El film franquicia

El film franquicia

Por | 15 de marzo de 2016

A lo largo de la historia del cine se han visto innumerables remakes. Un film hecho en una latitud se traspasa a otra. Y como en la viña del Señor, ha habido de todo. Casi invariablemente tendiendo hacia pésimo el resultado. Insomnio (Insomnia, Erik Skjoldbjærg, 1997) fue notable. La versión hecha por Christopher Nolan en 2002 no fue ni la mitad de buena a pesar de sus actores (Al Pacino y Robin Williams, éste en particular miscast). Interesante al mismo nivel fueron Los infiltrados tanto en su versión honkonguesa de 2002 (Wú Jiān Dào), dirigida por Andrew Lau & Alan Mak, como la de Martin Scorsese de 2006 (The Departed). Para vomitarse fue el remake de Psicosis (Psycho, Gus Van Sant, 1998) que íntegramente copiaba el original (1960) de Hitchcock, filmando el mismo guión de Joseph Stefano basado en la novela de Robert Bloch, sin ninguna escena adicional, nada más cambiando el blanco y negro por color. El secreto de sus ojos (2009, Juan José Campanella) fue una obra maestra comparada con su remake hecho en EU, Secretos de una obsesión (Secret in Their Eyes, Billy Ray, 2015). La lista puede seguir y seguir.

La novedad es que retomando la idea de Van Sant con Psicosis, ahora existe un film franquicia insólito. Consiste en tomar un guión -de Pablo Solarz-, y simplemente aclimatarlo a cada región. Destaca en ello Busco novio para mi mujer (Enrique Begné, 2016). La versión original corresponde a Argentina, Un novio para mi mujer (Juan Taratuto, 2008), que fue un éxito local. Ojo: local. Este es uno de sus elementos fundamentales: nunca exportar el resultado. Así no se pierde el sabor de la comercialización internacional. Porque el mismo guión, antes de México, se aclimató a Corea del Sur, Nae anaeui modeun geot (Min Kyu-dong, 2012) y a Italia, Un fidanzato per mia moglie (Davide Marengo, 2014). Mañana, sin duda, se hará en otro país.

Y puede hacerse por la sencillez que plantea lo escrito por Solarz. La situación es idéntica en todos los casos: el esposo de una chica más o menos atractiva le descubre el defecto de que carece de filtro entre lo que piensa y lo que dice. A todos les cae mal por pesada. Sus majaderías hacen mella en la relación. El tema central es que a él, Paco (Arath de la Torre) le resulta difícil decirle lo que piensa a Dana (Sandra Echeverría), y como ya está harto, cae en la trampa de contratar un galán de barrio para que la seduzca (en este caso el Taiger [sic] Cordera [Jesús Ochoa]) que al parecer las trae todas consigo: es sensible y seductor sin llegar a ser grotesco, caballeroso sin cursilerías y su look de patán es contrario a su comportamiento, siempre dentro de los límites de una cortés y coquetamente juguetona corrección. En más de un sentido es el galán ideal aunque su físico supuestamente no le ayude.

Dana, por malas mañanas de Paco, descubre que puede ser locutora (o más bien, merolico) y expresar públicamente todas sus ideas sin intimidarse. Por supuesto, se vuelve un éxito. El divorcio queda servido por una vuelta de tuerca: el Taiger no la enamora sino otro personaje por completo incidental y que en más de un sentido sale de la nada.

La aclimatación de la versión mexicana corrió a cargo del propio director, de Leticia López Margalli y Gabriel Ripstein. No se requirió mucha ciencia. Bastó con ilustrar el guión de la mejor manera acoplando al humor nacional los chistes apuntados en la versión inicial.

Es así que el film franquicia lejos está de pretender ser original pero también de representar algo más allá que un humor romanticoide apenas tolerable y que renuncia a cualquier profundidad emocional. El esquema dramático es simplista: el argumento se adapta a cualquier circunstancia. Así, se vuelve una comedia de moda que, como otras franquicias, sólo funciona una temporada. No importa el estilo cinematográfico; es suficiente con la eficacia de las actuaciones y que las acciones se desenvuelvan en un medio tono que no exige mucho. Porque ya se ensayó en el film previo, que sirve de “borrador” y que se mejora o se conserva tal cual, según la intención del director en turno. El resultado en pantalla está casi garantizado: será parecidísimo al primer film.

El ejemplar mexicano sigue de cerca, por supuesto, la versión argentina, sin duda la más próxima en interés y estilo. Pero no resiste comparación porque la escasa pátina de originalidad pertenece a esa primera versión. La versión local empieza por ser una comedia medio misógina que se arrepiente de esto. Al final es profundamente romántica y agridulce. Porque las moralejas sencillas aún funcionan y el perdón es la más original ofrenda de amor. Eso sí, cinematográficamente, ni se ruboriza de ser la copia de la copia de la copia del original.


José Felipe Coria es autor de los libros El señor de Sombras (1995), Cae la luna: La invasión de Marte (2002), Iluminaciones del cine mexicano (2005), Taller de cinefilia (2006) y El vago de los cines (2007). Ha colaborado en medios como Reforma, Revista de la Universidad, El País y El Financiero.