Las telenovelas no mueren (2/3)
Por Raquel Guerrero Viguri | 28 de septiembre de 2017
Sección: Ensayo
Temas: TelenovelasTelenovelas latinoamericanasTelenovelas mexicanasTelevisa
La fea más bella (Televisa, 2006-07)
El declive de la telenovela mexicana
El 16 de abril de 1997, tras el anuncio de la muerte de Emilio Azcárraga Milmo, El Tigre, su sucesor asumió las riendas de Televisa contando únicamente con 29 años de edad, poca experiencia en el quehacer televisivo y una enorme deuda a cuestas. Hace 20 años Emilio Azcárraga Jean comenzó lo que él denominó como una reestructuración financiera, corporativa, pero también de contenidos. Como parte de estos movimientos se modificó la barra de telenovelas adecuada a cada tipo de audiencia: a las 16 horas las novelas infantiles, novelas para mamás a las 17 horas, novela juvenil a las 19 horas, la clásica para toda la familia a las 20 y a las 21 horas la telenovela para los adultos. Y para que todo encajara, se dio la orden de dejar de producir melodramas de media hora de duración. Jaime Dávila, asesor de Azcárraga Jean, lo aconsejó además para que fueran contratadas estrellas sudamericanas y cubanas, con una visión más amplia para la exportación.[1] Eso, además, tomando en cuenta que las coproducciones de Televisión Azteca y Argos estaban a punto de alcanzar su punto máximo en cuanto a propuesta audiovisual y narrativa con la historia de Mirada de mujer (1997-98), que atrajo la atención de un público adulto que ya no era afín a las propuestas de Televisa.
Sin embargo, todavía en los últimos años de Azcárraga Milmo, ocurrieron experimentos curiosos con los melodramas: primero, un proyecto de coproducción entre Estados Unidos y México, encabezado por el productor Carlos Sotomayor, para realizar de manera simultánea cinco telenovelas en español y en inglés. Imperio de cristal de 1995 fue el título experimental de este convenio con Morning Glory Productions, parte de la empresa FOX. Debido a una serie de problemas en su grabación, Crystal Empire, el proyecto bilingüe, continuó sin el apoyo del gigante estadounidense. Y segundo, el lanzamiento de No tengo madre (1997), una propuesta del comediante Eugenio Derbez de un melodrama planteado desde la farsa y la comedia contada en tres partes que tuvo que salir del aire por su poco éxito tanto entre el público como con los directivos.
Con la muerte del Tigre, la salida de Valentín Pimstein como el mando más alto de las telenovelas en la empresa y la competencia de Azteca-Argos, las historias de Televisa intentaron tocar temas distintos a los de los melodramas rosas, con estéticas narrativas, diálogos y hasta escenografías menos acartonadas, con una visión global. Los contadores de estas historias, una generación de productores que ya estaban comenzando a consolidar sus carreras, eran en su mayoría discípulos de Pimstein, productor que desde mediados de la década de los sesenta comenzó su carrera en Telesistema Mexicano y quien se convertiría en “el padre de la novela rosa”, con éxitos tales como Rina (1977), Rosa salvaje (1987-88) o la internacionalmente conocida Los ricos también lloran (1979-80).
¿De qué sirven estos antecedentes?
Para quien escribe este texto, estos antecedentes son fundamentales para entender de una manera somera pero precisa la situación del modelo mexicano de hoy, uno en que, como reconoce Nora Mazziotti, «la moral católica tiene un peso determinante con el centro de la noción de pecado. No cuenta una historia de amor, sino de un absoluto, de una justicia esencial, de una reparación moral (…) La redención sólo se alcanza a través del sufrimiento».[2] La noción católica prevalece actualmente en lo que ella denominó también como el modelo Televisa, gracias a la constante recreación de historias pasadas (remakes), particularmente rosas que anteriormente fueron producidas por Pimstein tales como Colorina (1980) / Salomé (2001-02); Vivir un poco (1985-86) / La madrastra (2005) o Mundo de juguete (1974-77) / Carita de ángel (2001-02) entre muchas, muchísimas más.
En 2001 el canal de Televisa Galavisión, transmitió lo que en Colombia ya había sido todo un éxito sin precedentes: la telenovela Yo soy Betty la fea, la historia de una mujer inteligente pero fea contada desde un tono cómico que entre otros elementos le dio el alcance internacional no sólo al melodrama sino al modelo colombiano, que con Café con aroma de mujer (RCN Televisión, 1994-95) ya había comenzado a figurar más allá de los mercados latinoamericanos. Por otra parte, en 2003 la productora Lucero Suárez realizó el melodrama Amar otra vez, una historia desarrollada en Uruapan, Michoacán, cuya particularidad consiste en que fue estrenada primero para el público latino de Univisión, y un año después fue transmitida en México. Tres años después realizó Las dos caras de Ana en coproducción con Fonovideo Productions, una empresa de Miami, lugar en el que se desarrolló toda la trama.
Con la eliminación de las barras infantiles y juveniles en el año 2008, la insistente producción de remakes mal adaptados, los intentos por crear un estilo de novela cómica inspirados por el estilo colombiano (con una pésima reelaboración del formato en La fea más bella [2006-07] como ejemplo, además de las producciones de Emilio Larrosa) y la reciente insistencia de figurar en el mercado latino, retomando en 2015 los estrenos primero para Univisión y después en México, Televisa se entiende como una mala copia no sólo de los nuevos actores en cuanto a la producción de melodramas, sino de sí misma.
En tiempos en los que la fusión entre formatos está dando forma a nuevas maneras de contar historias, estudiosos como Omar Rincón siguen apostando a la telenovela desde otras reglas: dejar de pensarla desde su diseño en capítulos de 30 minutos o una hora, en donde cada secuencia debe significar en sí misma; tener personajes que generen identificación y magia, humanizando sin perder la referencia melodramática; y no desconectar una buena historia con la realidad, ya que «la telenovela es un formato antropófago de formatos, géneros, estéticas, ideas. Por eso para comprender la realidad hay que ir a ver la telenovela y no al noticiero».[3]
Hoy por hoy, Televisa trata de reinventar su manera de producir telenovelas a costa de los éxitos de historias argentinas, colombianas o hasta coreanas, haciendo lo que hace 20 años (comedia, conquista del público latino en Estados Unidos) ya se había explorado, y que en su momento fue desdeñado, e intentado eliminar toda la serie de vicios industriales que prevalecieron con grupo de poder formado por los discípulos de Pimstein (Nicandro Díaz, Salvador Mejía, Angelli Nesma, Nathalie Lartilleux). Todo esto en el marco de una convergencia cultural en donde no son sólo las compañías de streaming las que imponen sus nuevas reglas en el mercado audiovisual, sino las mismas networks internacionales que, como Telemundo, han sabido desarrollar sus propias fórmulas para liderar no sólo en Estados Unidos. Con la llegada de los mandos altos provenientes de Univisión, y una visión de empresa totalmente distinta, la pregunta es: ¿podrán los nuevos esfuerzos melodramáticos devolverle a Televisa las glorias de lo que alguna vez fue?
[1] Claudia Fernández y Andrew Paxman, El Tigre: Emilio Azcárraga y su Imperio Televisa, Grijalbo, México, 2000.
[2] Nora Mazziotti, Telenovela: Industria y prácticas sociales, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2006.
[3] Omar Rincón, «Nuevas narrativas televisivas: Relajar, entretener, contar, ciudadanizar, experimentar», Comunicar: Revista Científica de Educomunicación, número 36, XVIII, Huelva, 2011.
Raquel Guerrero Viguri es maestra en Estudios de Cultura y Comunicación por la Universidad Veracruzana, y creadora del concepto Ratona de TV, que incluye una serie de podcast sobre temas de televisión, particularmente sobre ficción y telenovelas.