El dolor de olvidar y ser olvidado: La m

El dolor de olvidar y ser olvidado: La memoria infinita

Por | 4 de julio de 2024

Maite Alberdi ha demostrado en su trayectoria fílmica un interés sobre las historias que se tejen alrededor de la vejez y las vicisitudes que implica. Si observamos sus obras La once (2014), Yo no soy de aquí (2016) y El agente topo (2020), podemos identificar el rasgo del olvido, ese olvido causado por fallas cognitivas que obliga a la persona a vivir en un destiempo. De allí que nos lleva a su último largometraje La memoria infinita, que se centra en la historia de Augusto Góngora, un reconocido periodista chileno diagnosticado con Alzheimer en el 2014.

Lo que nos otorga Alberdi (Santiago de Chile, 1983) es un acercamiento a esta enfermedad a través de una historia de amor, ya que vemos cómo Paulina Urrutia, la pareja de Góngora, asume el papel de cuidadora teniendo en cuenta las dificultades que esto conlleva. Todas estas experiencias hacen parte de un espacio íntimo, a través del tejido de distintos archivos fílmicos que contextualizan al espectador sobre quiénes son los personajes y porqué es necesario mostrar esta historia. Somos testigos de cómo se diluye poco a poco una memoria histórica, una memoria compartida y una memoria personal.

Una memoria histórica por el papel que cumplió Góngora, quien a través de su ejercicio profesional se encargó de preservar la memoria de lo ocurrido en la dictadura chilena, denunciando las atrocidades que se ejecutaron durante esos años. Su relación con la cultura y la literatura lo llevó a ser reconocido como una figura importante y en ese transitar conoció a Paulina Urrutia, una actriz, política y académica con quien compartiría veinticinco años hasta su muerte. De allí que pasamos a la memoria compartida, la historia que construyeron como pareja y que queda inmortalizada en archivos fílmicos y fotográficos, herramientas que toma Urrutia para tratar de conservar en Góngora lo que han vivido juntos. Es una batalla que, aunque se libra se sabe que se perderá y de esto somos testigos cuando ocurren las escenas donde las crisis del protagonista lo trasladan a un destiempo y su angustia llega a tal punto de agotar a su pareja.

Por último, tenemos la memoria personal, ya que presenciamos cómo Góngora no logra reconocerse en su reflejo y tampoco en la foto de su boda, su imagen ha sido borrada por completo en su mente y la fragilidad es más evidente. Es aquí donde el amor abnegado de Urrutia es más fuerte, porque, aunque el temor del completo olvido se intensifica se vuelve más imprescindible su compañía. Ante ello, podemos pensar que ese tipo de amor es el ideal que todos buscamos, pero debemos entender que ha sido su herramienta para afrontar las cosas. Esta mujer insiste en preservar la memoria de la persona de la cual se enamoró, pero comprende que el olvido será inevitable. Incluso, cuando se hizo la propuesta del documental por parte de Alberdi, Urrutia se negó en desarrollarlo, pero Góngora comprometido con su deber de siempre estar comunicando logró convencerla para su realización.

No todo es dolor en la historia, también hay momentos cómicos en donde se revela el buen humor de Góngora y el lenguaje compartido que tiene con Urrutia en sus momentos de lucidez. Un ejemplo de esto es la participación de Góngora de los ensayos teatrales y las obras de su pareja, por lo que vemos cómo ella intenta integrarlo a su rutina. Después, ante la obligación de permanecer en su casa por el confinamiento de la pandemia, en algunas de sus conversaciones Góngora corrige a Urrutia para que se exprese en plural, reconociéndola como su compañera y ratificando que aquello que poseen es de ellos.

Al final La memoria infinita (2023) nos coloca ante el fin de una generación, ante una memoria que aunque olvida también se inmortaliza en la comunicación, la literatura y las cámaras.


María Fernanda González García estudia Literatura en la Universidad del Valle. Acaba de terminar sus prácticas profesionales como parte de la redacción de Icónica. Ha colaborado en el espacio Cinéfagos de El Colombiano y la revista de cine colombiano Canaguaro.