No es lo mismo bailar solo: Primeras imp

No es lo mismo bailar solo: Primeras impresiones sobre el cine de Fernando Frías

Por | 27 de mayo de 2020

Ya no estoy aquí (2019).

Sin comunidad no hay pertenencia ni identidad. En su breve filmografía –apenas dos largometrajes de ficción y un mediometraje documental– los personajes de Fernando Frías no pertenecen a ningún lugar. Y ése es el inicio de una aventura: encontrarse a sí mismos. Son personajes que buscan un hogar, una comunidad, su identidad.

En su primer largometraje, Rezeta (2011), seguimos a una albanesa con ese nombre. Aunque desconocemos su pasado, la ambición de Rezeta (Rezeta Veliu) es muy clara: tener una carrera como modelo en México. Con cámara en mano y cierta lejanía de los personajes, la cinta adquiere un tinte documental. Por dos tercios de la película observamos cómo es la vida de una extranjera en la ciudad de México. Audiciones, viajes en metro, sesiones de fotos. La vida de Rezeta no tiene mayor complicación y la película se concentra en sus relaciones afectivas con tres hombres, un fotógrafo, un literato y un baterista de nombre Álex (Roger Mendoza). Este último le sirve a la película para crear conflicto y explorar el personaje de Rezeta.

En un video de YouTube, la influencer francesa, Josephine Wit, aconseja a las turistas que visitan México no vestir ropa provocativa debido al acoso normalizado. El comentario es una alerta roja y un acertado señalamiento del machismo prominente en México. Así como Wit, Rezeta es una extranjera aprendiendo a vivir en México. Cuando le preguntan qué tanto sabe de español, entre otras varias palabras, menciona “macho”. Como tal, Rezeta no tiene una historia muy clara en la película, simplemente juega el rol de una observadora que irá descubriendo los comportamientos machistas de los que Álex cree carecer.

Si Rezeta cambia los planes que tenían para la tarde, Álex se enoja y lanza el súper por los aires, las sillas y el rompecabezas. Cuando Álex está hablando con otras mujeres y Rezeta está cerca, él se comporta diferente. Si ella asiste a un ensayo de la banda, Álex actuará como si ella no estuviera ahí. En el fondo, Álex desea poseer y controlar a Rezeta. Ella, en cambio, tiene un espíritu libre y fluye como el viento. Hacia el final de la película, Rezeta tiene que decidir si comprometerse con Álex y la ciudad de México, o cambiar su rumbo a otro destino. Quizás la persona que Rezeta buscaba no estaba en México, estaba en otro lado.

fernando frias

Rezeta (2011).

Si la opera prima de Fernando Frías (ciudad de México, 1985) era una ligera exploración de personajes donde apenas se asomaban sus intereses, en su segundo largometraje, Ya no estoy aquí (2019), no sólo presenta sus intereses con mayor claridad sino adquieren mayor complejidad. Ulises Samperio (Juan Daniel García) es un joven regiomontano que pertenece al movimiento contracultural de los kolombia y que termina exiliado en Estados Unidos, después de su incidental involucramiento en un altercado entre dos cárteles. Comparte con Rezeta el ser extranjero en un país que desconoce, pero a diferencia de ella busca la sensación de hogar que perdió. Si desconocíamos la procedencia de Rezeta, porque su personaje no estaba determinado por su pasado, sabemos que la entera identidad de Ulises depende de la contracultura a la que pertenecía.

Cuando la película se sitúa en Estados Unidos, es palpable el contraste cultural. Ulises lo resiente, pero intenta hacer su hogar en una tierra desconocida. Escucha cumbia rebajada en sus audífonos, baila en el metro, le enseña videos a una amiga suya, incluso la viste como uno de Los Terkos. Sin embargo, en el trabajo, se tiene que poner una gorra para ocultar su peinado, y si le toca cumbia rebajada a las personas con las que comparte hogar, lo tachan de extraño. Si baila solo en el metro, no es lo mismo, pues no está con la comunidad que hacía que pareciera que esos bailes nunca iban a terminar. Es incapaz de hacer un viejo hogar en una tierra extranjera, y por tanto, su identidad, que proviene de un único lugar, lo hunde internamente en un abismo.

Los flashbacks están motivados por la nostalgia de Ulises. Es aquí donde la película palpita de identidad. Con los bailes, los manierismos, las expresiones y gestos, la ropa, el acento y las palabras Fernando Frías se acerca a la representación de esta contracultura sin traer consigo prejuicios ni miradas preconcebidas. Los planos son largos y fijos, centrados en capturar el movimiento del baile sin intervenir en él.

Ese ya no estar aquí, ni acá, ni allá, se comunica visualmente en ambas cintas mediante imágenes a contraluz, de alto contraste. La imagen de Rezeta aparece recién llega del aeropuerto, en la cual sólo podemos ver su sombra. En Ya no estoy aquí, Ulises asiste a una fiesta en la cual no está cómodo, no es la música que le gusta, ni las personas, no conoce el lenguaje ni la cultura. Mientras Ulises hace la fila para el sanitario, Fernando Frías lo muestra de perfil a contraluz, podemos ver su sombra, reconocer que está ahí, materialmente, pero en espíritu, ya no está, porque Ulises sólo es en Monterrey, con Los Terkos. Están ahí, pero no aquí, en una ausencia que, de alguna forma, también es presencia.

La estructura fragmentada de Ya no estoy aquí es un gran acierto. Alternar entre el presente de Ulises en Estados Unidos y su pasado en Monterrey desenvuelve los orígenes de su situación. En otros guiones, el incidente incitador, suele situarse al principio, pero en esta cinta, está colocado hacia la mitad. En este punto de quiebre yace el discurso de la película. Ulises tiene que huir de Monterrey porque su vida peligra, huye por la seguridad de su familia, huye de un país violento que destruye identidades y esperanzas. Ese punto está situado a la mitad de la película porque es su punto de giro, es una explicación que cambia, por completo, el panorama que teníamos. En un plano secuencia, en el cual observamos la esquina de una calle, nos acercamos lentamente hacia la banqueta, cuando de pronto, somos testigos de un acto violento, el rostro de Ulises que pasaba por ahí, a contraesquina, queda manchado de sangre. Hay una irrupción, una alteración, un acto que nos afecta a todos.

fernando frias

Ya no estoy aquí (2019).

Los dos largometrajes de Fernando Frías comparten la busqueda de un lenguaje que no interfiera con las acciones de los personajes y les permita respirar. En ambas cintas, los personajes de Fernando Frías son una excusa para visibilizar la realidad en México. Mientras que en su opera prima explora los comportamientos masculinos normalizados, en su segunda ficción, se interesa por las consecuencias marginales de la violencia en el país.

Por eso mismo, Ya no estoy aquí adquiere mayor complejidad. No sólo hablamos de una identidad extraviada por voluntad propia sino de una causada por la violencia. Los conceptos de identidad y comunidad se ligan al de la violencia para hacernos partícipes de sus terribles consecuencias. Ulises está inserto en una narrativa en la que juega el rol del pez fuera del agua. Es el personaje que se tiene que adaptar y ahí se encuentra la subversión de la película: Ulises no se adapta. No se ajusta al estilo de vida que la ciudad de Nueva York le impone. Él no tiene que cambiar, la seguridad y la política en el país, sí.

La búsqueda central de la narrativa es la respuesta a la siguiente pregunta. ¿Porqué Ulises lo perdió todo? La respuesta apunta a causas más grandes que el propio Ulises. Lo paradójico es que la respuesta, mostrada visualmente a la mitad de la película y en la última secuencia de la película, apunta hacia más preguntas: ¿cómo fue que llegamos aquí?, ¿qué ocurrió para propiciar un estado de inseguridad y violencia perpetua en el país?, ¿qué ocurre cuando tu comunidad es puesta ante el ojo de la violencia? Ulises pierde su comunidad, identidad y futuro a manos de la violencia. Esta pérdida personal de Ulises podría extenderse para reflejar no sólo algo individual, sino una pérdida en común para los mexicanos. Algo cambió en el país y será imposible recuperar lo perdido, que ahora yace debajo de la tierra.

No es lo mismo bailar solo que bailar acompañado. Rezeta no estaba atada a ningun lazo de su pasado; Ulises sí: los lazos de su pasado constituían quien era él. Fernando Frías sugiere que la identidad está necesariamente ligada a la comunidad. Ulises sin Los Terkos no puede ser Ulises. Ahí está la tragedia del relato, pues cuando Ulises regresa a México, no encuentra a la misma comunidad de cuando se fue. Ulises pierde ante las fuerzas autorizadas, pero en el último cuadro, se mantiene firme, bailando solo, aunque ya no sea lo mismo.


Carlos Avendaño estudia Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.