Fuego en el mar

Fuego en el mar

Por | 19 de enero de 2017

Sección: Crítica

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La migración es uno de los temas que más ha abordado el cine reciente: Mediterránea (Mediterranea, 2015), de Jonas Carpignano; Llévate mis amores (2014), de Arturo González Villaseñor; y Le Havre: El puerto de la esperanza (Le Havre, 2011), de Aki Kaurismäki, son algunos ejemplos notables. El documental Fuego en el mar (Fuocoammare, 2016), de Gianfranco Rosi, también se ha hecho cargo de la problemática que el escritor y director Emmanuel Carrère considera que es una pesadilla tanto para los migrantes como para los habitantes nativos de lugares como Calais, donde el francés se situó para escribir un reportaje que publicó el diario Corriere della Sera.

La isla de Lampedusa, territorio italiano ubicado al sur extremo, es el sitio que Rosi (Asmara, Eritrea, 1964) retrata. Se trata del lugar que conecta, a través del mar, a Túnez con Italia, es decir, es un puente entre África y Europa. Al inicio del filme se puede leer: «En los últimos 20 años cerca de 400 mil migrantes han llegado a Lampedusa. En el intento de atravesar el Canal de Sicilia para llegar a Europa, se estima que han muerto 15 mil personas».

El director italiano centra la película en dos partes: en Samuele, un niño que habita la isla, cuya afición por tirar con resorteras que él mismo fabrica le hace descubrir que tiene un problema de visión en un ojo; y en los intentos de la Guardia Costera de ayudar a desembarcar a hombres y mujeres, varados en el mar, que han viajado desde África en condiciones en las que se expone la vida. Algunos de ellos mueren en el trayecto. Uno de los migrantes explica que hay división de clases: depende del dinero pagado si el viaje se hace en la parte interior de la embarcación, en la que, dice, hace un calor insoportable, y donde el agua se mezcla con el combustible, o en la parte superior.

Rosi pasó un par de meses en Lampedusa para conocer la isla y sus habitantes. El director de Sacro GRA (2013) llegó después de lo ocurrido el 3 octubre de 2013, fecha en la que murieron 366 migrantes en un barco que se incendió. Fuego en el mar retrata la geografía de la isla, también su cotidianidad, en la que hay escuela, juegos, visitas al médico, un programa de radio en el que la gente dedica canciones, etc. El director refuerza la idea de que la llegada de migrantes también es un hecho habitual.

La pregunta de fondo es ¿para qué desean llegar a Europa hombres y mujeres de Eritrea, Túnez y Somalia, entre otros países? Muchos de ellos huyen de los conflictos bélicos y sociales, entre los que se puede mencionar el desempleo. Sin embargo, el triunfo del filme, que se hizo con el Oso de Oro en la Berlinale 2016, abrió la puerta a otro tipo de cuestionamientos.

El colectivo lampedusiano Askavusa, y un sector de la crítica internacional, le reprochó a Rosi que la estética de su película no está a la altura de la problemática que aborda. El grupo argumenta que el filme legitima el dispositivo tecnológico-militar que se utiliza para tratar con los migrantes. En una de sus primeras secuencias se escucha la comunicación entre la Guardia Costera y una de las embarcaciones. Las imágenes de Rosi se han logrado, ciertamente, usando las estrategias del Estado como intermediarias. Siempre que vemos a los hombres y mujeres que intentan establecerse en Europa es porque están siendo parte del ejercicio de las actividades de supervisión de los operativos de rescate.

Fuego en el mar es un filme importante para pensar las imágenes. ¿De qué forma construyen un discurso sobre un tema tan complejo y polémico cuyo estudio es una tarea del presente?


Carlos Rodríguez es reportero cultural. Colabora en La Tempestad e Icónica. Actualmente trabaja en un proyecto que revisa la obra de Claude Chabrol, cuyo sitio web es https://claude-chabrol.com.