Los ausentes
Por Ana Laura Pérez Flores | 26 de noviembre de 2015
Sección: Crítica
Directores: Nicolás Pereda
Los ausentes (2014), aun partiendo de un guión al que Pereda (México, D.F., 1982) se incorporó después de su gestación, mantiene varios de los rasgos que estamos acostumbrados a ver en su cine. El director se apropió de la historia de tal manera que no sólo plantea las preguntas recurrentes en su trayectoria, sino que permanece fiel al estilo de su obra. A través de rasgos que van desde la escasez de diálogos hasta el reclutamiento de actores no profesionales, su mirada se ha vuelto inconfundible. En este caso particular llama la atención el giro que toma el relato en cuanto al carácter de repetición y autorreferencia tan presente en sus películas.
Alejandro Mendoza (México, D.F., 1979), el guionista con el que colaboró el director, resume el argumento como «un descenso a los infiernos y la búsqueda de un personaje que se va encontrando a sí mismo». Los infiernos irrumpen en un escenario paradisiaco: el mar, la selva, una casita vacía que es recorrida lentamente por la cámara en una mirada de despedida mientras escuchamos los ruidos de la demolición. La pérdida se materializa: vemos la destrucción que ha detonado la transformación del universo de este hombre.
Nuevamente nos encontramos con Gabino, pero esta vez es retratado de manera distinta: un hombre viejo (Guadalupe Cárdenas) enfrenta una pérdida fatal –su casa le es arrebatada– desencadenando un juego de espejos que culmina en un reencuentro consigo mismo de joven (Gabino Rodríguez). Las dos facetas en las que el personaje se desdobla dialogan desde sus diferencias –más profundas que el rango de edad y enfatizadas a través de la selección de reparto (Gabino, actor profesional, y don Guadalupe, quien nunca había trabajado en cine).
El director parece entonces dialogar al mismo tiempo con el trabajo de Mendoza y con su propio cine hasta trasladarlo a un nuevo estadio, un momento posterior: Gabino sigue apareciendo, pero esta vez lo vemos reflejado en otro que, mientras es él, ya no sigue siendo el mismo. La idea de la partición del protagonista proviene del guión original, mientras la mano de Pereda convierte el encuentro espectral en un evento despojado de extrañamiento, imprimiéndole de esta forma una sensación de naturalidad propia de quien regresa a casa, al lugar conocido. A través de esto, el planteamiento adquiere tintes borgeanos: el hombre, al ser despojado de todo lo que tiene, termina refugiándose –como si se tratara de un sueño– en su propia mirada. Los dos momentos del mismo hombre coexisten en aquel espacio en el que, suponemos, transcurrió toda su vida; presente y pasado se entrecruzan. La repetición en su obra alcanza así un nuevo nivel en cuanto a la intención que lee Gabriela Vigil como «metáfora de la inmutabilidad de la condición humana y de los asuntos más ordinarios».¹ El hombre, a través de esta destrucción, termina encontrándose con su propia mirada previa a la destrucción. ¿No será inevitable reencontrarse con uno mismo en un momento de crisis como el ahí representado?
Los ausentes enfatiza, a través de un nuevo manejo de la repetición, la distancia entre estos dos hombres que son el mismo. La evocación de Borges resulta inevitable:
Éramos demasiado distintos y demasiado parecidos. No podíamos engañarnos, lo cual hace difícil el diálogo. Cada uno de los dos era el remedo caricaturesco del otro. La situación era harto anormal para durar mucho más tiempo. Aconsejar o discutir era inútil, porque su inevitable destino era ser el que soy.²
Los dos Gabinos de la ficción, a ratos comparten el mismo espacio y permanecen ajenos entre sí hasta que finalmente se enfrentan en una conversación ininteligible que, como es costumbre en las películas de Pereda, desemboca en una no-culminación: las preguntas quedan abiertas, el espectador saborea un poco de la incertidumbre en la que está viviendo este personaje.
¹ Gabriela Vigil, “Afinidad por lo cíclico: La figura de la repetición en el cine de Nicolás Pereda”, ponencia presentada en el Segundo Coloquio Universitario de Análisis Cinematográfico, Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, México, 28 de septiembre de 2012. Disponible aquí.
² Jorge Luis Borges, “El otro”, en Cuentos completos, Lumen, Barcelona, 2011, p. 433.
Agradezco a Abel Muñoz Hénonin el señalamiento inicial del vínculo con Borges.
Ana Laura Pérez Flores es licenciada en Comunicación Social por la UAM-X.
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