Vessel
Por Lucía D. Miranda | 6 de septiembre de 2015
«Mi hermana me ha contado sobre su barco», escribe Amina en un correo dirigido a la colectiva Women on Waves desde el Mediterráneo: «No estoy casada, estoy embarazada, y temo morir».
Así abre Vessel (2014), documental dirigido por Diana Whitten, y en su primera secuencia alcanzamos a cuatro mujeres que al salir de casa se encuentran frente a una manifestación, en contra de ellas. Se escuchan consignas como «El derecho a la vida es de Dios y el aborto es traición». Los reclamos durante el hostigamiento provienen principalmente de varones, de todas edades y ciertamente con apariencia de ostentar clases medias y altas.
Las pancartas de los manifestantes recrean la imagen de un feto triturado, tan surreal como gore, muy similar al que algunas vimos en videos de educación sexual que desatinadamente solían compartirnos en la secundaria. La prensa hostiga, el policía vigila, la protesta se enuncia moral. Rebecca, fundadora de Women on Waves, sostiene al aire la intención de entregar a las mujeres de Marruecos información relevante sobre cómo practicarse un aborto seguro en casa por mano propia.
Más allá del tono protagonista que en ocasiones adquieren las integrantes del colectivo, las compañeras se proponen equipar un consultorio de obstetricia dentro de una embarcación y pretenden hacerla zarpar para practicar abortos en aguas internacionales, en la periferia de aquellos lugares donde esta asistencia aún es ilegal. La narrativa avanza en paralelo al asedio gubernamental, religioso y policiaco contra el cometido de Women on Waves.
Varias preguntas se formulan de primera escala: ¿he caído en la trampa de llegar a un filme panfletario?, ¿estoy viendo una sucesión de imágenes que pretenden hacerme simpatizante de algún feminismo en particular?, de ser así, ¿cuál de todos ellos? La gama que avanza desde los postulados ecofeministas de Vandava Shiva hasta el postestructuralismo de Judith Butler, permiten esbozar éstas u otras suposiciones ligadas a la tradición mediática y audiovisual del feminismo. La propuesta del cine documental recurre a la estrategia de validación del discurso, autorizado por quién y con qué fines, y en el caso de Vessel por partida doble, primero para validar lo que está ahí representado y en segundo término para decidir por qué ha de pensarse en feminismo cuando se recurra este documento.
Es cierto que la salida fácil del cine generalmente ha sido rechazar al aborto y cuenta de ello lo dan cientos de representaciones muy ligadas a la mujer que es víctima o victimaria por vivir su cuerpo libremente, en una recreación que no da lugar a las mujeres como sujetos políticos. El discurso cinematográfico a lo largo de la historia ha devenido patriarcal al salvaguardar los valores tradicionales y privilegiar con ello solo a unos cuantos.
El cine que influye sobre quien aún no ha decidido suele estrechar un lazo (privilegiado) con los sectores cinéfilos más progresistas y la valía de Vessel presume de ser una clara excepción a este juego en un guiño simple: mostrar a mujeres que han abortado viviendo el territorio de su cuerpo sin reconfigurarlo como maldito, desdichado e irrecuperable.
Las decisiones de Diana Whitten inician en lo moral, sin embargo pronto se vislumbran políticas, intuyendo la máxima de Godard sobre la responsabilidad de los cineastas y su poder frente al espectador. Muestra de ello son la cámara en mano detrás de las activistas y su presencia en las llamadas telefónicas que buscan la ayuda de Women on Waves.
La embarcación de los abortos, dicha con todo el escándalo recreado en el documental, avanza hacia una transición definitiva: su paso por Ecuador.
Previamente, otra compañera que se ha adherido al grupo expresa la posibilidad de salir de la lógica del privilegio capitalista y patriarcal sólo hasta el momento en que es más valioso el acto íntimo de ayudar individualmente a cada mujer por encima de desplegar extensas campañas políticas. Así entendemos que el activismo no necesita más que estar con el otro y revelar el instrumento político de subvertir lo cotidiano.
Ya en Quito, Vessel navega las aguas de lo transmedia, para entonces todas las mujeres que así lo pidan recibirán en su correo electrónico instrucciones para practicarse un aborto seguro. Este evento posibilita que las narrativas de Diane (directora) y Rebecca (personaje) sean hackeadas. Tal como lo plantearía la guionista documental María Laura Ruggiero en su práctica del story hacker, es posible desarmar la narrativa original y atravesarla creativamente con iniciativas que salen del filme y se traducen a intervenciones callejeras con esténciles o la gran manta colgada a los pies de la Virgen de El Panecillo.
Igualmente abre al lenguaje transmedia el llevar a cabo de la mano, de Women on Web, la acción de rozar los límites de un código hasta ahora impuesto y apropiado por los formatos cinematográficos habituales. El lente no mira, actúa y propone al mismo tiempo el sano ejercicio de la emancipación, librando el paradigma del espectador al que se refirió Jacques Rancière. Y es importante en la medida que empuja al Estado a salir de los cuerpos de las mujeres.
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