Kim Jong-un y el Dr. Strangelove

Kim Jong-un y el Dr. Strangelove

Por | 26 de abril de 2016

Francamente, Kim Jong-un es un personaje tan aterrador como tierno, una especie de happy tree friend de carne y hueso. Su indefinición, entre celebridad y dictador, entre dictador y coreógrafo, puede parecer simpática porque rige Corea del Norte, una país aislado y pequeño, pero las pruebas nucleares y los cañones apuntando al sur y sus maniobras militares en el borde de la otra Corea recuerdan o dan la impresión de que un día podría convertirse en una amenaza real. Para confirmarlo su gobierno hace ruido en los medios más o menos una vez al año.

Su último amago fue un video titulado La última oportunidad, publicado a finales de marzo y que hace un repaso de la historia de la “relaciones” entre el país comunista y Estados Unidos a partir de la Guerra de Corea y termina con un hongo nuclear sobre Washington y el Capitolio distorsionado por LSD –se supone que explota pero la imagen es demasiado cómica y psicodélica– mientras se le superponen unos subtítulos que dicen: «Si los imperialistas estadounidenses se mueven aunque sea un centímetro hacia nosotros, los atacaremos inmediatamente con nuestras [armas] nucleares».[1]

Urge preguntarse quién es el destinatario: ¿los norcoreanos?, ¿Estados Unidos?, ¿ambos?, ¿el mundo entero? En el primer caso estaríamos ante un misterio porque es muy difícil que nadie sepa qué pasa dentro de Corea del Norte, a excepción de un par de expertos. Si se trata de Estados Unidos estamos ante una amenaza tipo Guerra Fría y quizá el mejor modo de abordarla sea desde Dr. Insólito (Dr. Strangelove, Stanley Kubrick, 1964), en concreto a partir de este diálogo alrededor de la máquina del juicio final:

Presidente Merkin Muffley: ¿Cómo es posible que esta cosa pueda dispararse automáticamente y, al mismo tiempo, sea imposible detenerla?

Dr. Strangelove: Señor Presidente, no sólo es posible, sino fundamental. Esa es toda la idea de la máquina, ¿ve? La disuasión es el arte de provocar en la mente del enemigo el miedo de atacar.

El objeto aquí es dejar en claro que el gobierno de Kim tiene una bomba sólo para que todo mundo sepa que tiene una bomba. Otra cosa es que la piense usar o que piense genuinamente que sus “enemigos” tengan programado usarla contra su país. Toda la campaña reditúa, a nivel mundial, en su estatus como celebridad: las armas nucleares son un atributo icónico del dictador, como su peinado y su uniforme. Kim es un genio en la proyección de su imagen, gracias a lo cual probablemente sea, junto con Obama, la Reina de Inglaterra y Donald Trump, uno de los líderes políticos más reconocibles.

Junto a todo lo anterior hay algo que llama profundamente la atención: el punto en donde la propaganda roza o se convierte en ciencia ficción. Es decir, el punto en donde este video, antes que reforzar valores o imaginería norcoreanos o comunistas, plantea una situación utópica: la victoria definitiva del gobierno de Kim sobre Estados Unidos destruyendo su capital. Sin embargo, esta utopía está alimentada por las distopías hollywoodenses: ¿cuántos marcianos, terremotos o inundaciones han destruido el Capitolio? La última oportunidad termina por reproducir los mensajes del enemigo. Y quizá dice algo más, algo sobre cierto tipo de populismo esquizofrénico: que construir catástrofes reditúa políticamente.


[1] Crucé información de varios medios intentando conseguir todos los subtítulos pero fue más o menos imposible. Medios tan diversos como The New York Times, Al-Jazeera y The Times of Israel reprodujeron la misma información escueta e incompleta, algo que da para pensar pero que correspondería a una reflexión diferente.

Agradezco a Gabriela Rodríguez por encontrar la cita de Kubrick.


Abel Muñoz Hénonin dirige Icónica y la Gaceta Luna Córnea. Imparte clases en la Universidad Iberoamericana. Coordinó junto con Claudia Curiel los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental (2014).