El brazo fuerte

El brazo fuerte

Por | 10 de julio de 2018

Asistí por primera vez al Festival Internacional de Cine de Morelia en la edición de 2017. Estuve apenas cinco días acompañado de mi colega de la universidad Sergi Ramos. No teníamos un plan de películas a ver pero nos llamó la atención la presentación del libro Cine, política y censura en la hora del milagro mexicano, de Eduardo de la Vega Alfaro. El colofón del evento era la proyección de una película recién restaurada por la Cineteca Nacional, El brazo fuerte. No estaba previsto quedarnos a la película, nos decíamos «¡Bah! Todas estas películas viejas luego las encontramos sin problema en internet».

Pero no. Nos quedamos a ver El brazo fuerte, la película dirigida por Giovanni Korporaal en 1958 . Una película que estuvo censurada durante casi diez años en México. Una película a la que por su trato fílmico, su historia y sustento literario e iconográfico se le puede colocar en el cajón de las alienígenas de la producción cinematográfica mexicana.

El brazo fuerte fue la primera cinta dirigida por Korporaal (Venecia, 1932-Ciudad de México, 2004), quien tuvo el apoyo de Juan de la Cabada (Campeche, 1899-Ciudad de México, 1986) para entonces ya era confirmado cuentista y comprometido escritor de las causas obreras a través de un estilo que mezclaba sátira y fantasía. La cinta fue actuada –sería más acertado decir interpretada tratándose de no profesionales– por Claudio Morett, Hermilla Guerrero y Jorge González.

El guión de De la Cabada es justamente una sátira de la vida caciquil y del poder caudillista del México posrevolucionario, la primera plaqueta durante los créditos lo dice sin vaguedades: «Esta película es una sátira de un país imaginario. Cualquier semejanza con personas, lugares, instituciones es pura coincidencia». Y si esto no fuera suficiente, la música de Leonardo Velásquez acompaña con la tonadita de algo que se acerca a “El mono de alambre”.

Es, en efecto, una sátira alimentada de la iconografía de Guadalupe Posada y, por tanto, como lo marca el género, una exageración de los rasgos del poder más notorios hasta volverlos risibles: la política, los partidos políticos, el matrimonio, la nueva burocracia, la provincia y, sobre todo, el ideal progresista.

Korporaal entendió el guión y el tono, y para filmar la sátira recurrió a crear secuencias que convirtieran en grotesca la iconografía de Posada –y no solamente– más dada a la caricatura amigable y burlona.

Con dos estrategias fílmicas combinadas creó una película y un relato satírico: hizo de algunas planos una historia en sí misma, con un inicio y final desde la profundidad para, sin movimiento de cámara, desplazar a sus personajes hacía el frente, donde en ligero contrapicado marcaba el eje visual con el espectador; enseguida, el escorzo de la contratoma con un segundo personaje hace que el espectador, tras el contacto frontal con el personaje principal, elimine la distancia de la diégesis y entre en ella.

El segundo elemento fue la adaptación, seguramente gracias a De la Cabada, de la iconografía del cine mexicano de las décadas de 1940-50 que se había vuelto más que una convención un ritual cotidiano. El gran plano completo de los jinetes en el campo y a contraluz; los tríos de perfiles contrapicados; los primeros planos de rostros indígenas sublimados –están en Erongarícuaro, Michoacán–; los movimientos de las masas del pueblo para seguir al caudillo que los sacará del atraso y por gracia del presidente les llevará el progreso; y, finalmente, el carácter gesticulador descrito por Rodolfo Usigli en 1938.

Korporaal hizo el esfuerzo de adaptar la literatura al cine de manera textual. Por eso su sátira sufre –o quizás así lo quiso– que el quid pro quo normalmente textualizado en la obra escrita pase como una calca a la pantalla y le dé a la narración o el tono de un error de dirección, o un elemento más en la parodia del campo mexicano.

La crítica política hecha por Korporaal y De la Cabada ayudó para que El brazo fuerte estuviera censurada por una década, pero eso no fue lo único. Durante esta época otras dos películas sufrirían veto oficial por tocar temas más delicados de la política nacional, La sombra del caudillo (Julio Bracho, 1960) y Rosa Blanca (Roberto Gavaldón, 1961). El asunto que más contribuyó para la censura contra la obra del realizador y el cuentista fue que la realizaron sin respetar el itinerario oficial de la producción en México pasando por los sindicatos de trabajadores de la industria. Faltaban aún algunos años para que los sindicatos se abrieran a vías alternas de producción y para que los estudiantes del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) reclamaran espacios.

Valorar esta película desde nuestros ojos buscando o identificado errores de la puesta en escena o de los actores, fueran estos gags pretendidos o involuntarios, no aportaría mucho a la comprensión de El brazo fuerte ni en el plano narrativo ni en el industrial.

Korporaal realizaría después un violento western, El diabólico (1977), y sería –entre otras– editor de Reed, México insurgente (Paul Leduc, 1973), pero su brazo fuerte marcaría, sin esperárselo, al cine satírico actual. Su influencia se dejó sentir en el cine contemporáneo mexicano, basta con ver la secuencia final –por marcar una de las más evidentes– de La ley de Herodes de Luis Estrada (1999). Además, los valores estéticos hacen de ella un excelente apoyo para trabajar con estudiantes de historia mexicana, literatura y cine.


Carlos Belmonte Grey es académico en la Universidad de Évry-Val-d’Essone y en la Universidad de Guadalajara, Campus Norte y colabora regularmente en el suplemento La Gualdra de La Jornada Zacatecas. Su artículo más reciente “Los filmes narcos de Los Brotherz Films: Producción y distribución  pero visionaje regional» apareció en el libro colectivo Cine y audiovisual: Trayectos de ida y vuelta (2018).