¿Es justo el recorte al cine mexicano?

¿Es justo el recorte al cine mexicano?

Por | 16 de noviembre de 2016

Cada año se da la nota con el tema: a) Hacienda anuncia el presupuesto; b) siempre hay un recorte sustancial que le pega a cultura; c) el sector más afectado es el cine. Se protesta. Se pide más. No hay. O si hay, son migajas. La noticia este año fue: «para el cine se propone 395 millones; 101 millones menos que en 2016. Es una caída del 20%. Desde que empezó la presente administración, los recortes han sumado más de 339 millones de pesos: 46% menos. En 4 años, se ha recortado al cine prácticamente la mitad de su presupuesto». ¿Qué se ejercerá?: 395 millones y centavos. Si se pone cómo de verdad se gasta, en dólares estadounidenses, este presupuesto es ridículo: alrededor de 19 millones de dólares para una industria que tiene un aparato administrativo, y burocrático, bajo las siglas del Instituto Mexicano de Cinematografía.

Súmesele a lo anterior que no hay desglose real de qué tanto se va a burocracia y qué tanto a producir. Pero teniendo buena fe, serían casi 20 millones de dólares para fomentar la producción fílmica (hace cuatro años eran, más o menos, 36 millones, igual insuficientes, si se cree en la noticia publicada en los diarios durante octubre de este año).

¿Muy bien por ese dinero? Muy mal, cuando se piensa que la política para ejercer este presupuesto es siempre “a fondo perdido”. Significa que se invierte pero no se espera recuperación alguna. Peor resulta cuando se hacen sumas y restas y se nota que apenas alcanzaría para producir no más de 20 largometrajes (a millón de dólares por cráneo, baratitos). Y trágico es, si se analiza que se entrega ese presupuesto bajo un supuesto principio de equidad en incontables producciones al estilo “entre más, mejor”. Al final las cifras parecen alentadoras: se produjeron tantas y tantas. ¿Pero cuántas fueron rentables? La verdad, quién sabe.

Aunque es una herejía para muchos de los peticionarios hablar de dineros, ya que se considera que el presupuesto anual mantiene empleos de nuestra antes pujante industria que floreció independientemente del gobierno entre 1931 y 1970, lo cierto es que conviene analizar el tema: ¿por qué algunas películas sí hacen negocio? Y si lo hacen, ¿deberían los productores de éstas renunciar, para su siguiente film, al apoyo del IMCINE o del FOPROCINE o del etc., etc.?

A riesgo de sufrir un linchamiento, hay que decir que no deberían apoyarse todas las películas con un demagógico criterio “democratizante”. Al equipararlas se les uniforma (todas, sin excepción, son “importantes”). En realidad, parece que ninguna importa; que sólo es un triunfal número para los anales: «se produjeron 13.3% más películas que el año pasado». ¡Yupi! Aplausos.

Lo cierto es que la política de inversión es suicida y de seguir así cada año será peor el presupuesto, sobre todo ante las volátiles circunstancias actuales que llevan a que el peso flote y caiga un día sí y el otro también. Pero regresando al tema, analicemos costos.

Nadie duda de la importancia de Carlos Reygadas y sus films. Batalla en el cielo (2005), el más polémico, costó 1,600,000 euros, o casi 1,800,000 dólares. Recuperó en taquilla, al menos en Estados Unidos, donde hay registro de esto, un promedio de 150,000 dólares por pantalla, que fueron pocas. Al final juntó en su exhibición en dicho país unos 727,000 dólares. Peor le fue a su mejor película, Luz silenciosa (Stellet Licht, 2007). Costó menos, 980,000 euros, o sea, casi un millón de dólares. Con mismo número de pantallas y en el mismo país, hizo poco más de 161,000 dólares. Justo es decir que ambas contaron con apoyos internacionales para su producción, principalmente de Europa; instituciones de Holanda, Alemania y Francia. Y con FOPROCINE, IMCINE y Estudios Churubusco Azteca.

Es comprensible que un director así reciba el magro apoyo que sin duda le da el presupuesto estatal, ¿pero lo mismo valdría para una compañía productora como la que hizo No se aceptan devoluciones (2013)? Ésta costó cinco millones de dólares. En su primer fin de semana de estreno en Estados Unidos juntó diez millones con casi 950 pantallas. Al final de su corrida comercial mundial recaudó casi cien millones de dólares. Si una inversión saludable en cine significa que sobre el presupuesto invertido se debe recuperar cinco veces dicha cantidad, que este film de Eugenio Derbez haya recuperado veinte veces su presupuesto habla de un negocio fructífero; de un taquillazo que permite a la empresa productora actuar de manera independiente sin necesidad de apoyo estatal que en este caso se dio por medio del CONACULTA, el FIDECINE y el Artículo 226 de la Ley del Impuesto sobre la Renta/EFICINE, más apoyos del Estado de Guerrero y la paraestatal Churubusco Azteca. Como se invierte a “fondo perdido”, ¿qué pasa con estas cintas que recuperan tanto? ¿Hay un mecanismo vía impuestos o bajo contrato de coproducción que permitan reinvertir algo de esa taquilla para beneficio de la industria? De ser negativa la respuesta, ahí está el problema, porque debería existir un porcentaje; al menos una mínima recuperación. Si no se da, pues ni modo. Pero si se da, redundaría en algo necesario para que al menos se evite año con año un recorte que será, no hay que ser ingenuo, constante, mayor e inevitable.


José Felipe Coria es autor de los libros El señor de Sombras (1995), Cae la luna: La invasión de Marte (2002), Iluminaciones del cine mexicano (2005), Taller de cinefilia (2006) y El vago de los cines (2007). Ha colaborado en medios como Reforma, Revista de la Universidad, El País y El Financiero.