Tres apuntes sobre el último Batman

Tres apuntes sobre el último Batman

Por | 6 de septiembre de 2012

I

Hace unos años Nicolás Cabral publicó un comentario sobre Batman: El caballero de la noche que me pareció desmedido y fuera de lugar. Decía que el eslogan de la película podría ser «Sólo la voluntad heroica de la iniciativa privada puede salvarnos de los males de este mundo»*. Ahora pienso que tenía razón. Con el panorama de la “trilogía” entera no queda más que aceptar que Batman es un empresario de la justicia que hace lo que no pueden ni un gobierno incompetente ni civiles idiotas. (Si la palabra empresario suena extraña puede ser sustituida por emprendedor, que en sentido estrictamente etimológico es muy explícita.)

Tanto Ra’s al Ghul como Bane (sobre todo el segundo) tienen algo de Stalin. Son alegorías del peligro autoritario que hay en la ruptura del orden capitalista estadounidense. Porque según las reglas de la película la gente es incapaz de organizarse y se entrega a ellos ya sea por temor o por oportunismo. El trasfondo implica que la tan mentada democracia es inútil, sobre todo porque sus garantes (la policía, por ejemplo), es decir, sus instituciones, son a fin de cuentas burocracias pasmadas. Y así cualquier resolución tiene que venir de la burguesía (no olvidemos que Burce Wane es un empresario metido a redentor por las noches).

II

Pero hay una pieza que no encaja: el Guasón.

Su imagen perfecta es el truco para desaparecer un lápiz con un asesinato más que escalofriante. En ese momento se convierte en la encarnación más apabullante del mal: su acto es implacable y, de algún, modo ajeno a toda lógica. ¿Pero qué es lo lógico? Lo explicable. Sin embargo, el Guasón no tiene asideros y por eso este Batman puritano no puede entenderlo. El cristianismo gringo ha asumido como ningún otro que el mal se puede vencer y que esto se consigue mediante la acción concentrada. El mejor ejemplo son sus guerras punitivas sin efecto, igual que Batman intentando realizar tres rescates a la vez. Es imposible y es una necedad pretender que la voluntad puede más que el mundo.

Hay otra manera de ocuparse de la incomprensión de Batman hacia el Guasón. Es un ser que no puede entender y, mucho menos, aceptar el devenir del mundo. En el mundo no ha triunfado el bien. El bien, el mal y todo lo demás, todo lo que no se ajusta a esas dos medidas extremas, son la medida del mundo. Y nadie puede detener una cascada.

III

Es probable, sin embargo, que el Guasón se desenmarque de la película en muy grande medida por el trabajo creativo de Heath Ledger, quien seguramente merece una coautoría por este papel, un gran logro actoral.

Esto abre una nueva pregunta: ¿este Batman es autoría de Christopher Nolan? No podemos decir que sea de él sólo porque es el director, aunque ése sea el acuerdo desde la “política de los autores” de Cahiers du cinéma. El cine de Nolan se ha concentrado en la imposibilidad de asir la realidad y, sobre todo, la imperfección de la mente. Esto siempre encuadrado en historias de acción. Batman sólo tiene lo último.

En todo caso, si hubiera un solo autor de la película habría que apostar por David S. Goyer escritor y cineasta con una larga carrera en los géneros estadounidenses y autor del guión del Supermán que produce Nolan. Quizá cuando esa última película salga podremos ver sus intereses autorales y comprobar o refutar esta hipótesis.

Por lo pronto el último Batman puede considerarse una obra colectiva.

 

Este texto se publicó originalmente en la edición web de la primera etapa de Icónica (iconica.cinetecanacional.net, 6 de septiembre de 2012), y se reproduce con autorización de la Cineteca Nacional.


* Nicolás Cabral, «Christopher Nolan: El caballero de la noche», La Tempestad, número 62, septiembre-octubre 2008, p. 39.


Abel Muñoz Hénonin dirige Icónica como parte de las funciones que desempeña como subdirector de Publicaciones y Medios de la Cineteca Nacional. También imparte clases en la Universidad Iberoamericana.