35 años
Por José Felipe Coria | 25 de abril de 2018
Sección: Opinión
Temas: Cine mexicanoIMCINE
3 idiotas (Carlos Bolado, 2017)
El 25 de marzo de 1983, por instrucciones del entonces presidente Miguel de la Madrid, y como forma de compensar el desastre que había sido la administración a manos de Margarita López Portillo que concluyó un año antes con el incendio de la Cineteca Nacional original, se creó el Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE).
Este 2018 IMCINE cumplió 35 años. Para celebrarlo de forma modesta, se difundieron las cifras del éxito absoluto que ha sido el instituto con sus innumerables programas, planes de trabajo, sueños y demás, lo que ha significado una lista constante y casi interminable de logros en cada uno de los rubros de algo que en extremo tiernamente bautizaron como “ecosistema audiovisual” del cine nacional.
En esta circunstancia, uno de los puntos clave a destacarse es lo “alentador [que resulta] observar el dinámico desarrollo” del cine mexicano actual. Ello se confirma subrayando especialmente la espectacular cifra de cintas producidas en 2017: 176 títulos “manufacturados”; el más alto en la historia. Lo de manufacturados sin duda es interesante. Considerando que la industria actual es demasiado artesanal, no podría hablarse de producidos sino sólo de eso: manufacturados. Hechos, pues, con recursos limitados y sin aportar el instituto el ciento por ciento la producción, como lo planeó el echeverriato, lo que en muchos casos es una limitante. La ingente producción actual está sometida a la exclusiva exhibición de comedias neoconservadoras, algo que no se detalla en la celebración del cumpleaños 35.
Sin embargo, eso no ha sido obstáculo para que en la presente administración el cine nacional logre una suerte de internacionalización con un incremento del 330% en las coproducciones, pasando de 42 a 182 en este sexenio. La eficaz gestión priista frente a la desidiosa panista, permitió, por ello, que los últimos años se pudiera pasar de 65.2 a 132.9 millones de asistentes. Tanto el punto dos como el punto nueve de las cifras son piquitos que dan sabor. Un incremento constante que se mide vaya a saber uno cómo, pero que tiene ese imprescindible y bello estilo tecnocrático donde la cifra es siempre lo contundente; lo que va por encima de cualquier otro criterio.
Yéndonos por ahí, aparece la cifra clave del sexenio: «durante esta gestión se registraron los cuatro años con mayor asistencia a cine mexicano en las últimas tres décadas (2016: 30.5 millones; 2013: 30.1 millones; 2014: 24 millones y 2017: 22.4 millones)». O sea, lo revelador del dato es que de un año a otro cayó la exhibición sustancialmente. En 2016 hubo 30 millones de espectadores; en 2017, nomás 22. Ocho millones de boletos menos.
Ahí es donde siempre ha estado el quid del tema. Si el IMCINE dice que apoyó la producción del número más alto jamás logrado en los 123 años de la historia del cine mexicano, ¿por qué nunca nadie sabe cuánto costó lograr eso? Porque para salir de la manufactura, lo interesante sería saber justo la cantidad invertida. Y la cantidad recuperada. En especial porque en el frágil ecosistema en que está inmerso el cine nacional, por lo visto no hay forma de saber qué tan salobre es el agua de la que se nutre y que es, ni más ni menos, tramitada con recursos del erario.
Cada uno de los incentivos que se invierten en cine mexicano, al menos debería tener una respuesta, sobre todo si es como dice IMCINE, supuestamente se promueve “producción, distribución y exhibición”. La exhibición, pues, sigue siendo la piedra en la que se tropiezan las optimistas cifras. Porque producir tal número de cintas, claro que representa un gasto sustancial. Y no son mil pesos por película. Así que el desglose sigue estando en el apartado del “debe”.
Los tres rubros mencionados (producción, distribución y exhibición) son los que hacen una industria saludable, que no debería depender de ningún estímulo adicional sino ser autosuficiente. Película por película. Las gestiones de IMCINE no deberían contemplar sólo la forma en que se invierte el dinero, sino también cómo se recupera (y si esto importa; o si el criterio es invertir a costosísimo fondo perdido). De principio bien se sabe que es imposible producir en un año 176 películas y estrenarlas. No hay salida para todas en las salas. Sólo hay 52 semanas para estrenar. O sea, 52 fechas en las que es imposible incluir 4 películas mexicanas, sobre todo si todas se parecen (hay que tomar en cuenta la constancia que ahora son las comedias: 9 de 10 estrenos; síntoma de una industria artesanal donde algunos están haciendo negocio pero, de nuevo, esto es algo de lo que no se habla).
Bien hace IMCINE en planear con vista hacia sus posibles siguientes 35 años. Debería hacerlo pensando lo bueno que sería depender menos de la cartera oficial.
José Felipe Coria colabora en El Universal y es maestro del INBA. Es autor de los libros El señor de Sombras (1995), Cae la luna: La invasión de Marte (2002), Iluminaciones del cine mexicano (2005), Taller de cinefilia (2006) y El vago de los cines (2007). Ha colaborado en medios como Reforma, Revista de la Universidad, El País y El Financiero.