El alcalde

El alcalde

Por | 1 de abril de 2014

Un retrato siempre fue más que la imagen de un cuerpo. Cuando Durero hizo su grabado de Erasmo de Róterdam no olvidó poblarlo de libros y, sobre todo, representó al pensador viendo hacia una hoja de papel en el acto de escribir, quizá, porque, en palabras de Hans Belting, «[n]o existe una descripción directa del sujeto, ni tampoco una descripción directa de los roles, pues ambas abstracciones únicamente pueden ser representadas mediante un cuerpo».[1] Esta duplicidad del retrato es el eje central de El alcalde (Emiliano Altuna, Carlos F. Rossini y Diego Osorno, 2012), cinta donde los autores sitúan al escandaloso, cínico y cautivador exalcalde panista de San Pedro Garza García Mauricio Fernández en sus actividades cotidianas (limpiar fósiles o armas, tocar el clarinete) y públicas, relatando su historia (con pietaje y fotos de apoyo) y expresando sus opiniones. La persona se acompaña de detalles de su casa: cabezas jíbaras, un cráneo de tricerátops, un techo que parece robado de la España mudéjar… La figura de Fernández, quien mira directo a la cámara, y la voz que se desprende de ella y se mantiene en off mientras recorremos las demás imágenes invocan una estampa. Notablemente, la voz, el propio relato, define todo lo demás. Fernández cuenta su vida de huerquillo, se presenta como un hombre fuerte y decidido sin miedo a desafiar tanto statu quo como le pase enfrente (más notorio que el caso de hablar de las drogas o diferir de las cifras oficiales de la lucha contra el narcotráfico es el anillo con un fósil que le regala a su hija, quien estudia en Inglaterra, para burlarse de las sortijas de cientos de años de los nobles europeos). Y empieza a caerle bien a uno. ¿Será su desfachatez? ¿Será su simpatía antipática? ¿Será que, en medio de todo, dice lo que nadie más se atreve? El mayor acierto de los creadores es dejar que el personaje haga su propio retrato, interviniendo tan poco como permite la edición.

 

Este texto se publicó originalmente en la primera etapa de Icónica (número 8, primavera 2014, p. 51), y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.


[1] Hans Belting, “Escudo y retrato”, en Antropología de la imagen, Katz Editores, Buenos Aires / Madrid, 2007, p. 158.


Abel Muñoz Hénonin dirige Icónica e imparte clases en la Universidad Iberoamericana. Coordinó junto con Claudia Curiel los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental (2014).