Tótem: La experiencia compartida
Por Alejandro Cortés | 28 de noviembre de 2023
Sección: Crítica
En Tótem, la nueva película de Lila Avilés, en un pasillo confluyen la urgencia por entrar a un baño, las dudas emocionales por repetir los mismos errores, y la preocupación por la muerte. La cinta narra una reunión familiar para celebrar el cumpleaños de Tona (Mateo García), quien padece un cáncer terminal, a partir de la mirada de Sol (Naíma Sentíes), su hija, que se sitúa como puente para adentrarse en el resto de la familia, compuesta por figuras carismáticas y reconocibles, como un abuelo reticente a hacer la fiesta, hermanos que discuten sobre cómo apoyar a Tona, y niños que pelean, se entretienen viendo un celular, o juegan a darle café a un gato llamado Monsi. Cada uno realizando distintas actividades, viviendo su vida, pero formando parte de un momento, la organización de la fiesta, sobre la que se cierne como un velo la tristeza por la posible muerte de Tona.
En el filme se recorre la perspectiva de cada miembro de la familia, que lidia con actividades como pintarse el cabello o hacer un pastel. Cada uno ocupa un lugar en el relato como un fragmento de memoria, una mirada parcial del momento que están compartiendo, pero la perspectiva de Sol prevalece como eje central. Avilés (ciudad de México, 1982), retomando el tratamiento de la protagonista que llevó a cabo en La camarista (2018), su opera prima, sitúa a Sol como un personaje que se ve desbordado por su contexto. No puede controlar lo que pasa a su alrededor pero trata de entenderlo, escabulléndose entre pasillos, escuchando conversaciones a través de las paredes o preguntando sus dudas al asistente de búsqueda de un celular. En Sol se canaliza la experiencia de toda la familia, la intuición de un acontecimiento que preocupa a todos, del cual no se habla pero que inunda el ambiente.
Avilés en conjunto con la fotografía de Diego Tenorio (ciudad de México, 1985), ofrece una mirada íntima y delicada. En el retrato de cada miembro de la familia se hace énfasis en la experiencia personal, en sus emociones, en su rostro; pero el entorno sigue ocupando importancia en el plano, con composiciones que dejan ver las acciones de otros miembros de la familia, o con lentos movimientos de cámara, que dejando de lado por un momento al personaje principal en turno, recorren una habitación, capturando las pinturas que cuelgan de la pared, las miradas entre personajes, el ambiente de un momento compartido. La estructura del largometraje no propone la reconstrucción de un día por medio de diversas perspectivas, sino el sentir la experiencia de estar en un tiempo y lugar común. Sucesos tan diversos como un ritual para ahuyentar espíritus, la experiencia de tomar alcohol por primera vez y los regaños por no limpiar bien el piso, logran coexistir porque forman parte del paisaje común que construye cada personaje; con una atmósfera marcada por su carácter, miedos e intereses.
La importancia de lo común, de la relación entre los miembros de la familia, se remarca por el interés que la directora pone en lo táctil; en hacer un recorrido de la casa a partir de sus texturas: del papel tapiz, de los azulejos del baño y de las plantas del patio. En Sol, como el personaje que más desea ver a su padre, quien permanece recluido en su habitación gran parte de la historia, se muestra el anhelo por interactuar con un ser querido, por medio del juego con los insectos que encuentra por la casa, por cómo recorre las paredes con sus manos y oídos en busca de oír algo alejado y presente al mismo tiempo.
Aunque la salud de Tona impregna un ambiente de preocupación en la narración, Avilés no opta por hacer del filme un relato de una espera trágica. Por el contrario, pone la experiencia de la familia desde una mirada llena de cariño, sitúa la atención en momentos de empatía, y en ocasiones cómicos, como una niña que se sujeta a la pierna de su madre porque la quiere acompañar a comprar cosas para la fiesta. El componente trágico no deja de existir, Tona permanece enfermo y se le muestra sintiendo dolor, pero Avilés marca que no es la única experiencia del personaje, ni la única experiencia posible ante la muerte, porque también se le muestra capaz de sentir alegría al ver a su hija, o ambas emociones al batallar para sostenerse en pie mientras recibe el cariño de su familia y amigos que lo abrazan.
En Tótem (2023), la experiencia de la familia no se muestra desde una perspectiva de registro, sino desde la perspectiva de la memoria, del recuerdo de momentos fugaces. La imagen de la película, de tonos cálidos, desenfoques y sombras pronunciadas, evoca el recuerdo parcial de momentos de alegría, de risa, de tristeza, de conflicto, de las emociones que no dejan de estar presentes en la vida cotidiana, incluso en el momento en el que se afronta la muerte. Sol ve a través de una ventana el patio de la casa, su mirada recorre el paisaje en busca de algo que se resiste a ser visto. Detrás de ella, apenas como una figura borrosa, se acerca su tío a regalarle un pez. Por un momento, la tristeza que experimenta la niña se ve interrumpida por la alegría de recibir el regalo y por el interés de empezar a hablar sobre lo que sabe respecto a los peces. Al igual que en un tótem en el que los seres representados se entrelazan en la madera, en la casa confluyen la experiencia de toda la familia, sucesos, miradas y emociones enmarcadas en la celebración de un cumpleaños. Los momentos que anteceden a lo que se percibe como un fin.
Alejandro Cortés estudia cinematografía en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y forma parte de la redacción de Icónica. Ha colaborado en revistas digitales como Interlatencias, Página Salmón y Tierra Adentro.
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