20,000 días en la Tierra

20,000 días en la Tierra

Por | 23 de junio de 2015

Durante décadas hemos relacionado al “cine documental” (“género” o modalidad) con el estilo y la búsqueda del cine directo, esa corriente surgida en los 60 a partir del sonido sincronizado con la imagen; de alguna manera desprendida del cinéma vérité francés de postguerra y que, al igual que éste pero más in the American way, representaba la confrontación, el registro “no filtrado”, la incursión raptora de las cámaras y los micrófonos sobre la realidad. ¿Quién dudaría de la pertenencia a la categoría “documental” de películas de rock and roll como la icónica Woodstock (Michael Wadleigh, 1970), la más contemporánea El Diablo y Daniel Johnston (The Devil and Daniel Johnston, Jeff Feuerzeig, 2005) o la referencial Buscando a Sugarman (Searching for Sugarman, Malick Bendjelloul, 2013)? Con todo y su distancia de más tres décadas, las tres provienen de la enorme influencia del cine de los hermanos Maysles o D.A. Pennebaker en la memoria audiovisual del rock.

20,000 días en la Tierra, sobre la obra y la figura del indescifrable líder de los Bad Seeds, Nick Cave, ha pasado por más de un festival de cine documental y se difunde como uno a pesar de que se relaciona muy poco con el modelo instalado por los pioneros del cine directo hace más de cinco décadas. En sentido estricto, se parece más a La noche de un día difícil (A Hard Day’s Night, Richard Lester, 1964) de los Beatles que a Don’t Look Back (Pennebaker, 1967), sobre la asunción de Bob Dylan, o El último vals (The Last Waltz, 1978), en el que Martin Scorsese registra el último gran evento del rock and roll clásico. Sus directores, la pareja creativa Iain Forsyth y Jane Pollard, provienen de otro mundo, el del arte contemporáneo, y desde allí parecen proclamar la independencia del rockumental a las formas clásicas del “cine de lo real”.

20,000 días… no sólo está filmada en un set completamente construido para la película y que nada tiene que ver con el estudio real o la casa de Nick Cave en Londres, sino que además simula un día totalmente ficticio en la vida del compositor australiano. De su oficina atiborrada de libros, pasamos al consultorio de su psicoanalista (interpretado además por Darian Leader, uno de los autores contemporáneos de psicoanálisis más importantes del Reino Unido) para escucharlo hablar de su niñez y la ausencia temprana de su padre; de ahí lo acompañamos al estudio de grabación donde ensaya las composiciones del nuevo disco de los Bad Seeds Push the Sky Away junto a su amigo y compañero de banda Warren Ellis. Como podemos constatar en el making of de la película, todo lo que vemos está impostado, todo menos las conversaciones de Nick Cave con los músicos con los que interactúa (Kylie Minogue incluida), tampoco los ensayos de la banda y la experimentación con sintetizadores, melancólicas guitarras y enigmáticas y zigzagueantes letras.

Si 20,000 días en la Tierra es en efecto un documental, encarna de la mejor forma posible la definición de John Grierson: el documental como tratamiento creativo de la actualidad.


Gustavo E. Ramírez Carrasco es editor en el Departamento de Publicaciones y Medios de la Cineteca Nacional. Contribuyó con un estudio sobre la obra de Pedro González Rubio al libro Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Documental (2014). @gustavorami_