Ficción y realidad en las series de narcos
Por Abel Cervantes | 14 de octubre de 2016
Sección: Opinión
En una famosa frase de los setenta Jean-Luc Godard sintetiza la fórmula de la creación artística audiovisual: «Todo lo que se necesita en una película es un arma y una mujer». En tiempos de series de televisión, se podría suponer que la receta sigue siendo inequívoca. Pero, ¿cómo mirar con los mismos ojos Pierrot el loco (Pierrot le fou, Jean-Luc Godard, 1965) en comparación con La reina del sur (Telemundo, 2011)?
Producida por Univisión y Argos Comunicación, El Señor de los Cielos (2010 a la fecha) tomó las palabras del genio francés hasta llevarlas al paroxismo. Si la telenovela había sido el espacio del melodrama, los asesinatos gratuitos y los giros narrativos incomprensibles, las historias de narcos la dotaron de una gota de verosimilitud que, supuestamente, las hace más reales. En este contexto, no es improbable que el padre de familia mate a su esposa por despecho, o que el hijo entable una relación sentimental con su tía política. Las telenovelas recibieron la excusa que requerían para conectar con la audiencia en la coyuntura de violencia y muerte que vive el país. Pero las licencias ilimitadas son tan peligrosas como las restricciones. En El Señor de los Cielos no sólo se juega una historia de ficción donde uno de los capos más poderosos de México repite a cada tanto que es el más malo de todos –algo que, en otro nivel de calidad estética y narrativa, no sucede en Los Soprano (The Sopranos, David Chase, 1999-2007) o Narcos (Netflix, 2015 a la fecha), y que ocurre una sola vez en Breaking Bad (Vince Gilligan, 2008-13), cuando Walter White le dice a su mujer: «Yo soy el peligro»–, sino también la representación de una de las problemáticas más dolorosas de los tiempos recientes.
Para los guionistas, directores y productores de esta ¿serie? de televisión que ha llegado a su cuarta temporada, el país es un territorio corrupto donde el presidente (caracterizado como una especie de Peña Nieto) está íntimamente ligado con los cárteles mientras dedica su tiempo a resolver amoríos con su prima, los capos están igualmente preocupados por el tráfico de drogas y el dinero que por sus amantes o los militares están asociados con los maleantes que dicen perseguir. Un retrato que, ciertamente, pertenece a nuestra realidad. No obstante, El Señor de los Cielos (cuyo título proviene del apodo de Amado Carrillo Fuentes, que murió en 1997 en una operación donde pretendía transformar su rostro) también sugiere que uno de los capos hizo explotar el único avión que ha sucumbido en la Ciudad de México (donde viajaba el entonces secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño) o que las mujeres de los narcos son tan influyentes que pueden cambiar el rumbo de un cártel con el chasquido de sus dedos.
¿Ficción o realidad? El peligro no es menor.
Luego de que se diera a conocer la segunda temporada de Narcos, el hijo de Pablo Escobar publicó en su cuenta de Facebook algunas de las imprecisiones históricas de la serie estadounidense. Escobar no fue asesinado, se suicidó; su equipo de futbol no era el Atlético Nacional sino el Deportivo Independiente de Medellín… Detalles que se pueden explicar por las exigencias narrativas (los guionistas no podrían saber las palabras exactas de una conversación, por ejemplo), por errores (como el del equipo de futbol mencionado) o por falta de pruebas (hasta ahora la versión oficial de la muerte de Escobar es la que se cuenta en Narcos, aunque existen al menos dos más). Sin embargo, ¿cómo diferenciar los hechos verdaderos de los inventados en una telenovela −El Señor de los Cielos, Pablo Escobar: El patrón del mal (Caracol Televisión, 2009-12), La Reina del Sur, etc.− que usa el engaño para atrapar a su audiencia? Si el Señor de los Cielos murió en una cirugía que sí se relata en la serie de Univisión, ¿por qué no se planeó que la historia televisiva terminara ahí?
¿Cuáles son los peligros de esta estrategia? Por lo pronto, uno: si las audiencias confunden la realidad con la fantasía, ¿qué lugar tiene la crítica a la corrupción de un presidente inoperante?, ¿cuál es el valor al denunciar la alianza entre militares y narcos? Para realizar una serie de calidad, quizás hace falta más que un arma y una mujer.
Abel Cervantes es comunicólogo y editor de las revistas Código e Icónica. Colaboró en los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental (2014) con un ensayo sobre Carlos Reygadas y otro sobre Juan Carlos Rulfo, respectivamente. Es profesor en la UNAM.
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