Day of the Muertos: Hollywood y la colon

Day of the Muertos: Hollywood y la colonización cultural

Por | 31 de octubre de 2016

Hace poco cometí la osadía de criticar en mis redes sociales privadas el desfile de Día de Muertos que el gobierno de la Ciudad de México organizó el pasado 29 de octubre, inspirado en la más reciente película del espía-mercenario británico 007. Mi comentario iba en torno a lo irónico que resultaba que la imagen que Hollywood muestra de la identidad cultural mexicana se convirtiera, de pronto, en el ideal a alcanzar. Enfatizaba que el Día de Muertos es generalmente algo más solemne, y que el aura de la celebración de diluía en la grandiosa vulgaridad del filme. Mi publicación desencadenó una discusión bastante florida en torno a lo que es la identidad cultural y la naturaleza inestable de ésta.

Este evento monumental, donde participaron más de mil personas disfrazadas y donde pasearon enormes carros alegóricos de catrinas y calaveras, fue inspirado por la película de James Bond, 007 Spectre (Spectre), dirigida por Sam Mendes en 2015. Esta producción ya había sido criticada por las generosas condiciones tributarias que el gobierno capitalino ofreció a los productores a cambio de mostrar la ciudad en todo su caótico esplendor. La película abría con una secuencia de proporciones épicas en que el agente –todo un símbolo del colonialismo británico que hace y deshace impunemente en el Tercer Mundo– perseguía a un malhechor por el Centro Histórico mientras se llevaba a cabo un desfile de gran escala, como jamás se ha visto en realidad, celebrando el Día de Muertos. Era como una procesión de Disneylandia pero con huesudos y catrines. El cine superaba por mucho a la realidad: si las celebraciones públicas y privadas del Día de Muertos suelen ser como una cinta independiente, la algarabía de Spectre resultaba un blockbuster de Michael Bay.

La cinta fue un éxito de taquilla y a nivel global se propagó la noción de que la Ciudad de México contaba con una celebración así de trepidante y de gran presupuesto. El gobierno decidió entonces organizar no un desfile de Día de Muertos, sino un desfile-de-Día-de-Muertos-tipo-Spectre. Hollywood vino a dictar lo que se esperaba que la ciudad y la celebración a los difuntos fuera. El desfile de la Ciudad de México no fue únicamente motivado por un afán de que los capitalinos lo disfrutaran, sino explícitamente como un producto de consumo turístico (no se fueran a decepcionar los visitantes). Medios internacionales como The Guardian reportaron el evento, enfatizando que fue inspirado en la película y señalando que hubo voces disidentes en las redes sociales que criticaron el derroche del erario público.

Que el desfile (que contó con bailes prehispánicos, disfraces de la Colonia y calaveras estilo José Guadalupe Posada) haya sido o no fiel a las tradiciones pasa a segundo plano. Sería una necedad, y un acto de conservatismo recalcitrante, aferrarse a una cultura o identidad nacional estable. La cultura es un organismo viviente que cambia conforme entra en contacto con influencias locales y extranjeras. Sin embargo, resulta preocupante y hasta desalentador que el gobierno tenga que mirar a Hollywood como fuente de inspiración. A lo largo del país el Día de Muertos es celebrado de diferentes maneras, como la generosa amalgamación cultural que es. Lo hecho por la Ciudad de México es como si la política cultural de París fuera dictada por El Código Da Vinci.

Parte de la labor de un gobierno local es fomentar la identidad cultural, claro está. La vorágine del capitalismo, sin embargo, todo lo engulle y de todo hace negocio. En parte debido a la popularización del Día de Muertos como elemento de la cultura global hipster, y en parte al poder adquisitivo de la comunidad hispana en Estados Unidos, Hollywood ha encontrado la manera de convertir en capital lo que hasta hace algunas décadas era visto como una tradición extraña y hasta morbosa –pensemos en la cinta animada El libro de la vida (The Book of Life, Jorge R. Gutiérrez, 2014) muy luminosa pero llena de clichés.

El problema con el desfile inspirado en el filme de Sam Mendes (Reading, Reino Unido, 1965) no radica en lo ahí representado o en qué tan fidedigno fue a las tradiciones, sino en que las representaciones fílmicas dicten la agenda cultural del gobierno de la Ciudad de México.


César Albarrán-Torres es catedrático e investigador en la Swinburne University of Technology en Melbourne, Australia. Es crítico de cine y fue el editor fundador del portal de la revista Cine PREMIERE. @viscount_wombat