¡Qué pena tu película! Cine mexicano y 2016
Por José Felipe Coria | 16 de enero de 2017
Sección: Opinión
Temas: Cine mexicanoConsumo de cine mexicanoDistribución de cine mexicanoTaquilla del cine mexicano
Qué pena tu vida (Nicolás López, 2016)
Resulta que 2016 fue el año más exitoso para las comedias, y éstas se apoderaron de la taquilla. Por supuesto, conforme avanzó el año fueron declinando al saturar la cartelera y el gusto del público. La comedia estelar fue ¿Qué culpa tiene el niño? (Gustavo Loza, 2016). Por razones incomprensibles tiene un giro de tuerca final, tan innecesario como absurdo: queda en apología de la violación de una mujer ebria o inconsciente. El asunto es más o menos así: Maru (Karla Souza sobreactuando), amanece en un cuarto que no conoce. Está pudorosamente desnuda. Meses después se descubre embarazada. Busca al padre. Piensa que es Renato (Ricardo Abarca haciendo pucheros), un colado a la fiesta donde pasó todo. Al final, tras todas las peripecias que se suponen graciosas, se revela que el padre es un ¿chino?, ¿japonés?, que sin duda violó a Maru. ¿Para qué tanto rizar el rizo con esta payasada? Sepa. Seguro a alguien le pareció graciosísima. No lo es. Pero sí es síntoma de cómo la comedia está funcionando, mal, y cómo decayó en un año por insistir en TV-estereotipos y TV-esquemitas TV-dramáticos.
Esto lleva a una cierta discusión en torno a si el público se ha vuelto demasiado complaciente o, de plano, ya perdió el gusto. Porque la lógica del tema sugiere que si se producen tantas comedias es debido a que un público las exige y por ello no existen otras opciones. Y cuando existen, no son apreciadas. El público es considerado por muchos como un eterno traidor que jamás ve las películas mexicanas que de verdad importan.
Lo cierto es que el problema es más complejo que reprocharle al espectador su ausencia en esas cintas por algunos calificadas de importantes. Si el público no va es porque simple y sencillamente no le interesan, no le llaman la atención, no le parecen importantes por más premios que ganen o comentarios laudatorios que lean o escuchen. Cierto es que muchas de estas cintas de enorme pretensión la mayoría de las veces están hechas a espaldas del público. Éste lo sabe. Por eso las repudia.
Por otro lado, la abundancia de comedias de súbito harta y cuando sale una interesante, tampoco funciona porque se asume que es más de lo mismo: una suma de estereotipos desgastados que hacen cosas que se creen chistosas. Existe también el “deporte” de asistir a una película mexicana para usarla de botana, para burlarse de ella, pues. Esto no es exclusivo del cine nacional. Véase cómo la taquilla respondió a Pixeles (Pixels, Chris Columbus, 2015) y la devastadora opinión del público.
A veces se suben demasiado las expectativas y decepcionan. Por ejemplo, Desierto (Jonás Cuarón, 2015), fue anunciada con bombo y platillo. Tuvo una adecuada campaña y, hasta donde se sabe, vendió buena cantidad de boletos, no la óptima, pero al menos la mínima para ser considerada una cinta con presencia en taquilla. El hecho es que no gustó: demasiado derivativa en su propuesta, con un irracional vaquero armado, con rifle y perro, que persigue mexicanos, para un simple enfrentamiento que se sabe tendrá un final predecible: serie B, y baratita. No había mucho por lo cual sorprenderse puesto que visualmente es convencional, dramáticamente floja y comercialmente dudosa en su calidad. No sorprende que no alcanzara la recta final para las nominaciones al cada año codiciado Premio de la Academia.
Las complejidades de la industria quedan reflejadas en los números reportados a fin de año por el Instituto Mexicano de Cinematografía en las diez películas nacionales más taquilleras: ¿Qué culpa tiene el niño?, con cinco millones 893 mil 885 asistentes; No manches, Frida (Nacho G. Velilla), con cinco millones 99 mil 744; Treintona, soltera y fantástica (Chava Cartas), con dos millones 956 mil 978; La leyenda del chupacabras (Alberto Rodríguez), con dos millones 593 mil 354; Compadres (Enrique Begné), con un millón 968 mil 129; Busco novio para mi mujer (Enrique Begné), con un millón 288 mil 352; Kilómetro 31-2 (Rigoberto Castañeda), con 929 mil 723; Qué pena tu vida (Nicolás López), con 899 mil 590; Macho (Antonio Serrano Argüelles), con 872 mil 230, y El Jeremías (Anwar Safa), con 869 mil 147. O lo que es lo mismo, la mejor comedia quedó en último lugar y con el menor número de espectadores; la única animada, el Chupacabras, juntó buena taquilla pero insuficiente, y la cinta diferente, Kilómetro 31-2, ubicable en el género del “terror”, apenas recaudó.
Pero los números son optimistas, al decir de IMCINE, porque se produjeron 160 películas, se estrenaron 85 (la mitad, generando un sustancial rezago que se sumará al de este año: cifra roja que nunca se reporta; otra cifra que nunca se reporta: cuánto se recupera de la inversión hecha con fondos públicos y el destino de ese dinero), hubo 29 millones de espectadores y la taquilla tuvo ingresos por mil 300 millones de pesos (¿y cómo se reparten?) que al fluctuante tipo de cambio del mes, son como sesenta millones de dólares. Nada comparado con los más de dos mil millones de dólares, o cincuenta mil millones del águila, recaudados por seis películas de los estudios Disney en 2016.
José Felipe Coria es autor de los libros El señor de Sombras (1995), Cae la luna: La invasión de Marte (2002), Iluminaciones del cine mexicano (2005), Taller de cinefilia (2006) y El vago de los cines (2007). Ha colaborado en medios como Reforma, Revista de la Universidad, El País y El Financiero.
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