Capitán Fantástico

Capitán Fantástico

Por | 22 de diciembre de 2016

Capitán Fantástico (Captain Fantastic, Matt Ross, 2016) pone sobre la mesa, a través de un elocuente discurso, el tema por excelencia del cine de Estados Unidos: el conflicto entre el padre y el hijo. La historia sigue a una familia cuyos padres decidieron criar a sus hijos lejos del mundanal, la soberbia y el hedonismo.

El patriarca, al que encarna Viggo Mortensen, se puede interpretar como un “viejo hippie vestido de payaso”, en palabras de su suegro; también como un héroe inconforme con lo establecido; y, finalmente, como un jefe cuyas normas y acciones, que a sus ojos protegen a su clan, son cuestionadas.

La madre de la familia Cash, una mujer suicida, está ausente durante casi toda la película, vinculando a los hijos varones con el padre, con quien mantienen conflictos que, poco a poco, son expuestos, retomando lo que Alain Badiou considera la materia del discurso fílmico que distingue al cine de Hollywood: los desacuerdos y combates entre el padre y el hijo. Filmes tan disímiles entre sí como El padrino (The Godfather, Francis Ford Coppola, 1972), Magnolia (Paul Thomas Anderson, 1999) y Nebraska (Alexander Payne, 2013) han abordado el tema.

Durante el desarrollo de Capitán Fantástico se muestran las condiciones de vida de la familia. Lejos de la ciudad, en un bosque no exento de peligros, cultivan alimentos, practican artes marciales, cantan, discuten lecturas, etc. No evitan ni el dolor ni el enfrentamiento entre unos y otros. El padre es el centro de la vida de los seis hijos, tres varones y tres mujeres.

Detrás de esta vida idílica, quizá utópica (la tía de los chicos le pregunta a Mortensen cómo ha administrado el dinero para que éste todavía rinda, después de tantos años), hay secretos, ligeramente explorados por Ross (Greenwich, Connecticut, 1970): ¿es verdad que la madre mantuvo hasta el final la convicción de educar a sus hijos en esas condiciones?

El filme retrata, entre otras cosas, el distanciamiento entre el hijo que desea experimentar por su cuenta –e incluso estudiar lejos de casa, desestimando los anhelos impuestos por la familia– y el progenitor. También entre el vástago adolescente que odia a su papá, al que acusa de haberlo convertido en un raro, en un excéntrico.

A pesar de que los temas de la manipulación y el consumo permean al filme en una primera lectura –la secuencia en la que el padre camina por el supermercado, en el que “no venden comida de verdad”, se escucha una versión folk de «My Heart Will Go On», el tema de Titanic (James Cameron, 1997), película que encarna toda la vorágine capitalista, es un buen ejemplo–, el acento del filme está en el restablecimiento de una nueva forma de relacionarse entre padres e hijos.

La figura femenina, que tiene menos peso, siempre apoya el llamado del progenitor, otorgándole preeminencia a la parte masculina, como suele ocurrir en este tipo de películas que siguen una tradición clásica. Uno de los pocos filmes que subvierte la fórmula es Golpes del destino (Million Dollar Baby, Clint Eastwood, 2004), donde es una chica la que ocupa el lugar del hijo del héroe.

Capitán Fantástico aborda estas problemáticas con gran sencillez, actualizando el modelo del conocido argumento y relacionándolo con preocupaciones pertinentes del presente. En la película el director toma una postura conciliadora, otorgándole a cada elemento su parte de razón.


Carlos Rodríguez es reportero cultural. Colabora en La Tempestad y Picnic.