Rush Hour
Por Yesenia Yeyre Torres | 18 de octubre de 2018
El dolor podría ser bien un nuevo parámetro de medición en la ciudad. Podríamos reestructurar la forma en que cuestionamos y nos cuestionamos sobre el tiempo y la distancia: ¿cuánto te dolió llegar hasta aquí?, ¿qué tan doloroso es para ti llegar al sur de la ciudad?, y tal vez responder que «Según Waze me va doler lo mismo que ayer». Sin exagerar, basta con intentar abordar algún tren del metro en hora pico o salir del Periférico en un viernes de quincena.
Pero transportarse es una necesidad humana y el dolor una percepción sensorial subjetiva, anímica y física que no debería estar ligada de manera tan natural con las actividades diarias. Digamos que el dolor, en su definición más banal, es una situación de elección y no de resignación que erróneamente se mimetiza más con la idea de bienestar causa-consecuencia: los privilegios cuestab. En este sentido, el documental Rush Hour de la directora Luciana Kaplan (Buenos Aires, 1975), va mucho más allá de reflexionar sobre la vida (si entendemos vida como tiempo) que perdemos mientras nos transportamos.
Rush Hour (2017) retrata la jornada laboral de tres personas de diferentes países, lo que sufren y lo que dejan mientras viajan de sus casas a sus trabajos y de regreso, para encontrar circunstancias paralelas y visuales entre ellas sin importar la geografía o estatus económico. El caso de México está protagonizado por Estela quien vive en Ecatepec, (que es además, uno de los municipios con más feminicidios a nivel nacional), y viaja cerca de tres horas para llegar al salón de belleza en el que trabaja en la Ciudad de México. En Estados Unidos, Mike, quien vive con su esposa al sur de California, debe transportarse diariamente a Los Ángeles para poder llevar el estilo de vida al que están acostumbrados. El tercero sucede en Estambul, donde una mujer se aventura diariamente para atravesar el Bósforo y llegar a su trabajo en transporte público.
Pese a que las anécdotas entre los tres personajes parecen estar abismalmente distanciadas por circunstancias socioeconómicas, queda en evidencia la nada asombrosa respuesta del modelo que persigue y define una sociedad políticamente correcta y aplaudida.
La belleza fría que sostiene el ojo de la cámara y de la documentalista, no sólo nos permite atender a los más mínimos detalles que se filman con sutileza y casualidad, también nos permite imaginar los rostros de quienes podemos ver de reojo en el tren y en cada uno de los carros atascados en el tráfico. Las tomas aéreas permiten dimensionar las distancias, pero es el aspecto testimonial el que nos hace sospechar que la frustración generada por distancias tiempos nada tiene que ver con el transporte.
Yesenia Yeyre Torres ha trabajado en Canal 22, en la Fonoteca Nacional y en la distribuidora de cine Diamond Films. Actualmente se dedica a la producción audiovisual para televisión y cine.