Tag
Por Carlos Rgó | 25 de febrero de 2016
Mitsuko (Reina Triendl) es una colegiala que viaja en autobús con sus compañeras de escuela. Todas se divierten mientras ella escribe en una libreta. Cuando Mitsuko se agacha para recoger su pluma, el autobús es cortado en dos, al mismo tiempo que mata a todas sus compañeras. Un asesino invisible persigue a Mitsuko y ella empieza a huir, todo indica que es el viento el autor de los asesinatos. Esta huida conduce a Mitsuko a través de un juego de posibilidades bien delimitadas en un universo anclado a varias identidades. Mitsuko sufre una metamorfosis en Keiko (Mariko Shinoda), una novia de 25 años que vive una pesadilla en una boda. Después, Keiko se transforma en Izumi (Erina Mano), una corredora que revive su infancia mientras varios asesinos la persiguen. Mitsuko no puede reconocerse en el espejo y esa confusión es el encuentro con el universo ficcional de Sion Sono (Toyokawa, 1961).
Las películas de Sono tienen algo imaginario en sus imágenes más realistas, Tag (Riaru onigokko, 2015) es una prueba de esa verosimilitud falseada en favor del acceso a una realidad virtual que evoca simbólicamente los obstáculos que enfrenta Mitsuko. Víctima de la transparencia y opacidad que el movimiento de imágenes lleva hacia un mensaje final, Tag incluye otra vereda de la sentencia: «Suicídate antes de matar a alguien más», que apareció en una de sus películas más elogiadas, El club del suicidio (Jisatsu sākuru, 2002). El club del suicidio muestra a unos personajes desconectados de sí mismos mientras aparentan funcionar como organismos sociales. Sion Sono cuestiona el hecho y lanza una mirada a la idea del suicidio para producir una metonimia del conocimiento introspectivo y exponer en los massmedia que critica: televisión e internet, una escapatoria inútil si no hay una autorreflexión que materialice la idea de la cual busca escaparse. Muestra la cerrazón del mundo sin paliativos o analgésicos para que el espectador experimente el cine con sus formalidades y dialogue con la acción de tomar una decisión tan mínima como encender el televisor o suicidarse. Pero regresemos a Tag, la película más corta que Sion Sono ha filmado en su carrera.
No es sencillo olvidarse de la confusión en la que Tag plantea las pruebas a Mitsuko. Sin embargo, lo que pasa en Tag no queda delimitado por una crítica al principio de identidad de la mujer en el Japón moderno. Despreocupada de materialismos, de estructuras convencionales y con un soberbio comienzo comprometido con su mensaje final, Tag corta cualquier forma de perversión que la violencia quiera encasillar. Una curiosa lógica precipita los finales parciales en una obra que circula en sus propios manifiestos. Si la moraleja existe, es gracias a una manifestación de mensajes que prestan su intención sin perder su plurivocidad. Mientras más historias, no hay aumento de significados, sólo préstamos de intención que confabulan un único mensaje. Este afán didáctico aparece en otras de sus películas como Tokyo Tribes (Tōkyō toraibu tū, 2014) o la colosal Love Exposure (Ai no mukidashi, 2008) en cuyos minutos finales explica irónicamente los argumentos principales.
Sion Sono luce y articula las virtudes del tratamiento digital, el uso del dron, y el de una violencia colocada a ultranza. Literatura ilustrada de calidad¹, con la firma autoral de un artista que filma sus imágenes como marcas didácticas de una libertad imaginativa. Y como diría W. J. T. Mitchell: «las imágenes como las personas, no saben lo que quieren; tienen que ser ayudadas a recordarlo a través del diálogo con otros». El mensaje final está configurado con una plurivocidad de voces. Y éste no puede ser recodificado por un texto o, como señala Sion Sono en Tag, por una realidad virtual que toma decisiones en el lugar de una protagonista/espectador que no puede reconocerse en un espejo. Con una formación en poesía, el cineasta dialoga entre dos artes para rehuir una interpretación unívoca de las circunstancias en las que un medio de comunicación genera sus mensajes y los presta a otro medio. Apoyada en los mecanismos cinematográficos por antonomasia: la retórica del fragmento y la combinación. La iteración de esos fragmentos en el interior de la historia produce sus propias marcas explicativas para enviar un mensaje a partir de Mitsuko, una protagonista con varias identidades con una forma de ingenio refrescante.
¹ Adaptación de la novela Riaru Onigokko de Yusuke Yamada.
Carlos Rgó tiene estudios en Letras Hispánicas y Filosofía. Ha colaborado con revistas como F.I.L.M.E magazine. Actualmente participa en el FICUNAM 6 en el área editorial.
Entradas relacionadas
Cinco postales móviles de una ciudad (¡Ya México no existirá más!)
Joker: Folie à Deux: Tiempo de diagnósticos
Por Mariano Carreras
16 de octubre de 2024Longlegs, el terror que no fue
Por Israel Ruiz ArreolaWachito
17 de septiembre de 2024Mudos testigos: Levemente real, levemente espectral
—¡Ah, una nueva emoción! —Hola, soy ganas de criticar IntensaMente 2
Por Israel Ruiz ArreolaWachito
9 de julio de 2024Río de Sapos, cine de lo desconocido
Por Gustavo E. Ramírez Carrasco
5 de julio de 2024