Indicios del cine oaxaqueño: Controvers

Indicios del cine oaxaqueño: Controversia entre cineastas y gobierno del Estado

Por | 6 de junio de 2017

Cartel de OaxacaCine para la 62 Muestra de la Cineteca Nacional. Ilustración de Alejandro Magallanes.

La tecnología transforma y abre posibilidades antes inimaginadas. En los años ochenta, un grupo de antropólogos impulsó el desarrollo de talleres en comunidades de Oaxaca para manejar equipos de video, de ahí surgió todo un movimiento de video indígena, que por primera vez permitió que el cine hablara desde los pueblos. Oaxaca tiene una larga tradición fílmica, no sólo por las películas que la han tenido como locación, sino por los cineastas que han surgido de estas tierras y han expresado sus respectivas tradiciones a través de la cámara, ya sea el video de Crisanto Manzano en las comunidades zapotecas de la Sierra Norte o las orgullosas películas trash de Rolando Fernández y familia.

La revolución digital y los apoyos crecientes a la producción de cine mexicano han permitido un despunte del cine regional y una efervescencia que se ha traducido en cientos de jóvenes ansiosos de aprender cine o, de plano, por comenzar a filmar. En Oaxaca han nacido en la última década múltiples proyectos de producción, formación y exhibición de cine. Todos sostenidos con entusiasmo y en un constante proceso de profesionalización. Muchos de estos proyectos buscan y consiguen apoyo gubernamental, importante en un estado en permanente zozobra económica.

Durante el sexenio pasado se fortalecieron varios proyectos fundamentales para apuntalar el desarrollo cinematográfico de Oaxaca. Uno de ellos es OaxacaCine, organización civil que realiza proyecciones en el Teatro Alcalá, retomando buena parte de la programación de la Cineteca Nacional. No es una coincidencia: desde su origen, OaxacaCine se pensó como el proyecto piloto para crear la Cineteca de Oaxaca, uno de los archivos regionales asociados al nacional (como los que ya existen en entidades como Nuevo León, Zacatecas o Tamaulipas). La conexión de OaxacaCine con el gremio cinematográfico nacional (su presidente es el cineasta Rigoberto Perezcano, con importante proyección por su obra) permitiría una gestión exitosa a nivel federal. A largo de cinco años, OaxacaCine ha proyectado cientos de películas que congregaron a miles de cinéfilos en el bello teatro decimonónico (es la tercera sala en audiencia entre todas las del circuito de la Cineteca en el país). El gobierno del estado cubre los costos operativos de la organización (menos de dos millones de pesos anuales), mientras que los ingresos en taquilla se dividen 50/50 entre la dependencia estatal que gestiona el teatro y el distribuidor que alquila la película exhibida.

El cambio de gobierno en 2016 trastocó la inercia positiva que se tenía en éste y varios proyectos culturales más. La falta de recursos y el reacomodo de prioridades mantiene en vilo a OaxacaCine, una señal ominosa que tiene un antecedente preocupante. En 2013, se realizó un proyecto ejecutivo para abrir el Centro de las Artes Cinematográficas y Audiovisuales de Oaxaca, con el cuál se gestionó una partida federal en 2014. De último momento, la Secretaría de Cultura cambió la sede del Centro hacia un predio propiedad de la universidad estatal, con un proyecto distinto al proyectado un año antes. OaxacaCine protestó por la arbitrariedad. El presupuesto finalmente se perdió y la ansiada cineteca se esfumó en el horizonte.

El fragor de las campañas políticas y el final cambio de partido en el gobierno pegaron a las finanzas. Decenas de proyectos culturales se quedaron sin subsidio en el último año del sexenio de Gabino Cué, que culminó con adeudos millonarios. La actual Secretaría de las Culturas y Artes de Oaxaca (Seculta), encabezada por una funcionaria sin mayor experiencia en el rubro, comenzó a distanciarse de lo que considera el proyecto cultural del sexenio previo y a construir su propia agenda. Recortó o canceló proyectos y mantiene en el aire los pagos para las actividades que dependen de organizaciones civiles, en vez de concentrarse en su principal problema: 90% del presupuesto de la dependencia –que superará este año los 150 millones de pesos– se va en cubrir su infladísima nómina. A la par que gestiona el inminente conflicto, Seculta busca alianzas con sectores empresariales y políticos para desarrollar proyectos alternativos que le sean más afines a la nueva administración estatal.

Mientras le da largas a OaxacaCine, Seculta lanzó una iniciativa que ha nombrado provisionalmente Oaxaca Cinematográfico, una comisión de filmaciones que busca atraer producciones al estado, actividad que legalmente ya realiza un Departamento de Cinematografía dependiente de la Secretaría de Turismo estatal. Oaxaca Cinematográfico se presentó ante empresarios locales y luego organizó presentaciones de proyectos para aplicar al Eficine. Ante el dislate, un grupo de cineastas, como el mismo Perezcano, Ignacio Ortiz, Ángeles Cruz, Jorge Pérez Solano, Guillermo Monteforte, entre muchos otros, lanzaron un comunicado en el que señalan que Seculta «no cuenta con un diagnóstico profundo de la industria cinematográfica a nivel local» y que su agenda está dejando fuera a proyectos que desde hace décadas impulsan «la representación digna de las diversas identidades oaxaqueñas».

Ante la movilización, la Seculta decidió dar un paso atrás: «Reconocemos los esfuerzos que ha hecho el medio profesional cinematográfico de Oaxaca, que muchas veces ha trabajado a contracorriente. Sabemos de su valor, de sus aportaciones al medio cinematográfico, por lo cual públicamente hacemos el compromiso de reunirnos en fecha próxima para establecer una agenda trabajo participativa». Es apenas el inicio de una disputa en la que se enfrentan dos visiones distintas y enfrentadas de la cultura.

Por un lado, se cuestiona el súbito abandono presupuestal, que pone en peligro al nuevo sector, con todo su potencial cultural y económico («¿por qué les cuesta tanto trabajar con una asociación civil que no es sexenal?», se preguntó Rigoberto Perezcano en una entrevista a un medio digital). La atención de la administración estatal parece estar concentrada en recortar al mínimo los mecenazgos incómodos, como deja ver una declaración de la titular de Seculta: «es necesario adaptar la relación [con los proyectos culturales] a los nuevos tiempos que vive el Estado, alejados de una política subsidiaria que ya no es sostenible para dar el paso hacia una política de corresponsabilidad, bajo las premisas de transparencia, viabilidad y corresponsabilidad».

Lo único claro en el conflicto es, venturosamente, que ya existe un gremio organizado de cineastas oaxaqueños, que está trabajando y discutiendo a favor del cine regional que se hace desde estas tierras.


Fernando Mino es periodista e historiador. Autor de La fatalidad urbana: El cine de Roberto Gavaldón (2007) y La nostalgia de lo inexistente: El cine rural de Gavaldón (2011). @minofernando