Señor Lazhar
Por Carime Esquiliano | 1 de septiembre de 2012
Sección: Crítica
Basado en la obra teatral Bashir Lazhar (2002) de Évelyne de la Chenelière (Montreal, 1975), el quebequés Philippe Falardeau adapta el drama que narra la llegada de Bashir Lazhar, un inmigrante argelino que sin saber muy bien cómo y en plena crisis personal, ofrece sus servicios como suplente de un grupo de primaria en Montreal, huérfano a partir de que la maestra se suicida en pleno salón de clases y el cuerpo es descubierto por uno de los alumnos.
La barrera cultural le impide a Lazhar comprender del todo el rígido sistema educativo que trata a los niños casi como si fueran algo intocable que pudiera estallar en cualquier momento y pone constantemente en duda ante sus colegas si es mejor pretender que nada ha sucedido. El ambiente en la institución se siente desolador. Mientras los niños se envuelven en un sentimiento de abandono e incomprensión, los académicos se sienten impotentes. Por su parte, Lazhar vive el trance de una pérdida ante la que su inmediata reacción ha sido el autoexilio. Tanto él como los niños están heridos, y justo en el momento en el que deshace la irracional idea de que si las cosas no se discuten los conflictos desaparecerán, es cuando conecta su tragedia con la de ellos y alcanza su absoluta redención. La película no es una historia sobre la muerte, sino sobre el silencio que se genera alrededor de ésta y la colosal culpa que se puede llegar a sentir por creerse moralmente responsable de un acto ajeno.
Falardeau (Gatineau, 1968) propone con una estructura sencilla un filme honesto, libre de sensacionalismo o pretensiones. A diferencia de otras historias, no es un relato sobre maestros que busquen trascender y cambiar radicalmente la vida de sus alumnos; sin embargo, la cinta traza sutilmente, incluso casi sin querer, una enseñanza de vida sin caer en cursilerías. Señor Lazhar (Monsieur Lazhar, 2011) es una respuesta a cómo sobrellevar la muerte. Un retrato de una experiencia que a veces toca vivir y a la que los niños no saben cómo reaccionar, pero muchas veces, los adultos tampoco.
Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 2, otoño 2012, p. 59), y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.
Carime Esquiliano estudia comunicación en la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México.
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