Cuando cae la noche: Yo me habré ido y

Cuando cae la noche: Yo me habré ido y la piedra seguirá

Por | 17 de abril de 2023

Sección: Crítica

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José, Víctor y Braulio. Tres hombres de la tercera edad cuentan su historia en Cuando cae la noche, de J. Daniel Zúñiga. Las circunstancias de vida de cada uno, por ser tan distintas, muestran al espectador una imagen polifónica de la vejez: José, mecánico pensionado que, ante la imposibilidad de conseguir trabajo, pasa gran parte del día en la cantina, bebiendo y con el anhelo de sentirse útil; Víctor, médico que, en su ímpetu por exigir justicia, se acerca al candidato a la presidencia de México, pese a haber sufrido un accidente tras el cual se le dificulta caminar; y, Braulio, a quien se le ve yendo al doctor, tomando medicina y descansando mientras el tiempo pasa, lentamente.

En Cuando cae la noche (2022) hay un movimiento parabólico que, a una aceleración pausada y constante, inicia su desplazamiento con José, cuyo anhelo de sentirse útil alcanza la cima en Víctor, en el ímpetu de justicia, para, finalmente, descender en la duermevela de Braulio, en su andar sosegado. Acompañando esta cualidad en la trayectoria de la trama, en las últimas escenas el campo visual se expande sin perder el tono íntimo; en planos abiertos, se ve a Braulio tomando agua, sentado en el sillón, durmiendo. El paso del tiempo se hace más presente, con sabor a quebradiza espera, provocando que todo se sienta umbral, vigilia en sueño en donde la distancia de la cámara es proximidad.

El documental muestra la rutina de estos tres hombres, las conversaciones que tienen, los distintos lugares a los que asisten a través de una cámara que los enfoca como si se tratase de un interlocutor fuera de cuadro que mira y habla con los personajes. Sin duda esta es una de las características que distingue a Cuando cae la noche, dándole un tono particular dentro del género en que se inscribe. El espectador ve a José, Víctor o Braulio, escucha sus palabras, descubre sus gestos como si él mismo fuese aquel interlocutor ausente, compartiendo así la capacidad de mirar de la cámara, lo cual desemboca en una atmósfera tremenda de intimidad. Tan es así que, en la escena de la papelería, vemos, por instantes casi efímeros, cómo José le habla a la cámara, informando lo que comprará. También, la recurrente presencia de ventiladores a lo largo de la película apoya este tono intimista y hace surgir una atmósfera soporífera que se amalgama al paisaje desértico de Coahuila, lugar en el que los personajes viven y sus historias ocurren. Dicha atmósfera alcanza una expresión distinta en cada uno de los personajes, semejante a la vejez, a esas tantas que existen como formas hay de vivirla. Multiplicidad que José, Víctor y Braulio muestran en Cuando cae la noche.

Ya sea en José y sus intentos malogrados por sentirse útil o en la marcada dualidad de Víctor entre el ímpetu de justicia y la dificultad para caminar, ambas situaciones descubren un espacio en el que la vigorosidad interior se convierte en el motor de un cuerpo que, pese al paso del tiempo, sigue siendo y, por tanto, necesita expresarse. Pero en este decir, ante la ausencia de la juventud, lo vivido y lo que se anhela muestran su cualidad humana: esa fragilidad que posee cualquier cosa que se desee, a la que la juventud camufla y olvida, holgadamente, en la esperanza de muchos mañanas por venir. Sin embargo, como les ocurre a estos tres hombres, cuando se han vivido tantos ayeres, cada deseo que se tiene ya no puede expresarse más que aceptando la vulnerabilidad de la vida, la delgada línea del soplo que separa el aquí del nunca más.

«Ahí, donde ponga la piedra: yo me habré ido, la piedra seguirá», se lee al inicio de la película a modo de epígrafe. Palabras que, después de conocer la historia de estos tres hombres, después de que lo visto nos recuerde y nos acerque a lo efímero de la vida, hacen de Cuando cae la noche esa piedra que perdura, pues, estos tres hombres, gracias al cine, desgarran con memoria el tiempo. Y así, pese a que la noche llegue y lo vivido se haga neblina y sueño, una figura, de entre la arena del tiempo, surge para narrar el camino recorrido, los anhelos, el estar vivo, porque, sin que la edad importe, mientras el silencio definitivo no llegue, aún es posible alzar la voz y avanzar con ella hacia la noche y su penumbra, y sonreír, de frente, a través de una película, al olvido.


Ofelia Ladrón de Guevara, parte del equipo de redacción de Icónica, estudió Antropología en la UNAM. En 2022 fue seleccionada para el programa Talent Press del Festival Internacional de Cine en Guadalajara, finalista del VI Concurso de Crítica Cinematográfica del Festival Internacional de Cine de Los Cabos y Jurado Young Canvas en el Black Canvas Festival de Cine Contemporáneo. Ha colaborado en medios como Punto de partidaCorrespondencias y Girls at Films.