Virus tropical

Virus tropical

Por | 18 de octubre de 2018

Se dice que la obra está horadada inevitablemente por el sujeto, puesto que en la acción de crear no se puede escapar del ineluctable peso de su experiencia. Pero si lo fundamental ya ha sido dicho sobre la experiencia humana, ¿qué más se puede contar? ¿Qué se puede decir cuando no nos ha herido directamente un momento histórico convulso o no excedemos los límites de lo bizarro, sino que vivimos franqueando las fronteras de “lo normal”? Virus tropical, basada en la novela gráfica autobiográfica de la ilustradora Power Paola nos acerca a una respuesta: el valor del relato recae sobre sus formas.

La infancia y adolescencia de Paola Gaviria se narra entre Quito y Cali, Ecuador y Colombia. Hija de un paisa (originario de Medellín) y una rola (originaria de Bogotá), es criada bajo el brazo de una familia católica y el calor de mujeres de humor y talante diverso. Su infancia transcurre entre juegos y la contemplación de su madre lidiando con la adolescencia de sus hijas, con una separación y problemas económicos. Su adolescencia llega en una Cali de los noventa, en el auge del narcotráfico, intentando encajar en la media adolescente de la época. Transcurre en los términos en que suele ocurrir: el amor y el desamor; la incertidumbre sobre quién se es y quién se quiere ser; la presión de ser lo que otros quieren que sea; la desilusión de no serlo; de nuevo el amor y de nuevo el desamor; de nuevo la búsqueda de una identidad. En este camino de paso obligado para el hombre las preguntas con que se confronta a la experiencia y su sentido pareciesen ser generalmente las mismas, pero es en las respuestas donde reside la excepcionalidad.

Y esas respuestas en Virus tropical (2018) no son más que la forma en la que el mundo se nos aparece: trazos sencillos y dibujos vectorizados que habitan en una monocromía y que llevan consigo la singularidad de estilo de Power Paola (Quito, 1977). Apoyados en sus formas observamos a su padre y a su madre, a sus hermanas y, claro, a ella misma, recorriendo los espacios habitados y contrastando el recuerdo con el detalle. La respuesta a la pregunta «¿Quién quiero ser» recae en una forma de ver, un estilo.

En el ejercicio de mirar hacia atrás –como en el dibujo– hay una actuación predominante de la perspectiva y la abstracción, de manera que ni los contenidos ni las formas se corresponden con la realidad objetiva, sino con los contenidos subrepticios de una memoria que se pregunta cómo se ve el mundo de allá, ahora, desde aquí. Paradójicamente lo que nos dice una historia animada basada en hechos reales es que de ninguna manera la realidad es objetiva, que Virus tropical (Santiago Caicedo y Power Paola, 2018) es sólo un ejemplo de una visión embriagada del pasado y que, aun con su manufactura subjetiva –y quizá gracias a ella–, no deja de ser real. Tanto así que podemos identificarnos con la Paola que juega con Barbie y Ken imitando un acento extranjero impuesto, o con la Paola que quiere querer y que la quieran, o con la Paola que quiere hacer más que beber y drogarse en su adolescencia. La búsqueda del hombre por su identidad es siempre auténtica.

Esta forma de mirar el pasado se enlaza a una forma estética, y su unión trae consigo ficción y realidad, trae respuestas a la sempiterna pregunta del ser, no con la solemnidad del discurso filosófico sino con la viveza de los hechos, con la comicidad y tragedia genuinas de la existencia, y todo ello contorneado por la mano del presente que desde el primer plano nos dice «esta soy yo ahora».


Juanita Porras estudia el máster en Estudios Literarios en la Universidad Nacional de Colombia y forma parte del equipo de redacción de Icónica.