The Wolf Hour

The Wolf Hour

Por | 7 de febrero de 2019

Cortesía de Sundance Institute

La depresión es un abismo. El transcurrir de los días se convierte en un bucle grisáceo, un encierro en el tiempo. Parece que nada sucede, nada importa demasiado. En The Wolf Hour, June, una escritora en el Estados Unidos de los 70, autoexiliada en el departamento de su abuela muerta, está como enterrada en vida entre humo de cigarro, libros viejos y basura. Su único contacto con el mundo exterior se da a través de su ventana, su puerta entreabierta, algunas llamadas telefónicas que recibe y un inquietante timbre que suena todas las madrugadas.

El autoexilio de June (Naomi Watts), detonado por la culpa, se traduce en un thriller claustrofóbico, asfixiante: el espectador sólo tiene acceso a aquello que sucede dentro del departamento que, a su vez, es una proyección de los demonios internos de la escritora. Los ruidos del exterior condensan una sensación de amenaza persistente, son el recordatorio de un mundo interno que acecha a una mujer que se sabe vulnerable y débil.

Las heridas internas de June se manifiestan tanto en su entorno desastroso como en su cuerpo –la vemos extremadamente delgada, siempre sudorosa, con urticaria en los brazos y heridas a las cuales no les presta demasiada intención. Cuando no hay testigos, los demonios pueden tomar el control de todo. Aun cuando algún personaje externo intenta acompañarla en su abismo, June encuentra la manera de seguir encerrada. «Tal vez el timbre no es una amenaza, sino una invitación a salir y enfrentarte a tus miedos», sugiere uno de ellos; otra insiste en que todo está en su cabeza, pero ¿quién dijo que aquello que está en la cabeza de uno no es real?

El suspenso de The Wolf Hour es sutil –mayormente lento–, y no llega a un clímax convencional que hará que el espectador se coloque al filo de su asiento. Cualquiera que haya pasado por un periodo de depresión –o que haya estado cerca de alguien a quien le haya sucedido– sabe que no se trata de un golpe fulminante, sino de un proceso largo y extenuante donde la salida nunca es clara ni inmediata.

El encierro de June es una bomba de tiempo. Mientras ella se busca a sí misma en sus propios ojos –en un video de una entrevista que dio justo antes de su declive, en la portada del libro que lo ocasionó todo–, descubre que no hay alternativa: a los demonios hay que encararlos, por doloroso y aterrador que esto resulte. El enemigo no está fuera de la ventana, ni detrás de la puerta, ni tocando el timbre de forma insistente y aterradora, el enemigo está por dentro. El enemigo –y quien puede, más que derrotarlo, negociar con él– es uno mismo.


Ana Laura Pérez Flores edita Icónica y es asistente editorial en Cal y Arena. @ay_ana_laura