Como alguien enamorado

Como alguien enamorado

Por | 1 de abril de 2013

Una apertura larga en un no muy concurrido bar de Tokio marca el ritmo inicial, pero establece también la cadencia de gran parte de lo que viene después. Sin estar inmersos, a la distancia, vemos gente platicando y bebiendo, una tonada de jazz al fondo se cuela entre el murmullo, percibimos el movimiento, ajeno a la voz de una mujer hablando por teléfono, describiendo un lugar que ante nuestros ojos es completamente diferente. En un inicio, como se establecerá múltiples veces a lo largo de Como alguien enamorado, las cosas se parecen mucho, pero son distintas.

El espacio se construye independientemente de la escena y la voz. Obtenemos sonidos en espacios no visibles hasta que la cámara cambia de perspectiva y comprendemos que la voz pertenece a Akiko (Rin Takanashi), pero al escuchar una parte de la conversación seguimos en el exterior, recibiendo una percepción general de un mismo ambiente, sin lograr imaginar el espacio contiguo. Cuando la escena sigue su curso empezamos a unir piezas a través de la siguiente conversación de la protagonista: se trata de una prostituta y estudiante con un novio celoso, quien minutos después de concluir la conversación, parte hacia las afueras de Tokio por orden de su proxeneta.

Los pocos detalles que se nos brindan en esos primeros minutos no son suficientes, crean más incógnitas conforme el silencio de Akiko dentro de un taxi es invadido por una serie de mensajes de voz de su abuela, que desde la distancia de un teléfono público intenta acercarse y establecer contacto durante una breve visita a la ciudad. Los contextos se funden, seguimos inmersos en el asiento de atrás del automóvil, pero somos trasladados a otras historias que ocurren al mismo tiempo, rozamos de forma breve nuevamente, a través del sonido, otros espacios no visibles.

Este juego inicial entre lo que se ve, lo que se escucha y lo que está sucediendo realmente se convierte en la línea de las tres personas que se cruzan en Como alguien enamorado (Like Someone in Love, 2012): constantemente salimos de la imagen mostrada en la escena para adentrarnos en un mundo enlazado por sonidos, grabaciones en contestadoras y acontecimientos fuera de cuadro. Se trata de un juego de perspectivas que logra acentuar el silencio, la historia de confusión de identidades y la inevitable soledad que se percibe en sus protagonistas. Como diría Paul Auster en La invención de la soledad, logran «mantenerse a cierta distancia de la vida, para evitar sumergirse en el torbellino de las cosas». En este caso parece que el único y verdadero contacto o riesgo de sumarse al exterior ocurre a través del teléfono, aunque a veces el punto de contacto no ocurre y responde una línea fuera del área de servicio, una contestadora o el silencio de la era del vacío.

Akiko llega a la casa del sociólogo y traductor Takashi (Tadashi Okuno). Ella no sabe nada acerca de él; él cree que la conoce. El encuentro ocurre bajo el influjo de la canción Like Someone in Love, sin embargo las acciones no siguen las palabras de la cantante Etta James: ninguno de los dos se ha descubierto mirando a las estrellas o dejando que el asombro los domine, en cambio ambos sostienen un pacto honrado con la soledad. Entre llamadas telefónicas a ambos, la conversación casual sobre un cuadro colgado en la pared de Takashi nos lleva eventualmente a una habitación, una cama y el desprendimiento del sueño.

Al día siguiente, Takashi lleva a Akiko a la universidad, donde el tercer eslabón de la historia se une: Noriaki (Ryo Kase), el novio celoso. Desde el interior del automóvil, teniendo la perspectiva de Takashi, nuevamente observamos a la distancia, pero los gestos y los movimientos de la pareja nos permiten imaginar la conversación, la cual se hace evidente sólo unos segundos después, cuando Noriaki inicia una conversación con Takashi. Nuevamente dentro del auto, ambos personajes deciden asumir diferentes personalidades, por deseo o la casualidad, ambos permiten que surja el engaño.

Noriaki prefiere la duda, aunque tiene en sus manos una tarjeta con la foto de Akiko ofreciendo sus servicios. «Es ella, pero es distinta», como diría la abuela al encontrarse con esa misma imagen en el metro. Dentro de ese auto los tres personajes son los mismos, pero diferentes por la negación y el permanente “te cuento más tarde”. Tanto ellos como nosotros sabemos que ese estado futuro de confidencia posiblemente nunca llegará, al menos no dentro de este fragmento de la historia.

En Como alguien enamorado Kiarostami deja que el misterio de cada personaje permanezca intacto. Lo que ocurre después ya es otra historia, en un espacio no visible para el espectador.

 

Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 4, primavera 2013, p. 47), y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.


Karina Cabrera es editora de Grita Radio (gritaradio.com).