Carlos Bonfil habla de la crítica en América Latina
Por Carlos BonfilIcónica | 16 de marzo de 2017
Sección: Opinión
Temas: Carlos BonfilCrítica cinematográficaEl AmantePeriodismo culturalRevistas de cine
El espía que sabía demasiado (Tinker Tailor Soldier Spy, Tomas Alfredson, 2012), película exhibida en Argentina como El topo y portada de la primera edición digital de El Amante (número 237, marzo de 2012).
El número 287, ahora sólo digital, de la revista argentina El Amante trajo una noticia terrible: su cierre. Se trató de una publicación seria y arriesgada, que durante años fue la revista de cine más destacada en lengua castellana. El Amante fue una de las escuelas de Icónica y, queremos creer, de un par de generaciones de críticos hispanoamericanos. Por eso decidimos hacerle un homenaje, que se fue haciendo grande y se convirtió en una serie de textos que parte de la publicación porteña para ocuparse, en la medida de lo posible, de la crítica en Latinoamérica.
Para esta tercera entrega conversamos con Carlos Bonfil, crítico de cine para el diario La Jornada desde hace 20 años. Coordinó el libro ¡Hoy grandioso estreno!: El cartel cinematográfico en México (2011).
Aquí puedes las demás entrevistas de esta serie: David Oubiña, Eduardo A. Russo y Nelson Carro.
Luego de la revolución digital, cada vez más medios impresos han desaparecido sin encontrar la forma de relacionarse con un público cercano a las computadoras y los celulares, ¿por qué la crítica de cine en América Latina ha padecido especialmente este fenómeno?
Yo creo que es una revolución tecnológica que sabíamos que vendría: prácticamente todos quienes escribimos en la prensa, en los medios impresos, teníamos la forma de ir imaginando estrategias para acomodarnos a estos nuevos tiempos y a este cambio tecnológico. Muchos lo han logrado, se han proliferado, por ejemplo, los blogs; han proliferado también las comunicaciones a través de Facebook e incluso los chat rooms y la comunicaciones a través de Twitter. Eso hace que sea muchísimo el intercambio, no solamente de informaciones, sino de ideas, y ha desplazado peligrosamente el análisis cinematográfico a una mera proliferación de puntos de vista superficiales en la mayoría de las veces, anecdóticos o puramente reactivos, lo cual va en detrimento de una tradición de análisis que reposaba mucho en las disciplinas de los diarios y las revistas. Sí, hay un enriquecimiento por el intercambio y la interacción –yo lo veo todo el tiempo desde los festivales de cine hasta la comunicación diaria entre colegas y de los colegas con sus lectores–, eso me parece positivo. La parte que me parecería un poco más desalentadora sería que rara vez veo que esto profundice en el análisis serio de un fenómeno fílmico, eso sería el saldo negativo de este cambio tecnológico; pero yo creo que se puede revertir siempre y cuando quienes frecuentan estos medios, quienes se mantienen activos en los blogs, se exijan a sí mismos una mayor disciplina y un conocimiento más profundizado de las cuestiones que abordan y unas ganas de ir más allá de la tiranía de la moda y del momento. Por ahí lo veo, pero por el momento es un buen deseo.
Hace poco más de 10 años, los editores de revistas de cine, y de arte y cultura en general, atendían más a sus intuiciones profesionales que a los números de Google Analytics. En la actualidad han tenido que cambiar sus hábitos de comunicación con el lector sin saber cómo construir una publicación reflexiva y crítica, ¿a qué crees que se deba?
Puedo decir que fueron desplazando un poco al cine al no reconocer su valor eminentemente cultural, al moverlo de la página de cultura a una página de espectáculos. Se considera que las artes plásticas o el teatro sí forman parte de un fenómeno cultural, mientras el cine es meramente un espectáculo. Y como espectáculo de masas, se atiende más a lo que puede ser generador de respuestas comerciales positivas y se deja de lado aquello que mediáticamente no es ni atractivo, ni vistoso, con tal suerte que una película filipina, japonesa o coreana no tendrá el mismo impacto mediático o atractivo que la última película hollywoodense, ni la última película mexicana de moda. Hay una especie de gusto por lo escandaloso, por lo absolutamente novedoso, que desplaza y eclipsa las propuestas que parecen más discretas, que son probablemente mucho más interesantes, pero que mediáticamente acaban siendo inexistentes porque ya no tienen un lugar en los intereses de los editores. Creo que tiene que ver también con la formación misma de los editores, que son menos exigentes, tal vez algunos de ellos, no lo puedo aseverar, con una menor formación cultural e intelectual que los editores de antaño, que solían ser rigurosos al respecto.
Los cambios tecnológicos han trivializado muchísimas cuestiones, han hecho de la cultura un bien superfluo prescindible para muchos, en beneficio del gusto instantáneo y por la moda. ¿Qué sucede con los festivales y con eventos como el Foro de la Cineteca que traen el cine que no se ve regularmente o qué queda en la cartelera alternativa? Sencillamente no interesan y el caso más patente de esto es en el cine independiente mexicano: hay más de 170 producciones al año, actualmente, un hecho que festejan las burocracias culturales, pero el público no se entera al menos de 70% de esa producción. La tiene que rastrear, en caso de llegar a interesarse en ello, pero los medios no cumplen la labor de difundir la existencia de estas películas, de señalar en dónde puede el lector –posiblemente cinéfilo– ver estas películas porque no les interesa. Hay una suerte de cerco de silencio en torno de las propuestas de autor tanto de cine internacional como de cine mexicano, pero en el caso del cine mexicano es particularmente dramático puesto que el contribuyente está pagando por un cine que no se ve.
¿Cuál fue el legado de El Amante, y qué pierde la crítica cinematográfica ahora que ha desaparecido esta publicación?
El problema, no sólo con El Amante, sino con muchas revistas internacionales de cine, es que no se distribuyen en México. Entonces no se puede hablar ni siquiera de un fenómeno de lectores de El Amante, Sight and Sound, Cahiers du cinéma, Positif o de tantas otras revistas, porque no las encuentran físicamente más que en lugares tan específicos como la Cineteca Nacional. Estamos hablando de un país en el que hay muy pocas revistas de cine y que por lo mismo no tiene una tradición o la ha perdido. Si un cinéfilo mexicano conoce, con trabajos, lo que se publica en la revista Toma o sabe sobre las dificultades financieras que puede atravesar con el recorte presupuestal, mucho menos se enterará de lo que sucede a 10,000 km. En ese sentido, es dramático el hecho de que en México no haya revistas de cine que puedan, verdaderamente, despertar en los cinéfilos o en el público general el interés por consultar, por estudiar, por informarse de manera más cabal sobre lo que está sucediendo en el ámbito internacional. Ignoro hasta qué punto pueda afectarle la desaparición de El Amante al cinéfilo mexicano puesto que ignoro al mismo tiempo si realmente le afecta la desaparición de sus propias revistas o el hecho de que no se produzcan nuevas publicaciones. Yo creo que es una crisis muy fuerte: primero tenemos que ver qué es lo que está sucediendo en nuestro país porque realmente el desconocimiento es global empezando por el de nuestro propio medio editorial
Desde ciertas filosofías europeas, algunos personajes como Fredric Jameson, Alain Badiou, Jacques Rancière o Slavoj Žižek han utilizado al cine para explicar fenómenos políticos, sociales, culturales o económicos contemporáneos. Sin embargo, buena parte de la crítica de América Latina se resiste a apropiarse de esta perspectiva y en su lugar prefiere seguir abordando al cine como si se tratara de una disciplina aislada en la que se tiene que calificar la calidad de la fotografía, las actuaciones, la escenografía, los efectos especiales o la historia. ¿Qué piensas de la crítica que realizan los autores arriba mencionados? ¿Por qué en América Latina se sigue apostando más por una crítica relacionada con la estética y la narrativa que con las ciencias sociales?
Tendría que haber una formación de los mismos críticos que fuera mucho más allá de su interés primordial, que es el cine. Tendrían que interesarse por la literatura, por la política, por la sociología, tener una cultura global mucho más amplia. Lo que sucede es que muchísimos críticos se avocan a su trabajo periodístico diario porque tienen que vivir de ello, porque realmente hacen un trabajo día a día y no hay una transición académica lo suficientemente fuerte como para permitir su análisis. Y quienes lo hacen no se reconocen como críticos de cine, sino como investigadores cuya preocupación es la academia, que les interesan los simposios o escribir libros. Parecen dos terrenos completamente distintos: la crítica día a día en los diarios o en las revistas, y lo otro que no se ve a sí mismo como crítica, sino como un análisis cinematográfico de corte académico, ese sí vinculado a las ciencias sociales, pero que no llega a la mayor parte al público, sino a un sector muy especializado.
Hay libros muy interesantes que publica la UNAM, pero que se distribuyen poco, que se leen menos; trabajos valiosos que quedan en ese ámbito restringido de la difusión editorial académica. Sería estupendo que aquellos que escriben para revistas o diarios tuviesen la disciplina o el rigor de los investigadores académicos. pero estamos hablando de dos ámbitos distintos y mezclarlos, cuando en realidad se hace un trabajo, básicamente alimentario, por la crisis actual, yo lo veo difícil. Muchos críticos se ven obligados a ceñirse a lo que los editores les piden que hagan: reducir espacios, reducir las notas al mínimo, pasar del análisis de una película en 5,000 o 6,000 caracteres a un comentario rápido en mil 500, 2,000 caracteres. Esto cambia radicalmente el punto de vista e incluso la manera de comunicarse con los lectores. Se vuelve una especie de recomendación sobre lo que hay que ver, lo que no hay que perderse y lo que hay que evitar a toda costa. Eso se ve claramente en las listas que cada fin de año elaboramos sobre lo que nos pareció lo mejor del año. Hay que trascender esto y no someterse a la tiranía de la moda, no dejarse llevar por esta frivolidad. Me parece cada vez más difícil si el crítico de algún modo tiene que vivir de su oficio, entonces entiendo completamente bien a los colegas que se ven obligados a adaptarse a estos tiempos tan ingratos de la información trivial, de recomendaciones, de calificaciones. Creo que debemos aspirar, ya sea en los blogs, ya sea de manera alternativa, a buscar formas de expresión mucho más ricas, mucho más interesantes de las que vemos actualmente.
¿Crees que hay una visión o varias de la crítica desde América Latina? ¿Cuáles son? ¿Estás de acuerdo con ellas?
He de contestar con mucha precisión porque he tenido muy pocos contactos con críticos en Argentina o en Colombia o en Perú, por lo mismo que comentaba del hecho de no tener acceso a sus publicaciones. Puedo decir que, sobre todo de mis contactos con las personas que veo en los festivales de cine, son personas que, más que considerarse críticos de cine, se consideran cinéfilos. Me parece muy estimulante tener un diálogo continuo en los festivales de cine con estas personas y te puedo decir que lo que se vive en el resto de los países de América Latina es muy parecido a lo que vivimos en México: una hegemonía del cine estadounidense y estrategias muy similares de tratar de hacer contrapeso cultural a esta invasión de la propuesta hollywoodense. Rescatar lo que llega de Europa, de Asia, de África como propuestas fílmica interesantes y hacerle llegar al mayor número de lectores posible coincidiendo en que es una tarea un poco quijotesca. Pero, dentro de todo, vale la pena el esfuerzo y se crea un clima de resistencia, hay una resistencia cultural frente a la mercantilización del cine, frente a la hegemonía avasalladora de Hollywood y la búsqueda de estrategias para hacer un contrapeso a ese fenómeno.
Aquí puedes las demás entrevistas de esta serie: David Oubiña, Eduardo A. Russo y Nelson Carro.
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