La personalidad múltiple en el cine

La personalidad múltiple en el cine

Por | 9 de mayo de 2017

El club de la pelea (Fight Club, David Fincher, 1999)

Fragmentado (Split, M. Night Shyamalan, 2017) se añade al largo historial de representaciones cinematográficas del trastorno de identidad disociativo. Más conocido como trastorno de personalidad múltiple, es una de las enfermedades psiquiátricas que mayor controversia han causado debido a las inconclusas y férreas discusiones con respecto a diferentes aspectos de su estudio, cuestionándose desde su mera existencia hasta su patogénesis y tratamiento. La base más fuerte que mantiene la polémica hasta la fecha es la posibilidad de que su diagnóstico sea producto de pura sugestión, combinación de la influencia de modelos psicoterapéuticos y de factores culturales decisivos, principalmente lo mediático.

En psicología no es raro pensar en la influencia de la cultura y los medios hacia los padecimientos mentales[1], ejemplos de esto son la correlación entre estándares de belleza y los trastornos restrictivos de la alimentación, el contenido de los delirios (las ideas delirantes mesiánicas, por ejemplo), las tendencias antisociales en países bélicos o la aparente exclusividad del fenómeno hikikomori.[2] La influencia de la cultura sobre el trastorno de identidad disociativo se empieza a sospechar por el alza masiva e inverosímil del diagnóstico: antes de 1970 se contaban menos de 200 casos mientras que para el final del siglo XX se contaron más de 40,000. Esta desproporción no es común y no se repite en ninguna otra enfermedad psiquiátrica. Tampoco el número de personalidades manifestadas en una misma persona, pasando de un rango de 2 a 3 a un promedio de 16, a partir de los setenta.

Este aumento se encuentra curiosamente asociado en el tiempo con el fenómeno mediático de Sybil, película (Daniel Petrie, 1976) y libro (Flora Rheta Schreiber, 1973) que crearon un espacio de representación popular en Estados Unidos para la disociación de identidad. La principal antecesora de Sybil, Las tres caras de Eva (Three Faces of Eve, Nunnally Johnson, 1957) es un drama con tintes cómicos que todavía no llega a consolidar el género de thriller psicológico característico de las películas que retratan este trastorno: en realidad parece que Sybil le otorga cierta seriedad y credibilidad al tema al estar basada en una publicación literaria, la cual a su vez da testimonio de un caso clínico.

El caso de Shirley Ardell (el nombre original de Sybil) ha llegado a ser desacreditado por la pobreza metodológica y el falseamiento de datos, con diversas pruebas desde su aparición que apuntan a una mutua manipulación sobre lo que se quería y lo que se debía creer entre la paciente y la terapeuta. La confabulación[3] es frecuente en la sugestión hipnótica, así como también se señalan motivos de gaslighting.[4] El molde ha sido creado a partir de esta quimera: un pasado oscuro caracterizado por abuso sexual o físico lleva al sujeto a fracturarse en varias personalidades para sobrellevar el trauma, aspectos y memorias conflictivas son cercenadas de la conciencia al ser desterradas a otras identidades diferentes de lo que es “uno mismo”. Esto se repetirá en películas como Primal Fear (Gregory Hoblit, 1996) donde el protagonista cuenta con un alter ego destructor que le permite vengarse de su violador (un arzobispo), El club de la pelea (Fight Club, David Fincher, 1999) con el antihéroe oprimido que crea una identidad alterna de rasgos antisociales para liberarse de una cultura alienante, o Shelter (Måns Mårlind y Björn Stein, 2010) donde un hombre atormentado por su pasado esconde un asesino en serie.

El diagnóstico es más frecuente en Estados Unidos que en el resto del mundo. Ahí también se produce la mayor parte de las películas con trama de personalidades múltiples. A pesar de existir registros de su presencia en diferentes culturas, casi todos los reportes e investigaciones han sido publicados en diarios científicos anglosajones con citas y referencias en literatura científica occidental (cuya mayor parte es publicada, a su vez, en Estados Unidos).

La fascinación de la industria del entretenimiento con esta psicopatología parece estar relacionada con la romantización del dolor humano y la locura (sigue siendo común que la gente se autodiagnostique con términos psiquiátricos que se han infiltrado en el habla cotidiana como “depresivo”, “bipolar”, “esquizofrénico” y “antisocial”). Las ideas griegas que vanaglorian la tragedia siguen presentes, pero ahora el destino no es moldeado por los dioses sino por el pasado individual y los estados mentales consecuentes. El tema por sí solo también produce interés porque nos concierne a todos: remite a los límites de la psique humana y seduce con ilusiones de omnipotencia al espectador en su deseo de escapar de sí mismo (como expresó Sylvia Plath, «Is there no way out of the mind?»), de volverse otro completamente distinto o, tal vez, muchos. Es necesario considerar la verdadera posibilidad de que el contenido mediático moldee determinantemente la forma en la que experimentamos y nos defendemos del sufrimiento. Es decir, que la influencia de la ficción se extienda no solo al contenido sino también a la estructura misma en la que se presentan y entendemos las enfermedades mentales. Hay que tomar en cuenta que, a veces, las etiquetas diagnósticas pueden funcionar como maldiciones chamánicas: las palabras impuestas por una persona (o medio) con poder y conocimiento llegan a transmutar la realidad subjetiva y la percepción del futuro del achacado en un desencaje miserable y limitado.


[1] Enrique Guinsberg, “La influencia de los medios masivos en la formación del sujeto”, Psicología em Estudo, vol. 8, núm. 1., Maringá, 2003, pp. 3-12; y John F. Khilstrom, “Dissociative Disorders”, Annual Review of Clinical Psychology, vol.1, Palo Alto, 2005, pp. 227-253.

[2] Psicopatología caracterizada por un aislamiento social extremo y que aparece masivamente a partir de la década de los noventa en Japón.

[3] La creación de memorias falsas.

[4] Término tomado de la película Luz que agoniza (Gaslight, George Cukor, 1944), que se refiere a una forma de abuso psicológico consistente en hacer dudar sobre la propia percepción o cordura a través de interpretaciones y pruebas falsas.


Jorge Hidalgo Chagoya estudia psicología en el Centro Eleia.