Final Cut: Ladies & Gentlemen

Final Cut: Ladies & Gentlemen

Por | 1 de enero de 2013

Sección: Crítica

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El cine ha visto mermada su producción ante las crisis financieras. Hungría no ha sido la excepción y, ante este panorama, György Pálfi decidió hacer una película que tendría un costo de producción casi nulo; la razón: todas las tomas ya estaban filmadas.

Final Cut: Ladies & Gentleman (Final Cut – Hölgyeim és uraim, 2012), es una película hecha con muchas películas. Pálfi (Budapest, 1974) y un equipo de montajistas se dieron a la tarea de seleccionar, combinar y empalmar escenas de aproximadamente 450 filmes. Pero Final Cut no es un collage que recoge pedazos de manera aleatoria; cuenta una historia: un hombre despierta y lleva a cabo actividades usuales, se baña, se rasura, sale a la calle y cierto día, conoce a la chica de sus sueños, la busca, la encuentra, se casa con ella… Pero la clásica historia del boy meets girl se torna aquí nueva y emocionante. ¿No es paradójico que una historia que hemos visto un millón de veces encuentre la originalidad en situaciones y rostros que hemos visto una y otra vez?

El engranaje de esta cinta radica en el montaje, que se despliega aquí como el elemento más importante de la narración. No importa que el hombre tenga el rostro de Mastroiani, Chaplin, o Michael J. Fox, ni que la mujer esté encarnada por Ava Gardner, Sophia Loren, o Julia Roberts; sino la operación de suceder una escena con otra. Más trascendente es que esta maquinaria se ponga en marcha gracias a la participación activa del espectador, que opera en dos sentidos: 1) al reconocer –en mayor o menor medida– los planos que se suceden en la pantalla y 2) al permitir que dos planos sin relación alguna, se concatenen y construyan un sentido narrativo, coherente y verosímil. Es así como vemos a Norman Bates, sonreír maliciosamente ante el espectáculo de una Sharon Stone que cruza sus piernas.

Eisenstein sostenía que la poesía del cine se encontraba justo aquí, en estos planos que se alternan. Final Cut se constituye así como un cuento poético, que propicia que el espectador tenga una experiencia estética, cognitiva y emocional similar a la de Toto de Cinema Paradiso (Guiseppe Tornatore, 1989), cuando después de mucho tiempo, ve montados todos los besos que alguna vez fueron desechados.

 

Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 3, invierno 2012-13, p. 71) y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.


Rebeca Jiménez Calero es crítica independiente y profesora en la carrera de Comunicación de la Universidad Nacional Autónoma de México.