8 momentos del cine mexicano de 2000 a 2

8 momentos del cine mexicano de 2000 a 2010

Por | 10 de octubre de 2016

Desde los 80, el cine mexicano comenzó a explorar nuevos caminos estéticos. Pero en la primera década del siglo XXI encontró narrativas sólidas que lo consolidaron como una de las cinematografías más interesantes en el ámbito internacional. Este periodo vio surgir a una generación de cineastas interesados en lo cotidiano y también en desarrollar estilos propios que, eventualmente, logró conectar con las grandes audiencias. Aquí 8 momentos clave.

 

Amores perros (Alejandro González Iñárritu y Guillermo Arriaga, 2000)

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Esta película marcó el inicio de una nueva época en el cine mexicano: no sólo fue un éxito en el circuito de festivales sino también con el público y, aún más, hizo patente la posibilidad de que los cineastas jóvenes, o relativamente jóvenes, plantearan historias y estéticas inexploradas. La estructura es conocida: un accidente automovilístico tendrá repercusiones en tres líneas narrativas simultáneas. Estas historias, que nunca alcanzan a entrelazarse pero coinciden por momentos, construyen una reflexión sobre lo ineludible del destino. Vemos un retrato crudo de la Ciudad de México, un lugar donde caben personajes radicalmente distintos con historias superficialmente ajenas, pero que en realidad están más cerca de lo que parece. Esta primera colaboración entre Alejandro González Iñárritu y Guillermo Arriaga sentó el rumbo de sus dos películas posteriores.

 

Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás de ser amor (Julián Hernández, 2003)

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Gerardo (Juan Carlos Ortuño), un joven de 17 años, deambula por la ciudad rumiando el sentido de la carta de despedida que dejó su amante, Bruno (Juan Carlos Torres). Durante un trayecto sin rumbo claro, se encuentra con varios personajes distintos que operan como contrapuntos a su ensimismamiento de enamorado con el corazón roto. Julián Hernández es un autor interesado en narrar la homosexualidad masculina desde su interior por medio de relatos sobrios y poéticos, pero supera lo que enfoca: probablemente haya realizado los retratos más intensos del amor y el desamor en el cine mexicano reciente.

 

Temporada de patos y Lake Tahoe (Fernando Eimbcke, 2004 y 2008)

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Fernando Eimbcke inauguró un nuevo tono en las películas mexicanas. Sus historias rompen con la tradición del cine nacional, al enfocarse en la cotidianidad familiar de la clase media. Incluso cuando enfrentan problemas, sus personajes prescinden de exabruptos para manifestar emociones. La sencillez en el cine de Eimbcke se sostiene por una dirección actoral sutil y unos guiones ágiles, concisos y melancólicos. Tanto Temporada de patos como Lake Tahoe están entre las películas más originales y mejor logradas de la primera década del siglo XXI en México.

 

Luz silenciosa (Stellet Licht) y Este es mi reino (Carlos Reygadas, 2007 y 2010)

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Carlos Reygadas es probablemente el cineasta más arriesgado de México. Desde su primera película demostró su interés tanto en el tiempo como en los movimientos de cámara morosos como elementos creativos. Influido muy marcadamente por Andréi Tarkovski y Robert Bresson, situó sus primeros relatos en una reflexión que va de lo metafísico a lo contingente del cuerpo humano. Su máximos logros hasta ahora son Luz silenciosa y un cortometraje, Este es mi reino. La primera observa a una comunidad menonita de Chihuahua y sus dinámicas internas a través de un triángulo amoroso, pero en el fondo es un relato sobre el amor y el perdón iluminado por la espiritualidad protestante de Carl Theodor Dreyer. La fotografía de Alexis Zabé le agrega profundidad a la cinta, que además tiene momentos técnicamente únicos en la historia del cine. En Este es mi reino, cortometraje que forma parte de la película ómnibus Revolución, vemos personajes de diversos estratos sociales conviviendo en una fiesta en Tepoztlán que termina en una especie de bacanal. Para la fotografía de este corto, ejecutada por varias cámaras, colaboraron cineastas como Amat Escalante, Pedro González Rubio y Alexis Zabé: la diversidad no está sólo frente al lente, sino también en las miradas que registran. Reygadas es quizá el único cineasta que pregunta qué es lo mexicano y lo resuelve volteando al mito nacional desde los rincones que lo ponen en duda.

 

Parque Vía (Enrique Rivero, 2008)

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En su opera prima, Enrique Rivero hace un ejercicio muy interesante para construir a su personaje. Beto (Nolberto Coria) cuida en una casa ajena y vacía con la que tiene una relación íntima: es su mundo. Vive aislado del exterior y sólo tiene contacto con dos mujeres: su amante y la dueña de la casa. Su microuniverso, estable, se sacudirá al recibir la noticia de que la casa será puesta en venta. Si bien Rivero es uno de los muchos cineastas que denotan la influencia de Carlos Reygadas, en Parque Vía deja ver una concepción propia de la división de clases mexicana y de las lealtades y deslealtades entre las clases dominantes y quienes les sirven.

 

Alamar (Pedro González Rubio, 2009)

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En esta cinta, Pedro González Rubio se permite jugar con los límites tradicionales entre documental y ficción. Natan (Natan Machado Palombini) es un niño pequeño que, antes de irse a vivir a Italia con su madre, pasa unos días de despedida con su padre (Jorge Machado) en una casita en el Caribe. Alamar retrata el vínculo real entre padre e hijo sin tener que adoptar la categoría estricta de documental. Las secuencias, más allá de tener una función narrativa específica, dibujan un retrato intimista, conmovedor y espontáneo, de los vínculos masculinos.

 

Perpetuum mobile (Nicolás Pereda, 2010)

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Nicolás Pereda es otro cineasta con una idea única de la labor fílmica. Su estilo está definido por recursos como la repetición, las puestas en abismo, el humor, la experimentación y el trabajo en taller con sus actores (en particular Gabino Rodríguez y Teresa Sánchez), pero también por la idea de que el cine se puede hacer rápidamente y con presupuestos pequeños. Perpetuum mobile probablemente sea su mejor trabajo. La cinta se ocupa de Gabino, un joven que se dedica a hacer mudanzas, pero cuya vida familiar parece estar congelada.

 

Somos lo que hay (Jorge Michel Grau, 2010)

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Jorge Michel Grau se aventura en un territorio poco explorado por el cine mexicano contemporáneo al narrar la historia de una familia caníbal, un relato con tintes de terror y cine negro. Cuando el padre muere, viuda e hijos tienen que encontrar una manera de seguir alimentándose, ya que él era el proveedor. Vemos un retrato sucio y turbio de la ciudad y unos personajes igualmente oscuros. El director optó por un derrotero que sólo había sido explorado antes por Guillermo del Toro: el de un cine de género salido de una visión autoral indiscutible, en este caso, centrada en la clase media baja.

 

Agradecemos a José Luis Ortega Torres y Fernando Mino por su asesoría y colaboración en esta serie.