habitación que proyecta su propia imagen. El espectador la mira y se concibe dentro de ella. Un vigilante vigilado. Como en “William Wilson”, de Edgar Allan Poe, el reflejo anuncia la llegada de un Doppelgänger malvado. Ese mismo año, en Nueva York, Vito Acconci efectuó un performance donde seguía y documentaba a gente que transitaba en la calle (Following Piece). Las personas veían invadido un espacio privado en un lugar paradójicamente público. En 1993 Jamie Wagg dio a conocer Pintando la historia: centro comercial (History Painting: Shopping Mall). Un hecho que conmocionó a Reino Unido: un niño fue asesinado por otro. A las 3:42 con 41 segundos del 12 de febrero de ese año se los ve en un centro comercial mediante una cámara de seguridad, instantes antes del crimen. La controvertida imagen de Wagg recoge ese momento y lo muestra como si fuera un lienzo. Un trío de piezas que consiguen resignificar lo que, aparentemente, contiene otro significado, obligando al espectador a interpretar donde parece no haber nada.

Facebook nos ha acostumbrado a que las imágenes en movimiento circulen con una velocidad pasmosa. Si no sucede en Facebook, no ocurrió. ¿Qué hay de aquellos acontecimientos de los que no se tiene registrado nada? Peor aún: ¿qué hay de aquellos cuya imagen ha sido desaparecida? En 2015 el fotoperiodista Rubén Espinosa fue asesinado en la colonia Narvarte de la Ciudad de México. No obstante, no existe ningún video que ayude a esclarecer el crimen. Las cámaras de vigilancia dispuestas en distintas ubicaciones que pudieran arrojar información relevante sobre la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa han sido soslayadas como si no existieran. ¿Quién decide lo que se debe ver? ¿Queremos que un algoritmo seleccione lo que circulará en nuestro Facebook? Debe ser terrible. Debe ser terrible ver miles de imágenes irrelevantes siendo comentadas por un sinnúmero de personas. Debe ser terrible saber que una imagen contiene información valiosa para saber dónde está un hijo desaparecido y no poder encontrarla. Y debe ser fácil dejar que esto suceda sin hacer nada, debatir sin suscitar debate alguno.


Abel Cervantes es comunicólogo y editor de las revistas Código e Icónica. Colaboró en los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental (2014) con un ensayo sobre Carlos Reygadas y otro sobre Juan Carlos Rulfo, respectivamente. Es profesor en la UNAM. @abel_cervantes4