¿Hacia dónde van las imágenes en movi

¿Hacia dónde van las imágenes en movimiento?

Por | 26 de julio de 2016

Hay una habitación con tres pantallas que podría ser una sala de cine. Como si se trataran de los fragmentos de un sueño, cada una de las imágenes parecen tener un rumbo distinto. En una se ve un pasillo blanco, en otra un rostro y en la siguiente el detalle de una obra de arte. No obstante, las tres pertenecen a una misma puesta en escena. En Playtime (2014) –que se exhibe en el MUAC de Ciudad Universitaria– Isaac Julien dispone de tres puntos de vista para transmitir sensaciones inquietantes alrededor del neoliberalismo. Pero además se pregunta: ¿de qué manera cambiaría la experiencia del espectador si una película se grabara desde diferentes perspectivas y se proyectara así en una sala de cine comercial?

En 1927 Abel Gance desplegó en su Napoleón (Napoléon) una serie de recursos, por decir lo menos, innovadores. A través de un sistema panorámico proyectó simultáneamente tres acciones en la parte final del filme, dándole al espectador la posibilidad de construir su propio relato. Es difícil hacerse hoy una idea medianamente adecuada sobre las dimensiones que alcanzó esta acción estética, y más difícil aun hacer un recuento de todas las iniciativas cinematográficas que han sido desechadas por razones comerciales, tecnológicas o imaginativas. Pero vivimos una época vertiginosa que fomenta cambios tecnológicos al mismo ritmo de la moda, lo que produce un resplandor alucinante a veces acompañado de una extraña ceguera.

El cine reanimó recientemente el 3D, dando como resultado películas experimentales y arriesgadas que cimbran los límites de la disciplina. Por ejemplo, Adiós al lenguaje (Adieu au langage, 2014) de Jean-Luc Godard o La cueva de los sueños olvidados (Cave of Forgotten Dreams, 2012) de Werner Herzog, que no sólo ofrecen efectos especiales poco antes vistos sino que también cuestionan el lenguaje cinematográfico al exhibir paralelamente dos historias en una misma pantalla, en el primer caso, o suponer nuevas formas de representación plástica en el segundo.

¿Y qué decir de las posibilidades audiovisuales que comienzan a circular en Internet a través de videos panorámicos que pueden ser manipulados a placer por el usuario? En La gran ilusión, escrito por Edward Jay Epstein en 2007 para describir la influencia de Hollywood en el devenir del cine, el autor menciona que «el éxito o el fracaso de [una película] lo decide una sola cosa: cuántos espectadores deciden verla». Pero de 2007 a la fecha el panorama ha cambiado. Aunque hoy se pueden ver películas desde cualquier aparato móvil, las salas han avanzado relativamente poco. Imaginemos las posibilidades de nuevos formatos como el uso de varias pantallas en el cine. ¿Qué sería del Batman (2005-12) de Christopher Nolan, por citar un caso, si la figura del Caballero de la Noche se escabullera entre las pantallas como lo hace ante los delincuentes? Pensemos también en salas circulares cuya pantalla debe verse de pie o en espacios virtuales donde el espectador viva la película como si hubiera entrado en ella. ¿Podríamos percibir estas emociones en un casco virtual mientras nos trasladamos por la ciudad en el transporte público? Las oportunidades parecen infinitas.

Si en su gira VJ Performance Performance (2006) Peter Greenaway anunciaba la muerte del cine al tiempo que vislumbraba un nuevo devenir, quizá lo que falte no es la tecnología –que avanza a una velocidad fabulosa– sino las mentes capaces de imaginar otros horizontes para las imágenes en movimiento. ¿Qué transformaciones estamos por ver?


Abel Cervantes es comunicólogo y editor de las revistas Código e Icónica. Colaboró en los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental (2014) con un ensayo sobre Carlos Reygadas y otro sobre Juan Carlos Rulfo, respectivamente. Es profesor en la UNAM.