Descubrir la película mientras se filma. Una entrevista con Sebastian Molina Ruiz
Por Ofelia Ladrón de Guevara | 10 junio 2025
El trabajo cinematográfico de Sebastian Molina Ruíz (Ciudad de México, 1995) se despliega en un abanico de temas, entre los cuales sobresalen la familia (Las hostilidades, 2021); el crecimiento (Mátalos a todos, 2023) o la migración (A Rosa Nasce nas Pedras, 2024 y Toda la vida para siempre, 2025). Con una filmografía que comprende cinco cortos y un largometraje, Molina encuentra en lo cotidiano un núcleo desde el cual habitar distintas geografías; ya sea Bruselas, Lisboa, la Ciudad de México o Santa Lucía, Estado de México. A través de estas preguntas es posible vislumbrar el proceso creativo del director: una mezcla de imágenes, sonidos y experiencias que nos recuerdan que el cine, más que algo fijo, es siempre una búsqueda en la que cada película encontrará, en el proceso, su propia forma.
Aunque tus películas abordan temas muy distintos entre sí y habitan geografías diversas, ¿identificas ciertas preocupaciones temáticas o formales que atraviesan tu trabajo?
Creo que, dentro de las películas que he realizado, suelo poner la mirada en lo cotidiano, en la vida que sucede alrededor; ya sea el crecimiento, la migración, la familia, etc. Es ahí donde encuentro el núcleo que sostiene temáticamente el todo. Es esto lo que también le da flujo, y lo que me ayuda a saber dónde empezar y dónde puedo terminar la película. Tener esto como centro también me ayuda a no perderme y saber a dónde tengo que volver cuando dejo de encontrar sentido a las cosas.
Constantemente, también me gusta explorar la identidad visual de los lugares y de los personajes. Para mí, el espacio que habitamos forma parte de nuestra identidad; éste nos moldea, así como nosotros moldeamos nuestros espacios. La manera en la que habitamos los lugares que compartimos, o los privados que construimos, influye en nuestra percepción de las cosas, de la vida en general.
Trato de buscar siempre en mis películas el cómo se siente el lugar, cómo se escucha y cómo se queda en la memoria, cómo lo recordamos. Esto último me permite experimentar y encontrar formas distintas en lo técnico, y que, aprovechando mi educación como cinefotógrafo y editor, afecta finalmente lo audiovisual.
Tu cine parte, casi siempre, de la no ficción, pero se aleja de cualquier idea rígida del documental. Hay una apuesta por lo sensorial. Incluso en Mátalos a todos, que es un cortometraje de ficción, lo cotidiano aparece como eje. Entiendo, también que esa película surgió de tu experiencia personal con el skate. ¿Cómo entiendes tú el género del documental? ¿Desde dónde partes para construir esa relación entre realidad, puesta en escena y mirada?
Me gusta pensar en el documental más que un género, es una forma de mirar. Siento que es algo que no tiene límites fijos y que es circunstancial. Depende siempre de qué estamos viendo, el cómo lo estamos viendo y quién lo está contando. En este ir y venir con lo real encuentro un terreno de juego muy amplio para la creación cinematográfica. Cada película tiene sus propias necesidades, sus propias prioridades (ya sean temáticas, formales o incluso morales) y encuentran su propio camino. En mi caso, las películas que he hecho hasta el momento parten desde lo vivencial, la experiencia personal y ahí se desenrollan a los temas a tratar.
Por ejemplo, en Mátalos a todos quise hablar acerca del crecer y la incertidumbre que representa la adultez. Este era un proceso que yo estaba viviendo y que encontré un paralelismo con el proceso que estaba teniendo Mila Mijangos, mi personaje-protagonista. La construcción de ese cortometraje se dio a través de compartir anécdotas entre ambos, encontrar puntos en común y también reconocer nuestras distancias. El cortometraje fue una mezcla de lo que yo quería decir, más lo que Mila nos compartía de su vida real. Los procesos del cortometraje estuvieron siempre atravesados por la cotidianeidad de Mila. Y al final todo fue encontrando su propio camino. El cortometraje se volvió una mezcla de ambas vidas
En el cortometraje Toda la vida para siempre, estrenado en FICUNAM, el sonido tiene una presencia especialmente cuidada. Pienso en la secuencia donde la cámara filma los techos de las casas mientras suena música de reguetón. ¿Cómo piensas la relación entre imagen y sonido? ¿Qué lugar ocupa el diseño sonoro en tu proceso?
En mi experiencia como espectador, el sonido siempre ha sido el elemento cinematográfico que me hace sentir realmente las películas. Es un elemento que va más allá de lo narrativo y me transporta a otros espacios y estados: la música, un diálogo, un ambiente, un ruido incidental… El sonido siempre ha tenido un protagonismo importante cuando presencio algo que toca mis fibras emocionales.
Desde niño siempre tuve afinidad por la música y gracias a mis padres también aprendí a entender el sonido desde temprana edad (ambos son ingenieros de audio y pude tener acceso a ese mundo). La mayoría de mis películas se van creando conforme las voy haciendo. Realizo y corrijo las cosas al mismo tiempo que voy avanzando. En ese sentido, tengo poca planificación previa pero siempre me guío por un compás sensorial. Creo que debido a esto no he analizado a detalle mi uso del sonido, ya que este aparece en la construcción de mis películas de una manera u otra, y no me imagino una película sin su construcción sonora.
Esta secuencia de los techos con el reguetón de fondo en Toda la vida para siempre es una que me gusta mucho porque siento que en su simpleza pude expresar algo que tenía atorado en el pecho. En general, la película nos muestra migrantes de distintos lados del mundo que comparten la misma ciudad. Cada secuencia nos muestra un personaje distinto y sus maneras de recordar el hogar a partir de los sueños. En esta secuencia nos acercamos con una cámara que flota, por encima de los techos, hasta terminar encuadrando una ventana vista desde afuera. Mientras eso sucede, se escucha una canción de reguetón sonando a todo volumen proveniente desde dentro del cuarto que estamos encuadrando. Pero cuando entramos al cuarto descubrimos que el sonido no viene de grandes bocinas que justificarían el volumen con el que escuchamos todo este tiempo, viene de unos audífonos que mi personaje trae puestos. Y al descubrir esto, la música ya no suena con estruendo, ahora lo hace de una manera mucho más realista y contenida. Lo que da a entender que el sonido que inundaba todo el espacio no estaba en lo real, sino en lo emocional.
Al final, en esa secuencia traté de explorar la memoria y la nostalgia con un elemento muy específico. Recordar cómo en casa puedo escuchar un domingo la música a todo volumen del vecino, o viceversa y compartir de vez en cuando esa viveza. Pero que es algo que no he sentido estando acá fuera. Los domingos acá no suena la música del vecino, aquí los cumpleaños y las fiestas son más silenciosas y esos intentos han tenido que ser más contenidos e incluso ocultados como ocurre en la secuencia. Al final, la elección musical y de diseño sonoro están marcados por la emocionalidad y la memoria que trata de representar la película.
¿Qué artistas te han influido de manera directa o indirecta en tu forma de filmar?
Me es difícil poder enumerar influencias ya que siento que todo el tiempo algo me cambia, o algo me inspira. Trato de ir lo más que puedo al cine y ver cosas que no he visto, o de realizadores que no conozco. Disfruto también ver distintos tipos de cine y no enfrascarme en formas específicas. Me han dado ideas también la música que descubro, algún reel que veo en internet. En general trato de mantener un gusto variado, puedo ver algo muy de nicho pero también disfrutar un buen blockbuster; mis playlists contienen de todo (corridos tumbados, thrash metal, progresivo, pop, reguetón, afrojazz, etc). Pero también me han inspirado mucho cosas que veo en lo cotidiano, platicar con amigos, disfruto de salir en bicicleta y perderme en zonas de la ciudad que no conocía. Trato de llevar siempre una cámara para poder registrar lo que me llama la atención.
Como había mencionado antes, la mayoría de mis películas las voy descubriendo conforme las voy realizando. Y las cosas que hago nacen directamente relacionadas al momento de la vida en el que estoy. Al final siento que no hay un origen claro, sino una mezcla de imágenes, sonidos y experiencias de vida que dan forma a mis intrigas. Y que he encontrado en el cine ha sido una gran herramienta para formular y explorar todo esto.
El cineasta Sebastian Molina Ruiz fue seleccionado para Berlinale Talents 2051 y estudia la maestría en el programa DocNomads. Su documental Las hostilidades (2021) ganó FICM y FICUNAM. Mientras que su cortometraje Mátalos a todos (2023) estrenó en Locarno, MoMA New Directors New Films y Morelia. A Rosa Nasce nas Pedras (2024) ganó mejor cortometraje en el FICG.
Ofelia Ladrón de Guevara, parte del equipo de redacción de Icónica, es escritora y crítica de cine. Trabaja como productora en la Escuela de Escritura de la UNAM. Obtuvo mención honorífica en el XIV Concurso de Crítica Cinematográfica “Fósforo” Alfonso Reyes, categoría «Ex alumnos y público en general», en el marco del FICUNAM 2024. Fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas (2023-2024).