Los silencios

Los silencios

Por | 26 de septiembre de 2018

Sección: Crítica

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No es novedad que la cultura del narcotráfico y los relatos sobre sus personajes en Colombia –y en México, también– hayan repuntado notoriamente en el interés de las producciones audiovisuales, locales y foráneas, en los últimos años, principalmente en las series para televisión o plataformas on demand. Mucho menos explorado por estas producciones, motivadas más por el lucro que por fines sociales o de calidad artística, es el tema de la guerrilla y sus implicaciones. ¿Quizá por encontrarlo más complejo y politizado?, ¿o será porque sus historias no suscitan el morbo por el derroche y las extravagancias?

En cualquier caso, es el cine de mirada más sensible, sin cortapisas y sin compromisos financieros, el que se ha acercado mejor a este asunto. Los silencios, segundo largometraje de Beatriz Seigner, es un digno ejemplo de ello.

Amparo (Marleyda Soto) y sus hijos llegan a una isla en la región del Amazonas, donde Colombia colinda con Brasil y Perú. Están huyendo de las amenazas de muerte por parte de un grupo paramilitar, por haber denunciado las irregularidades que provocaron un accidente fatal, en el que está implicada una empresa petrolera. El esposo de Amparo, ligado a un grupo en resistencia armada, desapareció en el accidente. Al tiempo que intentan rehacer su vida, ella en el trabajo, los hijos en la escuela, Amparo persiste en la exigencia de una indemnización por parte de la empresa, en la búsqueda de su esposo y en conseguir asilo político en Brasil.

Como contexto general, la película de Seigner, contrapone el discurso de los últimos encuentros por la paz entre el gobierno de Colombia y algunos grupos guerrilleros, un diálogo entre líderes, a final de cuentas, con la forma en que los conflictos armados involucran y afectan directamente a la gente, a los más lastimados por la pobreza, principalmente.

Con delicada contención que le permite no caer en la excesiva dramatización de una realidad que en sí misma duele profundamente, Beatriz Seigner apuesta por la resistencia como tema y atmósfera en Los silencios (2018), la resistencia desde el esfuerzo individual y cotidiano. Amparo, una mujer llena de esa fortaleza que sólo la dignidad provee, no pierde tiempo para buscar trabajo e inscribir a su hijo a la escuela, tiene una correlación con los habitantes de la isla, cuando se juntan en asamblea para dialogar sobre el destino de su comunidad, y construir la resistencia desde el afecto y la alegría–la más entrañable de todas las formas de resistir.

El otro gran tema de Los silencios y, por mucho, el mejor explorado, es el de la ausencia de las personas desaparecidas. El gran hallazgo de la cinta es explorar esta dolorosa realidad que parece recorrer Latinoamérica como maldición metódica e institucionalizada, a partir de dos enfoques y territorios: el de los presentes, los que esperan, buscan y extrañan, y el de los propios ausentes, los que desde el recuerdo, la añoranza o el misticismo intentan una reconfortante comunicación. No hay efectos en la construcción de un entorno fantasmal en Los silencios, lo que hay es mucho oficio cinematográfico, mucha sensibilidad y mucho atrevimiento.

El tiempo revelará el verdadero impacto de las películas y series que han explotado hasta el cansancio la narcocultura, saciando, muchas de ellas, el morbo por la violencia y exacerbando el culto a los excesos y las extravagancias de los poderosos. Lo importante, en todo caso, es que no nos falten los otros acercamientos, otras miradas, inteligente y sensibles, empeñadas en contar las historias de la gente común.


David Ornelas trabaja en el departamento de difusión de la Cineteca Nacional y ha escrito sobre cine en algunas publicaciones digitales.